Nadal celebra su victoria a Baghdatis.

Nadal celebra su victoria a Baghdatis. REUTERS

Tenis ABIERTO DE AUSTRALIA

Nadal se da un festín camino de tercera ronda

Moviéndose a una velocidad supersónica, el mallorquín abruma a Marcos Baghdatis (6-3, 6-1 y 6-3) y se cita con Alexander Zverev por el pase a los octavos de final del Abierto de Australia.

19 enero, 2017 14:18
Melbourne

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Con los dedos cruzados, Marcos Baghdatis espera que el Ojo de Halcón le da la razón para detener la paliza que Rafael Nadal le está dando en la segunda ronda del Abierto de Australia. El chipriota ha hecho algunos méritos para llevarse la primera manga, pero está cayendo 3-6 y 0-4. [Narración y estadísticas: 6-3, 6-1 y 6-3]

Baghdatis no sabe cómo ha pasado, qué ha sucedido, cuándo se ha desconectado para que su rival le despelleje de arriba a abajo. Nadal, por supuesto, sí tiene la explicación a una victoria mayúscula. Cuando el campeón de 14 grandes avanza a la tercera ronda del torneo, citándose con Alexander Zverev (6-2, 6-3 y 6-4 al estadounidense Tiafoe), ha hecho lo más difícil posible: jugar como si estuviese entrenando, aplicando con la presión de la competición lo mismo que sin ella.

“Ha sido mejor partido que el primer día”, explica Carlos Moyà a este periódico en la puerta del vestuario. “Ha estado sólido y agresivo”, sigue uno de los entrenadores del número nueve. “Físicamente está impecable. Querer ser más agresivo también hace que esté más activo, más atento. Se nota bastante que ha hecho un grandísimo trabajo esta pretemporada con Joan Forcades [su preparador físico] en Mallorca”, cierra el exnúmero uno mundial.

“Han sido dos partidos positivos”, le sigue Nadal ante los periodistas. “Hoy era un partido más normal, Mayer es un rival más atípico”, dice, diferenciando a sus dos primeras contrarios. “He hecho cosas buenas en ambos encuentros, he creado situaciones de peligro con mi derecha y he sacado bien, tanto con el primero como con el segundo. Estoy feliz por ello”.

Efe

El partido se compite bajo el ruido que hace la cuadrilla de griegos de Baghdatis. Como siempre desde hace muchos años en Melbourne, el número 31 encuentra en esos aficionados vestidos con camisetas azules una fuente de energía para creer en la victoria, o al menos para tratar de aspirar a ella. Alentado por los suyos, que nunca dejan de animarle, el chipriota fabrica algunos golpes maravillosos que dejan sentado a Nadal (¡qué dos paralelos en el arranque del cruce!), se tira al suelo persiguiendo una bola en la media pista y pelea hasta donde le llegan los pulmones, que no es mucho.

A los 31 años, y aunque le queda algo de clase en la muñeca, Baghdatis está muy lejos de sus mejores días. Al chipriota, que posee una conexión especial con el primer grande de la temporada (finalista en 2006, derrotado por Roger Federer), le falta toda la movilidad que le sobra a Nadal. El mallorquín se desplaza como un cohete, está vivo de piernas, rapidísimo, y eso se nota en las dos vertientes más importantes de su juego, que son el ataque y la defensa. Que el Nadal de la segunda ronda salga de la pista con un número de ganadores similares al de la primera (32) es un dato que importa muchísimo porque quiere decir que el español ha vuelto a llevar hasta el final su propuesta ofensiva, mordiendo con mala baba. Dentro del orden lógico que necesita un jugador edificado sobre la estabilidad, el balear no renuncia a la espada aunque el escudo quizás sea más cómodo para él.

En el encuentro, la construcción de la jugada de Nadal es inteligente y calculada. Aprovechando que está volando, el número nueve se invierte cada vez que puede para que sea su derecha la que inicie el diálogo, que en realidad casi siempre es un discurso. La pelota de Nadal es profunda, pesada (menos que hace años, con una parábola ligeramente inferior) y marcada con el sello de los elegidos, que se escucha cuando la bola sale de las cuerdas de la raqueta del número nueve y explota en el campo de su contrario.

Contra ese torbellino de juego, Baghdatis tiene tenis para procurarse la primera opción de break del partido (con 1-1), para intentar reaccionar cuando el mallorquín le ha roto el saque (15-40, 1-3) y para intentar salvar el honor (de 1-5 a 3-5). Cada punto que gana el chipriota es motivo de emoción. Salvo cuando la inspiración viene al rescate, Baghdatis necesita una heroicidad para robarle un peloteo a Nadal, que tiene alas en las zapatillas para cubrir todos los huecos de la pista apoyándose fabulosamente bien, sin nada que poder reprocharle a su físico.

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“¡Vamos Rafa! ¡Ya es tuyo!”, canta casi al final del partido un aficionado, al que le siguen otros coreando el nombre del español, convirtiendo en una fiesta el encuentro. El mallorquín también tiene motivos para celebrar. El primero, su ritmo de crucero, la intensidad supersónica, el brío del Nadal tradicional. El segundo, la capacidad de seguir siendo ofensivo, vía irrenunciable para aspirar a lo máximo. Y el tercero, y pese a que concede un break, los buenos números al saque (72% de puntos ganados con primero y 63% con segundo), lo que debería darle tranquilidad cuando lleguen los momentos complicados en el futuro.

Así, y pasada la madrugada, la victoria lleva a Nadal a la tercera ronda del torneo con un puñado de señales positivas. Lo más difícil, sin embargo, viene ahora: Alexander Zverev, posiblemente el mejor de los jóvenes que han dado un paso adelante para discutir con la generación dorada del tenis, le espera por el pase a octavos de final. El mallorquín sabe que no será ni como contra Florian Mayer ni por supuesto frente a Baghdatis. Zverev ya le tuvo ganado en Indian Wells 2016 (desperdició punto de partido) y cuenta con todo para intentarlo de nuevo en Melbourne.