Nadal celebra su victoria sobre Bellucci en cuartos.

Nadal celebra su victoria sobre Bellucci en cuartos. Reuters

Juegos Olímpicos

Nadal también quiere una medalla para él solo

El mallorquín remonta a Thomaz Bellucci (2-6, 6-4 y 6-3), se cita con el argentino Del Potro (7-5 y 7-6 a Roberto Bautista) en las semifinales de los Juegos Olímpicos y se garantiza pelear por el bronce.

12 agosto, 2016 22:17

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“¡Bellucci! ¡Bellucci! ¡Bellucci!”. Las gargantas rugieron a coro, el suelo tembló y la pista pareció encogerse, como intentando protegerse del tremendo estruendo provocado en el corazón del estadio. Para llegar a las semifinales de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, garantizándose pelear al menos por la medalla de bronce, Rafael Nadal tuvo que abrirse paso por una jungla de aullidos, silbidos y puños cerrados, corregir su mal inicio, remontar al brasileño Bellucci (2-6, 6-4 y 6-3) y citarse mañana con Juan Martín Del Potro, vencedor 7-5 y 7-6 de Roberto Bautista en un cruce durísimo. El mallorquín, que sumó 800 triunfos en su carrera, sigue sin haber perdido un partido individual en unos Juegos (10-0) y va camino de lo que hace días parecía imposible: tras pasar casi tres meses alejado de la competición por una lesión en la vaina cubital posterior de la muñeca izquierda, está cerca de colgarse otra medalla. [Narración y estadísticas]

“Estoy bien”, aseguró el número cinco después de sobrevivir a Bellucci. “Está siendo un torneo duro, pero a la vez muy especial para mí”, reconoció el español, que posiblemente acertó con la decisión de renunciar el jueves al dobles mixto que tenía planificado jugar con Garbiñe Muguruza. “Cada tiempo que estoy en la pista lo disfruto mucho. No he tenido tiempo de practicar cosas en términos de tenis, pero he trabajado muy duro en el gimnasio para estar lo mejor preparado posible. Hay que seguir”, cerró el balear, que horas después celebró el oro en dobles junto a Marc López, imponiéndose 6-2, 3-6 y 6-4 a los rumanos Mergea y Tecau en una final histórica.

A diferencia del partido de octavos, Bellucci, careció de la capacidad de Simon para disputar peloteos eternos sin fallar continuamente, pero le pegó durísimo desde las dos alas de la pista. Como un boxeador enloquecido, con la mirada cargada de responsabilidad por todo lo que había en juego, el brasileño llevó de esquina a esquina a Nadal, quitándole por la fuerza el timón del encuentro y dejándole completamente mudo de sorpresa. Fue un arranque brillante del aspirante y uno errático del favorito, demasiado dubitativo y defensivo.

A veces, y ahí estuvo el ejemplo del 54 mundial para demostrarlo, la responsabilidad es la mayor fuente de confianza posible. Cargando a cuestas con las ilusiones del público, una grada desprovista de referentes para soñar con grandes cosas en los Juegos, Bellucci explotó sus ventajas de zurdo (como el mallorquín) y acorraló a Nadal sobre la zona de su revés para luego cambiarle inmediatamente con un golpe al otro lado de la pista. Con el público viviendo una fiesta, celebrando cada uno de sus errores con palmas y vítores, el español reaccionó.

A la carrera para atrapar pelotas endiabladas, sin hacer suya la iniciativa ni por casualidad, Nadal se decidió a dar un paso al frente porque las cosas no cambian solas. En consecuencia, atacó a tumbar abierta y los números terminaron dándole la razón: en la primera manga, el español solo sumó dos golpes ganadores; en las dos siguientes disparó 18. La diferencia, por supuesto, no fue cualquier cosa.

Nadal creció en el partido desde la agresividad, pero sin perder consistencia en su golpeo. Tras ceder la primera manga, el mallorquín se sentó y analizó sobre la marcha lo que tenía por delante, como si fuera una partida de ajedrez que tuviese muy complicada, casi imposible. ¿Cómo salgo de esta? ¿Es todo responsabilidad mía? ¿De verdad se me va a escapar la batalla por las medallas? ¿De verdad voy a decir adiós a este sueño estando tan cerca de hacerlo realidad?

La respuesta no tardó en llegar. Por primera vez en toda la semana, el campeón de 14 grandes se encontró obligado a remontar un partido individual y por supuesto estuvo a la altura del desafío. No solo le bastó con darle la vuelta, su don natural para autocorregirse le permitió acabar jugando a años luz del comienzo, garantizándose estar en la batalla por el bronce. Eso, sin embargo, no detendrá su hambre inagotable: Nadal todavía quiere más. Ante Del Potro, verdugo de Novak Djokovic, tiene la primera gran prueba de toda la semana.