Andrés Iniesta, que esta temporada ha ocupado el banquillo más que nunca. EFE

Andrés Iniesta, que esta temporada ha ocupado el banquillo más que nunca. EFE

1ª División MERCADO DE VERANO

¿Qué hace el Barça con Iniesta si llega Coutinho?

La directiva azulgrana busca fichar a uno o dos jugadores más para un mediocampo en el que conviven hasta 11 jugadores. Ante este panorama, Iniesta, cada vez más mermado, todavía no ha renovado.

12 agosto, 2017 00:13
Lucía Hernández Marina López

Noticias relacionadas

Toda tragedia precisa a su villano. A su Norman Bates, su Nerón, su Moriarty. Su Robespierre. Un enemigo tan despreciable como excepcional contra el que sea -o parezca- imposible luchar. En ocasiones, es una persona; en otras, algo más poderoso. Mucho más poderoso. Y si hay un malo también tiene que haber un héroe. Carismático, trascendente. Extraordinario. Andrés Iniesta lo es en la sombra. Alguien que nació dos veces, -el 11 de mayo de 1984 y el 11 de julio de 2010 a las 22.58 horas- y que ahora, a sus 33 años, se enfrenta a un despiadado malvado: el tiempo, un rival sin precedentes a lo largo de una dilatada carrera en la que han proliferado los grandes adversarios. Pero el voraz dios Cronos no perdona a nadie y no le perdonará a él. Ni siquiera a él.

Con más de 600 encuentros anotados en su hoja de servicios, el actual capitán del Barcelona ha dado muestras en esta última temporada de vivir los primeros días de un inevitable estado crepuscular. Sus números ya no son los de antes. Igual que sus participaciones. Desde 2008, el año del primer triplete blaugrana, el manchego ha jugado siempre más de 2.500 minutos por campaña, hasta esta última temporada, en la que solo ha disputado 2.288. Incluso el año del Mundial, en el que le acribillaron las lesiones, participó más (2.844). Acostumbrado a disputar todos los minutos, Iniesta y su fútbol se miran al espejo y reflejan varias cicatrices, fruto del paso -y el peso- de los años.

Radiografía del rendimiento de Iniesta durante las últimas nueve temporadas.

Radiografía del rendimiento de Iniesta durante las últimas nueve temporadas. Marina López

Las lesiones castigan más que cuando empezó y el blanquillo luce igual de oscuro, pero más familiar. Luis Enrique le dosificó la pasada campaña, consciente de que en la plantilla no había -ni hay- nadie como él. Sin embargo, esta falta de competición y el deterioro físico han mermado su rendimiento, y, por extensión, el del equipo. Porque en un Barcelona en el que últimamente el canon ha sido el descontrol, el manchego, acérrimo acólito del estilo azulgrana, ha procurado dictar su dogma después de que en 2014 expirara el Evangelio según Xavi Hernández.

'Overbooking' en la medular

Iniesta y los seguidores azulgranas se resisten a ceder la esencia del equipo, su juego asociativo, a los ocho centrocampistas que completan la nómina del club catalán. Diez si Aleñá se afianza en el primer equipo y Mascherano abandona la defensa en el caso de que el club fiche a un nuevo central. Busquets, el mejor socio del manchego en esa parcela del terreno de juego, es el único que podría asumirlo con dignidad. Y con talento.

Lejos de esa meta aparecen el resto de jugadores de la media azulgrana, cuya baja productividad ha sido el origen de la mala fluidez del esférico que ha lastrado al equipo. En la medular culé sobran nombres. Sin embargo, ninguno parece apto para desempeñar la importante labor del manchego, al que, paradójicamente, han robado protagonismo. André Gomes, Denis Suárez y Rafinha han sentado al capitán en varias citas, aunque su presencia, a posteriori, no fuera relevante. En el futuro, un Sergi Roberto que tras la llegada de Semedo volverá a su puesto habitual, Samper, que ha cuajado una gran pretemporada, y Aleñá, la última perla de la Masía, tampoco se lo pondrán fácil al de Fuentealbilla. Respecto a Arda Turan, ni está ni se le espera.

En todo caso, junto con Rakitic, Mascherano y Busquets, el Barcelona cuenta con 11 jugadores para tres puestos, a menos que el nuevo técnico, Valverde, amplíe la comparecencia de centrocampistas a través de la implantación de un nuevo sistema. De sobra es conocida su tendencia al 4-2-3-1, que podría dejar a Luis Suárez como único delantero en un esquema en el que Messi, una posición en sí mismo, ocuparía la mediapunta sobre el papel, pero no sobre el verde.

Y los que faltan

El problema de Iniesta lo ocasionan los que están y los que vendrán. El mal juego que han cosechado los mediocampistas azulgranas durante la última temporada ha precipitado que la directiva considerase necesario un rastreo del mercado en busca del buen fútbol que antaño creó la marca Barça. Las opciones están definidas: Seri y Coutinho, que según las últimas informaciones habría solicitado a su equipo el 'transfer request', una manifestación formal del jugador, por escrito, con la que expresa su deseo de abandonar su club para firmar por otro conjunto, en este caso el Barcelona. A pesar de que el primero está llamado a realizar cometidos más propios de un Xavi que de un Iniesta, su participación restaría minutos al grueso de centrocampistas. Incluido el manchego.

Coutinho, llamado a heredar el testigo de Iniesta. EFE

Coutinho, llamado a heredar el testigo de Iniesta. EFE

Por su parte, Coutinho llegaría con la (imposible) misión de relevarle en ese flanco izquierdo que Dembéle presumiblemente también habitará. El jugador de la plantilla que reuniría las características más similares a las del internacional español, junto con Denis Suárez, se ha convertido este año en el faro del Liverpool, afligido por una fuerte Coutinhodependencia que el equipo notó cuando el brasileño estuvo lesionado.

Sin él, los ‘reds’ perdieron a su enganche entre la vanguardia y la retaguardia, a quien cimentó un ataque más dinámico y fluido a partir de sus apariciones en el escalón más bajo del interior izquierdo. Capacitado para el pase corto, comparte con Iniesta su retórica con el balón en los pies, su funambulismo y su toque tan estético como efectivo. 

¿Alguien podrá sustituirle?

Pero Coutinho no es Iniesta. Pese a que el brasileño añadirá una mirada más larga, más cercana al área, nadie podrá aportar la amalgama de movimientos y de ideas del autor del gol más importante de la selección española. En un deporte cada día más rápido, cada día menos pausado, Iniesta es ese mortal que sabe tomar la decisión adecuada en el instante preciso. No es rápido, ni explosivo, pero regatea cuando debe -y quiere-. 

Interpreta el espacio como nadie y, si lo considera necesario, prima el “estar” sobre el “llegar” y espera a Jordi Alba, que, en vuelo, percute por ese carril. Iniesta para el balón y para la jugada. En las últimas dos temporadas, sin Xavi, ha sido el único, ayudado por Messi, capaz de construir un discurso racional con la pelota que saque a la escuadra de la oscura caverna en la que ha permanecido escondido demasiadas veces esta campaña.

Por ello, en Can Barça mueren por cerrar su renovación con el equipo, antes de que finalice su contrato en 2018. "No es una cuestión económica. Se han juntado algunos factores, personales, momento de la temporada, que no ha sido nada fácil, un momento actual...”, declaró el jugador, que, ante las llamadas de China y de Estados Unidos, su pérdida paulatina de tiempo de juego y el fichaje de los nuevos jugadores, deberá decidir entre convertirse en un One club man o abandonar el equipo de toda una vida.

Dos preguntas atormentan a la afición blaugrana: ¿Pagará el club más de 100 millones de euros por Coutinho para dejarlo en el banquillo? ¿Cómo sobrellevará un mito, un símbolo de su talla, esta convivencia mutua? La directiva, en una temporada muy poco agradecida para su mandato, no podría permitirse, de cara a su hinchada, la marcha del actual capitán, aunque algún día llegará. Porque todas las tragedias tienen un final. Y esta, como tal, terminará mal.