Yo, ante los asuntos ininteligibles y trascendentes, como la transubstanciación y Karim Benzema, adopto una actitud humilde y me aproximo a ellos reconociendo que no soy digno de que entren en mi casa. Hace tiempo que desistí de tomar partido a favor o en contra del benzemismo por la misma razón por la que no opino sobre el nirvana, Confucio o el triángulo de las Bermudas. Lo que más me aterra de las cosas que me superan es el saber que mi opinión sobre ellas no va a cambiar un ápice la realidad o irrealidad de su existencia, o la carga de razón que pueda (o no) tener su culto.

Ante el Eibar, por ejemplo, Karim ensució un poco su condición de futbolista de culto al hacer una cosa tan prosaica como meter dos goles. Los benzemistas se encuentran en su salsa cuando Benzema pasa completamente desapercibido, cuando ni la huele y se pasea por el campo con cara de personaje sacado de una canción de Radiohead (o sacado de la propia banda). Cuando Karim se sale, los benzemistas no se ensañan -a diferencia de lo que harían sus adversarios- con los antibenzemistas, sino que adoptan un perfil bajo que linda con el pudor. No les gusta que Karim se lo ponga fácil.

-No es eso, no es eso…- se les suele oír musitar por las esquinas. Ellos prefieren rebuscar en sus bolsillos en busca de razones para ponderarle, con esa actitud algo snob con que los fanáticos de un cineasta muy indie desdeñan el único éxito comercial de su carrera.

Menos mal que en Ipurua el galo, lejos de conformarse con golear por partida doble, dio munición a sus feligreses con una maniobra de las que de verdad les embelesa. El gol de Asensio se inicia en un contraataque que Karim arma desde la banda izquierda y en su propio campo, buscando entre varios contrarios el hueco justo para un pase largo que todavía necesitará de la carrera del mallorquín, el pase a James, el remate del colombiano al poste y la rapiña de Asensio en el rechace. Cuanto más lejos del gol (esa ordinariez) cocina Karim sus delicatesen, más se extasían sus súbditos, y yo mismo -que no soy ni benzemista ni todo lo contrario porque cualquier religión, de sorprenderme, me sorprenderá apostatando- sé que le recordaré siempre por la alquimia de sus sutilísimas apariciones lejos del área en contragolpes fulminantes, como aquel (oh) de Múnich.

Antes del partido, bramaba el antibenzemismo porque llevaba el francés un solo gol en los últimos 12 partidos de Liga, lo que es como reprochar a Buda o a Oscar Wilde que cazaran muy pocos pokemons el verano anterior. Pero vamos a ver. Al Maharishi Mahesh Yogi nadie le pedía que vendiese miles de discos por mucha relación que tuviese con los Beatles. Karim es un inspirador, un autor intelectual a lo sumo. Los dos goles de Karim este sábado son para el benzemismo una zafiedad parecida a la del propio Maharishi cuando, durante aquella estancia con los Fab Four y otros amigos en la India, le tiró los tejos a Mia Farrow ante la decepción de Lennon.

Benzema durante el partido contra el Eibar.

Benzema durante el partido contra el Eibar.

Este doblete de Karim es para sus fieles una cosa parecida. Los dos goles de Benzema al Eibar son un desliz de carnalidad dentro del ascetismo característico del futbolista y de sus fieles, a quienes nada turba, espanta, entusiasma o importa. Esta vida y sus mundanas cuitas (con el gol a la cabeza) no son del reino de Karim, y hay quien no se entera y pretende que corra detrás de los defensas contrarios como si alguna jirafa hubiese mostrado alguna vez el menor signo de terquedad o porfía. Hay incluso quien le pide que meta goles, ¿qué será lo siguiente? El hecho es que en realidad ha marcado bastantes, si bien cuesta recordar alguno que haya sido de gran trascendencia en la consecución de títulos en los ocho años que lleva en el equipo. Sus partidarios, en todo caso, no entrarán jamás en un debate tan zafio. Se han apostado tan firmemente en lo baldío de todo argumento futbolero para hablar de este futbolista que ya nadie les tose, y casi hasta me parece bien. Empieza a ser más pertinente trolear a los fans de Ramos cuando no marca que hacer lo propio con los defensores de Karim.

Como yo no soy especialmente benzemista, ni tampoco todo lo contrario (tengo una actitud no benzemista sino benzemiana ante Benzema), me alegro mucho de su descomunal actuación en territorio vasco, y ello incluye el hecho de que metiera dos goles a pesar de que los benzemistas me tildarán de ramplón. Todo afán es trivial, y el de perforar la portería rival no es el menos trivial de todos: lo pillo. La relación de Karim con el gol es como la de Adolfo Bioy Casares con los personajes de sus relatos, que siempre aparecen en el contexto de un manuscrito hallado en las ruinas de (pongamos) un terremoto, manuscrito dentro de cual un personaje le cuenta a otro lo que a su vez le contó en un viaje en tren el protagonista del cuento. Que sí: esa distancia -con el héroe del cuento o con el gol del partido- genera un prurito de indiferencia que es la base de toda elegancia.

Pero qué queréis que os diga: rezo mis más agnósticas y toscas oraciones para que en Nápoles repita.