Piqué y Morata celebran la victoria ante Turquía.

Piqué y Morata celebran la victoria ante Turquía.

Eurocopa

España cierra sus heridas (en el fútbol)

Los gritos de “Piqué, Piqué” al final del 3-0 contra Turquía simbolizan la regeneración de una selección que vuelve a la isla de Ré en una nube.

18 junio, 2016 13:59
Niza

Mientras en España los políticos se zurran en su propia competición, la ‘Roja’ es un ejemplo de unión. Hace sólo diez días, tras el tropiezo ante Georgia, la explosión del asunto De Gea amenazó seriamente la armonía discreta que Vicente Del Bosque había ido tejiendo durante meses de críticas y reproches provenientes de una prensa (y una afición) que podrían enrojecer si revisaran lo expresado en las últimas semanas. Clasificada a octavos con el mejor juego del torneo y sin goles en contra, terminada sin roce alguna la transición en la portería, las muestras de aprecio a Piqué en los minutos finales del partido contra Turquía cierran un bienio áspero para un equipo por el que muy pocos apostaban antes del comienzo de la Eurocopa.

El efecto inverso del caso De Gea amuralló anímicamente a un equipo que sobre el césped ha rescatado su personalidad y su calma hasta demostrar en Niza que ni siquiera tiene problemas ya con el gol, esa “culminación de una obra colectiva” (en palabras del seleccionador). Han bastado 180 minutos de excelencia para cerrar el debate sobre el guardameta, que duraba dos años, y la grieta abierta por los insultos que recibía uno de los puntales del equipo, Gerard Piqué, cada vez que se presentaba en un campo español.

Minutos antes del estreno contra la República Checa todavía se escucharon en Toulouse chillidos contra el central catalán; fueron probablemente los últimos (salvo errores futuros de comunicación) de un futbolista que supo recuperar el aprecio perdido con su juego, su gol decisivo y la imagen de su hijo enfundado en una camiseta española: una estampa inverosímil hace sólo una semana.

La paciencia de Del Bosque

La paciencia de Del Bosque, al que muchos querían jubilar antes de tiempo, configura un escenario insólito: España vuelve a ser la favorita del campeonato y juega mejor que nadie al fútbol. La renovación aplazada en Brasil 2014 (fundamentalmente por razones de gratitud a una generación legendaria) ya está aquí: Ramos, Piqué, Silva, Busquets y sobre todo Iniesta representan la continuidad de un estilo cuya influencia en el mundo del fútbol es incomparable.

El seleccionador advierte de que “no hemos ganado nada” e insiste permanentemente sobre el peligro que encierran la complacencia o la soberbia: “El fútbol daña al que se cree mejor”. El ‘resultadismo’ de una afición malacostumbrada ha dado vuelta al paisaje en diez días. De las “dudas” y el “ridículo” a la “Fiesta” que titulaba este sábado el diario L´Equipe. Del debate “absurdo” sobre Casillas a la consolidación de un De Gea que ni siquiera se ve obligado a intervenir por la eficiencia defensiva del equipo. De los roces entre jugadores madridistas y culés a las celebraciones eufóricas entre Piqué y Ramos o Casillas y Nolito. De Diego Costa a Morata. Del mal ambiente que había en Brasil entre algunos suplentes a un banquillo agradecido que espera su oportunidad y hace piña (un aspecto primordial para Del Bosque en la confección de la lista).

¿Se acuerda ahora alguien de Isco o Saúl? España vive en una nube, acunada por una prensa unánime y hasta culposa. La renovación del marqués Del Bosque no es ya una quimera. El seleccionador, mientras tanto, persiste en su empeño por rebajar la euforia: “No hemos ganado nada todavía”. Se refiere a la Eurocopa. Porque Brasil quedó atrás: la selección, tras un oscuro trabajo de dos años, ha ganado en todo lo demás.