Quizá la mejor forma de calibrar el mérito de Florentino Pérez sea acordarnos un instante de su homólogo en el Barça, Josep María Bartomeu, y comparar la evolución de ambos clubes. Contrastar el peso específico de ambos dirigentes. Convertido desde hace muchos años en uno de los españoles más ricos y con más poder, si no el que más, Florentino Pérez tiende al perfil bajo y disimula cuando puede sus manejos cotidianos en Concha Espina. Acusado por la corriente crítica de haber querido mercantilizar el club en el pasado a costa de su identidad, de anteponer la rentabilidad a cualquier otra meta, la rotunda victoria de Cardiff ante el equipo (uno de ellos) que vapuleó al Barça esta temporada no sólo vincula a este Madrid con el de sus mayores gestas: pasadas las primeras horas de euforia colectiva, la lupa ha de desplazarse desde Zidane o desde Cristiano al hombre que, prudentemente, disfruta un momento de gloria irrepetible: no sólo preside el club más rico y querido del planeta, sino (por fin) el mejor equipo de fútbol del mundo. Sin discusión.

Quién habrá de criticar este domingo de primavera en Madrid al hombre que entregó su suerte a Zinedine Zidane cuando la nave que con tantos mimbres había construido se resquebrajaba en un mar de soberbia, conflictos personales y malas decisiones deportivas. El aspecto más fascinante de este apogeo florentiniano es la capacidad de regeneración de un equipo deshilachado, desunido, cansado, prematuramente avejentado, que en año y medio se torna en una formidable máquina de ganar sin techo conocido: una escuadra construida por Florentino que, sin embargo, eclosiona cuando se desprende de férreas máximas presidenciales: ni Bale es el icono del futuro, ni Ramos y CR7 están acabados, ni la ‘BBC’ es intocable. (Diríamos, de hecho, que está acabada). Cuántas bocas de analistas fiables ha callado en un año este Madrid, el único equipo de Primera División sin director deportivo, dueño de una plantilla incomparable que aprende a dosificarse coordinadamente hasta barrer del campo a un equipo italiano que sólo había concedido tres goles en toda la temporada europea.

Ya no se habla en Madrid de ‘galácticos’: la perla es Asensio, o Carvajal, o Isco, o Nacho. El Madrid total que gana una final de Champions con goles de Cristiano, Casemiro y Asensio es la encarnación de otro esquema mental, el universo de ‘Zizou’, en el que el equipo es más importante que cualquier estrella del firmamento: un paisaje coral que permite a su héroe brillar como nunca y a los demás encontrar un lugar visible.

El mérito del Madrid y de su presidente incluye haber saneado las cuentas hasta el punto de llegar a la final europea con el doble de presupuesto que su rival. Benzema es más que Higuaín, Modric es mas que Khedira. Rey de las finanzas, emperador de la Champions, nadie se reirá este domingo de aquella frase cómica de Butragueño que tanto se repite desde hace años. Florentino ha sido más superior que nunca, desde luego, cuando ha asumido sus errores: un par de tornillos sueltos que lastraban una nave colosal. "Yo no he creído nunca en las rotaciones”, decía a la SER poco después del partido, “porque las rotaciones no han dado muy buenos resultados a lo largo de la historia, pero ahora me tengo que callar".

59 años después, otro doblete europeo. Al presidente blanco le ha costado mucho lograrlo, tres lustros. Hace sólo 17 meses era pitado por el hosco Bernabéu de aquellos fríos meses de Rafa Benítez. La ‘BBC’ era intocable, Bale era el futuro, rotaciones las justas, la plantilla necesitaba una renovación completa empezando por sus líderes. Hoy la gloria es colectiva e individual; Cristiano ganará muy probablemente su quinto Balón de Oro. El descanso será breve, sin embargo: “Cada triunfo es el lugar de partida para el siguiente”, recordaba con exigencia Florentino en otra cadena, sin ceder del todo a la euforia. Su capital político no sólo le asegura otra legislatura en el trono merengue, sino acceder al mercado de fichajes en posición preeminente. Incluso enfrentarse a la opinión mayoritaria y traerse a De Gea por 60 millones de euros: un fichaje innecesario que definiría el futuro próximo de un equipo ya legendario. ¿Hace realmente falta un portero español, joven y famoso para mantener y desarrollar la marca del club? ¿Cambiar lo que funciona bien? Aparentemente no, pero este domingo no parece el mejor día para cuestionar al capitán de un buque fabuloso. Es hora de felicitaciones. Hay triunfos que ni siquiera en el fútbol son casualidad.