Griezmann y Tiago celebran el segundo gol.

Griezmann y Tiago celebran el segundo gol. Reuters

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El Atlético no entiende de crisis en Europa

Griezmann y Gameiro marcaron los goles de la victoria ante el PSV (2-0).  El Atlético viajará a Múnich como primero de grupo tras el traspiés de los alemanes ante el Rostov (3-2)

23 noviembre, 2016 22:42

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Venía el Atlético de dos traspiés, cinco goles encajados y la primera derrota en el Calderón. Estaba, decían algunos, en crisis -es lo que tiene ser un equipo grande-. Sin embargo, a pesar de todas las dudas y los malos resultados, daba la sensación de que el Atlético, al fin y al cabo, sólo necesitaba un gol para volver a despertar. Tan solo uno y ya está. Y así fue. Gameiro, con un zapatazo cuando peor lo estaban pasando los suyos, mandó todos los fantasmas al averno y, de paso, trajo de vuelta a los rojiblancos, que certificaron su clasificación para los octavos de final con una victoria ante el PSV. Y, además, como primeros de grupo tras el resbalón del Bayern ante el Rostov (3-2). [Resultado y estadísticas: 2-0]


Huelga decir que el Atlético, hasta el gol de Gameiro, sudó sangre para hacer frente al PSV. Tocó, peleó y trabajó -¡vaya!, lo de siempre-. Pero sin claridad. Las derrotas ante Real Sociedad y el Real Madrid todavía aparecían por momentos en las mentes de los jugadores y, obviamente, también en las de los aficionados. Y los holandeses, que tampoco están para tirar cohetes, intentaron pescar en río revuelto. Y, visto lo visto, a punto estuvieron de conseguirlo, más por la espesura de lo rojiblancos que por sus propias virtudes. Porque los del Cholo, sólidos como una roca en defensa desde hace cinco años, se mostraron, por primera vez en mucho tiempo, frágiles.


Al mal tino defensivo, además, se le sumó una cierta escasez de ideas en ataque, lo que se saldó, en la primera mitad, con tan solo tres ocasiones creadas. Es decir, muy poco para lo que acostumbraba a exhibir el Atlético hace tan solo un mes, cuando todo eran sonrisas. Pero, pasado el mal trago y después de resistir las embestidas de los holandeses, todo ese calvario se acabó. Griezmann, cómo no, se la puso a Gameiro y su compatriota no se lo pensó: recibió la pelota y se sacó un zapatazo al segundo palo que despertó a todos, a su equipo, a Don Vicente Calderón y hasta al último señor mayor que estuviera pegando una cabezadita en su casa al calor de alguna estufa.


Y, como decíamos, un gol y cambió todo. El Atlético, de un momento a otro, respiró. No arrasó hasta el final, pero sí consiguió calmar los ánimos. Gameiro marcó y se acabaron las dudas. El equipo, de nuevo, volvió a ser el de hace un mes. Y Griezmann, desaparecido en combate durante los últimos encuentros, reapareció para hacer el segundo. El Principito recibió un pase de Tiago y la colocó en el palo opuesto. Y fin de la historia. Con dos goles en el luminoso y las malas sensaciones espantadas, el equipo del Cholo empezó a salir poco a poco de su particular crisis. Sin alardes de superioridad, pero con la seguridad del que se comienza a reconocer de nuevo.


Pero, precisamente cuando todo estaba ya sentenciado, volvieron los problemas. No por el resultado, pero sí en cuanto a lesiones. Filipe Luis se retiró con dolencias y tuvo que dejar su hueco a Juanfran. Pero, quitando esa mala noticia -todavía no se conoce el alcance-, hay muchas circunstancias que le pueden llevar a ser optimista al conjunto rojiblanco. La primera, la obvia, los del Cholo ya están en octavos y, además, como primeros de grupo. La segunda, el regreso de la pareja de delanteros franceses en punta que, de nuevo, volvieron a entenderse sobe el césped. Y la tercera y última, la recuperación -parece que al completo- de Tiago, que hizo un buen partido tras aquella lesión sufrida la temporada pasada. En definitiva, ahora -y más que nunca- el Atlético cree. Bueno, en realidad, siempre lo ha hecho, para qué engañarnos.