Los jugadores del Real Madrid celebran su cuarta Copa del Rey consecutiva.

Los jugadores del Real Madrid celebran su cuarta Copa del Rey consecutiva. Carlos Bernabé

Copa del Rey

El Real Madrid gana la Copa del Rey de baloncesto y hace historia con su cuarto título consecutivo

En una final durísima ante el Valencia Basket, la determinación de Sergio Llull en los dos últimos minutos sentenció el partido para los de Laso (97-95).

19 febrero, 2017 20:24
Millán Cámara Carlos Bernabé

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Por cuarto año consecutivo, el Real Madrid vuelve a inscribir su nombre en el trofeo de la Copa del Rey de baloncesto. Esta vez, el equipo blanco sí conquistó Vitoria, la única ciudad donde no había ganado el torneo desde la llegada de Pablo Laso a su banquillo. Cuatro años después, llegó la revancha, ante el mayor número de espectadores acumulados de la historia copera y derrotando a un Valencia Basket muy serio. El conjunto taronja casi termina su gran fin de semana en tierras vascas con el mejor premio posible. Los hombres de Pedro Martínez pusieron en serios aprietos al Madrid hasta los últimos segundos, jugando de tú a tú a su rival y soñando de forma muy realista con el título. Sin embargo, el vigente campeón acabó renovando su corona gracias a un soberbio sprint final de Sergio Llull [Narración y estadísticas: 97-95].

Merecedor del premio MVP de la competición, el menorquín volvió a ser todo pundonor a la hora de la verdad para dejar en bandeja un nuevo título de los suyos. Un triple y una canasta suya a dos minutos del final del partido tuvieron la culpa. Y, aun así, Valencia soñó tan a lo grande que, tras la enésima jugada susceptible de campo atrás del torneo, tuvo la bola para cambiar el destino de la final: forzar la tercera prórroga consecutiva del Madrid en el torneo o ganar el partido. Pasó lo primero y, por lo tanto, tocó cruz, pero sólo en cuanto al resultado final. Por lo demás, en la moneda del duelo por el primer título del año salió cara de forma indiscutible.

Se quería espectáculo, y los dos equipos, como era de esperar, lo dieron. Los partidos entre este Madrid y este Valencia se suelen decidir a muchos puntos, como volvió a quedar demostrado otra vez. En un primer momento, el gran ejecutor del Madrid fue Anthony Randolph. El norteamericano sale muy reforzado de esta Copa, en la que bien podría haber ganado el MVP dada su actuación en los tres partidos de su equipo. Su primera mitad de la final, ejerciendo de claro líder madridista, dejó un gran sabor de boca.

A pesar del buen desempeño del ex NBA, el Madrid no lograba consumar sus intentos de escaparse en el marcador. Los triples hacían sonreír a los de Laso, pero también a los integrantes del Valencia Basket. San Emeterio y Rafa Martínez volvieron a hacer las delicias de los seguidores taronja, con un Dubljevic de nuevo soberbio bajo tableros y un Sastre hiperactivo en el perímetro. Hasta Will Thomas, más desapercibido el resto de la Copa, tuvo sus momentos de gloria interior.

¡Cómo no iba a estar igualada la final con tantos argumentos a favor de uno y otro equipo! Valencia siempre volvía, por mucho que el Madrid intentase cerrar el partido a su favor varias veces también en la segunda parte. Fue el momento en el que Ayón, Doncic y Carroll aparecieron para poner a los suyos un paso más cerca de la Copa. La fiereza en la zona del mexicano y el descaro del esloveno y el yankee en el triple dieron muchas esperanzas a los suyos, pero Valencia también seguía rindiendo a un nivel altísimo.

Oriola volvió a darle muchísimos enteros a los taronja, contándose otra vez sus minutos por buenas noticias teñidas de naranja. Los intangibles del ilerdense, más los de Sato y Sikma, tuvieron buena culpa de los sueños de grandeza valencianos. Colocándose a uno a casi 5 minutos del final y a dos a menos de tres minutos del bocinazo, los chicos de Pedro Martínez asustaron y mucho al Madrid. Incluso llegó a parecer que se cortaría la racha de copas consecutivas de los blancos.

Pero, a la hora de la verdad, el favorito hizo honor a su condición, con Llull llevándole en volandas hacia la victoria. ¿Habría sido distinto el desenlace final sin su coraje? Desde luego. Porque, si el menorquín no dejó de creer, menos lo hicieron Dubljevic y un San Eme inmenso en su regreso a Vitoria. Allí donde el Real Madrid saldó deudas pasadas con la Copa y marcó un nuevo hito en una era, la de Laso, que sigue sin tener ni imposibles ni final en el horizonte.