El 'pitcher' de los Cubs, Trevor Cahill, se lamenta frente a los Mets.

El 'pitcher' de los Cubs, Trevor Cahill, se lamenta frente a los Mets. Reuters Chicago

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La histórica maldición de los Chicago Cubs continúa

Tras la enésima derrota del equipo de Chicago, el destino se ceba con una afición maltratada por su historia de perdedores recurrentes. 

23 octubre, 2015 01:24

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Era una noche fría de octubre de 1945 en Chicago. Los Cubs se jugaban el título en las World Series frente a los Detroit Tigers. Fue entonces cuando ocurrió la maldición. Billy Sianis, el dueño de la famosa taberna Billy Goat Tavern fue expulsado del estadio Wrigley Field porque el olor de la cabra que da nombre a su establecimiento y que le acompañaba en la grada aquel día estaba molestando a los allí presentes. En su salida del estadio, escoltado por miembros de seguridad, Billy Sianis se giró mirando al campo y, como Scarlett O'Hara en Lo que el viento se llevó, juró que “esos Cubs no volverán a ganar”. Desde entonces, los Chicago Cubs no han vuelto a jugar en las finales por el título de la MLB. Tampoco en 2015, por mucho que lo vaticinará Regreso al futuro.

Los North Siders, como también son conocidos, son una de las franquicias más históricas no sólo del béisbol, sino del deporte americano en sí. Con los White Sox como rivales a nivel local, los Cubs son el equipo en el que la gente piensa cuando se refiere al béisbol en la ciudad del viento. A pesar de no haber participado en unas finales en más de 70 años, la franquicia ha disfrutado de jugadores transcendentales en sus filas: de Sammy Sosa a Greg Maddux, de Joe Girardi a Ernie Banks. Para más inri, los Cubs cuentan con recursos económicos suficientes para asaltar el trofeo en una liga sin límite salarial, lo que hace aún más inexplicable su ausencia en las finales durante todo este tiempo.

De la decepción al chiste

Sus constantes fracasos han pasado de ser una decepción a un fracaso para llegar a convertirse finalmente en una situación de irrisión crónica por parte del respetable. Conocidos fuera de Chicago como los adorables perdedores, la suerte sólo apenas les ha dedicado un par de guiños en las últimas siete décadas.

La directiva ha tratado de terminar con la maldición de la Billy Goat una y otra vez a lo largo de los años. Sam Sianis, sobrino de Billy Sianis, ha sido invitado a Wrigley Field varias veces con una cabra. Incluso estuvo ¡¡¡de cuerpo presente!!! en 1984 mientras los Cubs ganaban el título de la división este para alcanzar los playoffs. Pero los Cachorritos -traducción de su otro apodo, los cubbies- no llegarían mucho más lejos.

Unos aficionados recuerdan la maldición en formato póster, mientras los Mets anotan.

Unos aficionados recuerdan la maldición en formato póster, mientras los Mets anotan. Reuters

El escepticismo del aficionado cub es natural. Va de serie incluso cuando las cosas van bien. En 1969 el rumbo del equipo era demasiado óptimo como para ser verdaderamente cierto, incluso tenían el primer puesto de la Liga Nacional a tiro en persecución de los New York Mets, pero como si de una premonición se tratase, durante uno de los encuentros, un gato negro saltó al campo y se paseó alrededor del capitán Ron Santo antes de volver a desaparecer entre la grada. Aquel año los Cubs acabarían con el mejor segundo puesto nunca visto hasta la fecha, obviamente algo insuficiente para continuar hacia la postemporada.

Finales de conferencia en 2003

Pero si los Cubs iban a tener una oportunidad más de volver a la cima, esa tuvo lugar en 2003. Con una plantilla cargada de grandes jugadores, los Cubs jugaron genial durante la temporada regular y con 88 victorias se clasificaron primeros de la National League Central para entrar en la postemporada. Tras eliminar a los Atlanta Braves en cinco partidos en la primera ronda, los Florida Marlins esperaban en las finales de la NCLS, el equivalente a las finales de conferencia de la NBA.

Llegaron al sexto partido liderando las series ante los Marlins por 3-2 (el mejor de siete partidos avanza a la siguiente ronda, en este caso a las World Series, la gran final). Jugando en Chicago el equipo local se puso por delante y en la octava entrada los Cubs parecían tener el partido y la serie amarrada. Con un bateador fuera, a los Cubs les quedaban cinco ‘outs’ más (cinco bateadores por eliminar) para acabar con su maldición particular. Aquella noche lanzaba Mark Prior y parecía infalible. Fue entonces cuando todo se resquebrajó.

Prior lanzó desde el montículo frente a Luis Castillo, que conectó con la bola y la mandó a la zona izquierda de Wrigley Field. A la espera de la caída de la bola, la grada se movilizó para interceptar el precioso tesoro. El viento soplaba fuerte desde el lado izquierdo hacia el derecho del campo y Moises Alou, exterior izquierdo de los Cubs, vio la oportunidad y esprintó para agarrar la bola antes de que llegase a la grada y eliminar al bateador. El viento llevó la bola justo al punto donde acaba el terreno de juego y empieza la grada. Con la pelota cayendo casi a cámara lenta, varios aficionados se abalanzaron hacia ella interfiriendo con Alou, que nunca la alcanzaría.

Un aficionado, Steve Bartman, desvió su trayectoria y la pelota acabó en la grada. Alou reaccionó quitándose el guante y lanzándolo contra el suelo, resignado, sabiendo que podía haber tenido un ‘out’ y quizás el principio de la victoria final a los Cubs. Mark Prior miró entonces al jefe arbitral en busca de la última oportunidad: que el análisis de la jugada terminase con una 'intervención de los aficionados'. El árbitro desestimó el recurso.

En ese momento la atmósfera cambió por completo. Del ambiente que predecía el fin de una era tenebrosa en Wrigley Field, al colapso absoluto. A pesar de que los Cubs iban tres arriba con solo cinco ‘outs’ para cerrar el partido, los Marlins empezaron a golpear todo lo que Mark Prior lanzaba. En un abrir y cerrar de ojos el equipo de Florida remontó y se puso 8-3, cerrando virtualmente el partido con solo una entrada por disputarse.

Mientras la debacle ocurría en el campo, otra similar sucedía en la grada. Varios aficionados se ensañaron con Bartman, al que rápidamente se le puso la vitola de chivo expiatorio. Parte de la grada empezó con sus cánticos contra Bartman, otros aficionados fueron aún más lejos y le lanzaron cerveza. Debido al esperpento, la seguridad tuvo que intervenir y expulsar a varios aficionados del estadio, además de escoltar a Bartman fuera de la grada.

Todo lo sucedido fue televisado, y Bartman todas las portadas y telediarios de Chicago. Ya no era un aficionado anónimo. Con su vestimenta tan particular; jersey verde de cuello vuelto, gorra, auriculares, gafas y sudadera del equipo infantil que él entrenaba –los Renegados- para más sorna, Bartman fue el equivalente al actual 'Trending Topic' durante semanas. Los periodistas acamparon a las afueras de la casa de sus padres esperando la aparición del fan maldito. Su identidad fue pública en horas: barón de 26 años, informático y aficionado de los Cubs. La tensión llegó hasta tal punto que emitió un comunicado a través de su cuñado pidiendo perdón y disculpándose por sus acciones ante el club, Moises Alou, los aficionados de los Cubs y la ciudad de Chicago.

La última esperanza de volver a la calma en su vida personal pasaba por los Cubs. Quedaba un séptimo partido por jugarse y una victoria local apaciguaría las masas. Pero el infortunio se había cebado con la ciudad de Chicago y los Cubs seguirían con su leyenda particular de adorables perdedores. En un partido donde la retransmisión estaba llena de referencias al sexto encuentro, los Cubs empezaron bien y acabaron perdiendo con los Marlins, que llegarían a las World Series para hacerse con la victoria final frente a los New York Yankees. Desde entonces nadie ha sido capaz de dar con Bartman. La bola que acabó en las manos de otro aficionado en la grada, terminaría destruida en público como señal de sacrificio de un objeto maldito. Los Chicago Cubs no han vuelto a jugar en unas finales de la NLCS desde aquel día hasta hace unos días no habían ganado ni un solo partido de playoffs.

Este miércoles se culminó la eliminación de los Cubs esta temporada. Tras un inicio de playoffs en los que parecía que la historia podría cambiar, otro equipo atormentado por su historia, los Mets de Nueva York, arrasaron al equipo de Chicago 4-0 en las series. Mientras se consumaba la eliminación, las redes sociales se llenaron de referencias a la mítica cabra y al vilipendiado Bartman, que a lo largo de los últimos 12 años ha recibido ofertas por enormes cantidades de dinero de anunciantes y medios de comunicación con el objetivo de reaparecer, pero ha rechazado todo con tal de volver al anonimato.

Muchas leyendas han circulado a lo largo de la última década sobre su paradero. EL ESPAÑOL ha consultado a October Entertainment, productora del documental Chasing October con la intención de saber algo sobre el individuo más oculto del deporte americano. Desde la productora del documental que se hizo público en 2007 confirman que fueron a la casa de los padres de Bartman para entrevistarle un año después del incidente. La familia confirmó que sigue en Chicago, pero no está preparado para hablar. La ciudad del viento ha pasado progresivamente de la ira hacia su persona, a suplicarle que reaparezca, como si de un sentimiento de culpabilidad colectiva se tratase. El presidente del club, Theo Epstein, ha invitado de forma pública a Bartman a Wrigley Field. También se pronunció en su momento el alcalde la ciudad y varias instancias públicas hicieron lo propio. Pero a estas alturas el debate ya no se basa en si Chicago debe disculpar a Bartman, sino si Bartman puede perdonar a Chicago.