Antonio Iturbe, el autor de A cielo abierto y de La bibliotecaria de Auschwitz.

Antonio Iturbe, el autor de A cielo abierto y de La bibliotecaria de Auschwitz. Alberto R. Roldán

Libros héroes literarios

Lecciones morales de Saint-Exupéry en tiempos virales

Antonio Iturbe, autor de 'A cielo abierto', explica por qué ha querido escribir una novela moral sobre ciudadanos ejemplares, héroes civiles y pilotos sin gestas militares. 

16 marzo, 2017 13:56

Antonio Iturbe ha escrito una novela para descubrir cómo es un héroe del servicio público. Parte de la vida del escritor y piloto francés Antoine de Saint-Exupéry, y otros dos pilotos civiles, para construir A cielo abierto, bendecida con el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral. Ha triturado la trama con escenas breves y chispazos impresionistas de aquellos pioneros de la aviación civil, con una intención: montar una novela moral, sin moralina. “Tiene mucho más prestigio la literatura del escepticismo, la náusea urbana, el nihilismo, el realismo sucio, el desapego, el nada sirve para nada… Y es una opción excelente, pero a mí me interesan más los libros que tienen un propósito”. ¿Qué se necesita para construir una novela moral? Iturbe responde:

Una vida ejemplar

En la novela A cielo abierto hay más vidas que biografías. Los protagonistas pasan por hechos extraordinarios. Toni Iturbe habla de la fascinación que debe sentir el lector por los personajes. “Saint-Exupéry dice que escribir es una consecuencia de la vida. Él cumple una misión”, cuenta el autor. Se pregunta por la soledad de los hombres, “es un autor existencialista”. La lección que podemos sacar, cuenta, es que “el confort también mata”. Es una reivindicación de la aventura y la sorpresa, de una vida con misión a favor de los demás. En aquellos aviones de madera y tela, con motores que se averían uno de cada cuatro. “Eran novios de la vida, no de la muerte”.

Portada de la novela.

Portada de la novela.

Según cuenta Iturbe, la aviación acortó sus vidas, pero las intensificó. “Estamos tan preocupados por la salud y la seguridad, que perdemos de vista la vida”, reconoce el escritor y periodista, que se define como cobarde, a pesar de que se subió a una reliquia de estos aviones para poder escribir esta novela. Cuando hablamos de héroes en una novela moral, no interviene la fama. Son pilotos civiles destinados al correo aéreo. No ponen sus servicios a disposición de un récord, ni de los bombardeos, son de los otros. “La humanidad de las cartas. Son héroes civiles sin gestas militares”. Son vidas ejemplares, son héroes del servicio público y nunca podrían ser virales.

Una visión humanista

La obra de Saint-Exupéry es humanística, en la que la acción y la aventura no es la protagonista, sino sus reflexiones sobre su entorno político y social. “Cuenta que la guerra no es necesaria, que es la enfermedad, el fracaso de la humanidad”, explica Iturbe, que ha destacado en su novela la mayor herencia del escritor francés: sólo somos importantes cuando nos damos a los demás. La vida es una red de relaciones que acaban con el individualismo. Dice el escritor premiado con el Biblioteca Breve que era contradictorio, porque lo material era una cárcel para él, mientras gastaba trajes a medida y se entregaba a la buena vida.

“El gran descubrimiento en la literatura de Saint-Exupéry es que lo importante no es que los demás me quieran, sino que debemos darnos a los demás. Para él, el amor importante no es el que esperamos, sino el que damos. Por eso arriesgó su vida por la libertad de su país, incluso en contra de sus ideales: no quería combatir, no quería formar parte de la guerra, pero pide combatir en el frente, como piloto de reconocimiento fotográfico, sin armas. No quería soltar bombas”, recuerda Antonio Iturbe.

Un autor moral

La instrucción más importante para escribir una novela moral es “que el que escribe la novela sea irreprochablemente moral”. “No podemos cambiar el mundo, pero sí nuestro pequeño mundo para que mi entorno sea mucho mejor”, reconoce el escritor de Zaragoza. Como autor, dice Iturbe, que lo que más le preocupa es no engañar al lector, y escribir una novela verdadera. “Creo en todo lo que he escrito”. La imaginación está condicionada por la documentación y las lecturas sobre el personaje y su época. La documentación autoriza. El historiador se para ante la falta de pruebas: “Yo quería aportar los momentos olvidados en el tiempo, iluminar las zonas que los historiadores no pueden. Por eso debía volar en un avión de entonces. A pesar de mi vértigo, debía asumirlo moralmente”.