Svetlana Alexievich, premiada por un nuevo género literario

Svetlana Alexievich, premiada por "un nuevo género literario"

Libros

Periodistas de Nobel

El libro es la última oportunidad del periodismo narrativo que abre foco y profundiza, que camina sin prisa y busca verdad y belleza. 

10 octubre, 2015 00:29

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Libro y libre. Lo llaman periodismo narrativo para diferenciarlo de lo que que se hace en los periódicos y de las novelas, a pesar de picar en ambos géneros. Es el que camina sin urgencia para profundizar en la verdad y bailar con la belleza. Es el que se detiene en las luces y las sombras, el que no circula por la línea recta y se entretiene en todas las variantes, con las sorpresas, las pasiones y los secretos que proporcionan los testimonios. De eso hablamos, de la voz de los que no la tienen. A eso se ha dedicado Svetlana Alexievich, por lo que ha sido galardonada con el Premio Nobel 2015. “Trasciende el formato del periodismo y ha desarrollado un nuevo género literario que lleva su marca”, ha dicho, enfatizando, Sara Danius de su obra la secretaria permanente de la Academia sueca.

Ese periodismo que se desarrolla desde los años sesenta del siglo pasado se entrega al interés general con dedicación, intención y rigor. El objetivo es iluminar las zonas que se quedan a oscuras en las noticias. En las páginas de estas crónicas hay menos titulares que explicaciones, menos sustantivos y más sustancia. Más narración y menos precipitación. Los autores de este género se entretienen en los residuos que deja en las orillas del río ese caudal arrebatador llamado “actualidad”. En sus aguas bravas a duras penas cabe algo más que los titulares.

No soy capaz de distinguir entre un periodista y un escritor. Gay Talese nunca escribió ficción, pero es un periodista narrativo

“Martín Caparrós suele decir que le han pedido más veces 10.000 palabras sobre la crónica, que crónicas de 10.000 palabras”, cuenta el editor Miguel Aguilar del escritor argentino, autor de El hambre (Anagrama), referencia del actual panorama Latinoamericano del género. “No soy capaz de distinguir entre un periodista y un escritor. Gay Talese nunca escribió ficción, pero es un periodista narrativo. Son distinciones que no tienen fundamento. Hay crónicas breves en un periódico que son obras narrativas estupendas y novelas de 300 páginas que no lo son”, ironiza el editor de Debate, que compró los derechos de la periodista bielorrusa hace tres años.

Reporteros sin fronteras en su último informe anual sobre la libertad de información en el mundo señala varios periodistas que trabajan contra el poder a pesar de las consecuencias. Rafael Marques, en Angola, amenazado por publicar el libro Diamantes de sangre; Ahmet Sik y Nedim Sener (Turquía), se enfrentan a 15 años de cárcel por desvelar las conspiraciones del Gobierno; Yasin Kakande, de Uganda, fue despedido del periódico en que trabajaba y expulsado del país por un libro en el que denunciaba las condiciones laborales de los inmigrantes y la censura en los medios; la vida de Enrico Bellavia tiene precio por haber publicado sobre el mafioso Francesco di Carlo.

Componer como novelista

Ninguno de ellos dio por fallecido al lector. Ninguno de ellos cree en la venta de un icono televisivo en la portada del dominical como gancho para vender más papel. Mientras el esperpento coloreaba en fluorescente las portadas y trivializaba la realidad, algunos periodistas se dedicaban a ejercer la dignidad de su oficio protegidos por la tapa dura. A cobijo. Investigar, descubrir, divulgar, conocer, escribir y leer. “Un periodista con talento es capaz de componer como un novelista”, insiste Aguilar.

La lista de los Nobel del periodismo narrativo es infinita, afortunadamente. La balada de Abu Grahib, de Philip Gourevitch; La tumba de Lenin, de David Remnick; Gottland, de Mariusz Szcygiel; Hiroshima, de John Hersey; Cristo con un fusil al hombro, de Ryszard Kapuscinski; Ponche de ácido lisérgico, de Tom Wolfe; Ifigenia en Forest Hills: Anatomía de un asesinato, de Janet Malcolm; El oro y la oscuridad, de Alberto Salcedo Ramos; Cómo hacer un presidente, de Theodorer White; El desmoronamiento, de George Packer; Historia del presente, de Timothy Garton Ash…

La búsqueda del artefacto bonito es una forma de perseguir la verdad. Es hacerse muchas preguntas y dar mil vueltas

Álvaro Llorca, editor de Libros del KO, editorial especializada en periodismo narrativo adelanta algunas claves de este género: debe tener peso histórico, debe ser muy exhaustivo y revolucionario, es una labor artesanal que utiliza como material a las personas y sus testimonios, que reivindica el subjetivismo (equiparable a cualquier otra fórmula narrativa). Y siempre respetar el criterio de la verdad: “Debe transmitir información sometido a ese corsé. La búsqueda del artefacto bonito es una forma de perseguir la verdad. Es hacerse muchas preguntas y dar mil vueltas”, dice.

En la actualidad desaparecen los márgenes de la noticia, donde se concentra lo sabroso, donde los lectores sacan el máximo provecho. Ahí lo más brillante y colorista. “El cronista es un historiador del presente, con una mirada más amplia que la del diario”, explica Aguilar. Queremos leer sobre lo que nos rodea. “Lo determinante no es si se escribe desde la ficción o la no ficción, sino sobre las cosas más cercanas”. Bienvenida la realidad.