No puede ser fácil. De ninguna manera. Confieso que lo he soñado. He imaginado lo que se podría llegar a sentir cuando millones de personas en el mundo desean tener sexo contigo. Cuando tu sola imagen, tus movimientos, tu voz, estimula la imaginación y la genitalidad de aquellos a los que tu mirada desea. Y apenas pude disfrutar del enorme poder que detenta aquel que se limita a recibir ofrecimientos y a rechazarlos –o no- según su apetito. No pude porque me incomodó la plegaria atendida. Aunque solo fuese un juego de mi imaginación.

No puede ser fácil ser un mito erótico. No lo ha sido para Kim Basinger, la mujer que incendió una década entera bailando en combinación el You can leave your hat on de Joe Cocker y que, tras cuatro décadas en activo y casi 50 películas, el público apenas recuerda cuatro o cinco títulos suyos. No debe serlo cuando desafías una carrera entera al intento de demostrar que hay vida más allá de la Elizabeth de Nueve semanas y media y acabas interpretando, 31 años después, a la socia de Christian Grey en Cincuenta sombras más oscuras. Pura numerología.

Me niego a aceptar que el éxito o el fracaso definen a un actor. Es absurdo

No es la primera vez que hablo del mito y de lo caro que se lo cobra la industria. En especial el erótico, donde la mujer se lleva la peor parte. Pero hay algo en la trayectoria profesional de Basinger que me resulta más interesante que la propia connotación sexual que ella misma se encargó de fomentar definiéndose a sí misma como “criatura sexual”. Me interesa la gestión del fracaso y, por extrapolación, su vínculo con la profesión actoral.

Kim Basinger en una escena de la película.

Kim Basinger en una escena de la película.

Me niego a aceptar que el éxito o el fracaso definen a un actor. Es absurdo. Pero sí acaban condicionando la carrera de ese intérprete. Y tanto la gestión del aplauso como la del desinterés son vitales para sobrevivir a una de las profesiones más bellas y enriquecedoras del mundo pero también una de las infieles e inconstantes.

Renacer hasta tres veces

Kim Basinger había logrado lo imposible. Había comenzado como mito erótico y llegó a rodar con Robert Altman o Blake Edwards, había sido desacreditada y vilipendiada por sus ex maridos en público (y publicado) con todo lujo de detalles –los sexuales se pagaban mejor-, llegó a tener mala fama en la industria estadounidense tras el litigio por negarse a rodar Boxing Helena y acabó retirándose del cine, absolutamente arruinada, para regresar, cuatro años después, con L.A. Confidential y ganar un premio de interpretación de la Academia.

El 50% de los intérpretes que trabajaron en 2016 percibieron unos ingresos de 3.000 euros al año

Es la única actriz que ha sido portada de Playboy y tiene un Oscar. Y sin embargo, la única palabra que se nos ocurre para definir la trayectoria profesional de Kim Basinger es rara. Una filmografía plagada de películas mediocres con desconcertantes destellos de calidad. Y pese a que la profesión de actor circule por un camino lleno de simas, lo de Basinger resulta casi paranormal. Resurgir es difícil pero hacerlo dos y hasta tres veces tiene mérito.

50 sombras más oscuras.

50 sombras más oscuras.

Ahora extrapolen eso a España. Pero consulten antes los datos de la Fundación AISGE, la Sociedad de Gestión de Artistas e Intérpretes, sobre el ejercicio de los actores el año pasado. El 50% de los intérpretes que trabajaron en 2016 percibieron unos ingresos de 3.000 euros al año. Los afortunados, un 12%, logró ingresar 12.000.

Lo llaman fracaso y no lo es

Como en todas las profesiones, hay a quien le va muy bien pero no son representativos de la situación real de ese colectivo.

Cuando una actriz desaparece de la cartelera, no la vemos en una serie de televisión, no gana premios, no aparece en las portadas, lo llamamos fracaso y no lo es. No trabajar no es un fracaso. Es una injusticia. Debería escandalizarnos la precariedad laboral que, en esta profesión, encima es dolorosa porque es evidente. Y no están los tiempos para evidenciar la falta. Y tienen que sonreír en los photocall, posar como si fueran diosas y dioses, cuando muchos de ellos ignoran si tendrán trabajo el mes que viene.

La profesión de actor o actriz es la única que considera éxito al mero hecho de trabajar

No pretendo con esto despertar ningún tipo de conciencia caritativa. No va de eso. Sólo me gustaría que entendiesen que la profesión de actor, o actriz, o guionista, o la de cualquiera de los profesionales de la cultura en este país, es la única que considera éxito al mero hecho de trabajar. No al aumento de sueldo, no a las mayores responsabilidades, no al aplauso de los compañeros, no al estatus profesional. Les basta con trabajar. Sin contar si la película es buena, si se les paga su caché o lo tienen que rebajar.

Decía Truman Capote que el fracaso era el condimento que da al éxito su sabor. Son muchos los que se conforman solo con comer porque hace tiempo que perdieron el paladar.