David Bustamante.

David Bustamante.

Un amigo me dijo en cierta ocasión que “no hay nada peor que arrojar luz sobre el pesimismo, por la sombra cruel e impostora que se proyecta”. Algunos días creo que tenía razón, y en su momento aquella frase me sirvió para agarrarme a ella en mitad del naufragio. Pero con el tiempo uno se da cuenta de que, a veces, es de la trampa que se oculta en las tinieblas del optimismo de la que conviene cuidarse. Por la falsa esperanza que ofrece a quien está desesperado por encontrarla.

Otro amigo, esta vez músico, me hablaba hace un par de días de la ilusión con la que recibía la profesión —y él en particular— el informe publicado la semana pasada por la IFPI (Federación Internacional de la Industria Fonográfica) y cuya conclusión principal, destacada por varios medios de comunicación a modo de titular, era que la industria de la música había crecido en 2016 un 5’9%, lo que suponía el mayor crecimiento desde 1997 y ponía de manifiesto la deseada recuperación del sector musical. O, por lo menos, era un buen comienzo. Como los brotes verdes de Zapatero.

La industria de la música había crecido en 2016 un 5’9%, lo que suponía el mayor crecimiento desde 1997 y ponía de manifiesto la deseada recuperación del sector musical

La industria musical no sólo no ha dejado atrás su crisis particular ni muestra signos esperanzadores de recuperación, sino que se encuentra peor que nunca. Desde cerca, los números pueden parecer optimistas. Favorables, incluso, si pegamos mucho la nariz al papel. Pero si alejamos un poco el foco y observamos la situación en su conjunto, la realidad es que el sector se va al carajo. Todo es cuestión de perspectiva.

Mentiras y estadísticas

Permítanme recurrir al ejemplo del desempleo. En febrero del año 2014, la ministra Fátima Báñez sacaba pecho ante la prensa debido a la importante reducción de la tasa de paro en España. De 5.040.222 parados en febrero de 2013 se había pasado en un año a 4.812.486, lo que significaba que el desempleo se había reducido en 227.736 personas. Sus palabras exactas fueron: “El mercado laboral ya se ha dado la vuelta y estamos creando empleo”.

Sin embargo, si tenemos en cuenta que en febrero de 2012 había en España 4.712.098 parados, la conclusión es que en aquellos dos primeros años del gobierno de Mariano Rajoy no se había creado empleo, como afirmaba la ministra, sino que, en total, se habían destruido más de cien mil puestos de trabajo.

Decía Mark Twain que existen tres tipos de mentiras: la mentira, la maldita mentira y las estadísticas. Todo depende de los datos que se tomen como referencia. Uno puede estar diciendo la verdad y, a pesar de todo, estar contando una mentira muy gorda. Y viceversa.

Lo que no se ha subrayado con tanto ahínco es que en esos veinte años solamente se han generado ingresos en dos ocasiones. Que los otros dieciocho ejercicios económicos se han cerrado con pérdidas

Con la industria musical ocurre algo parecido. Los titulares se han centrado en que, en 2016, sus ingresos a nivel mundial han aumentado casi un 6%, de lo que se colige que la cosa va mucho mejor. Se ha contado una verdad: es el mayor crecimiento del sector desde 1997.

Lo que no se ha subrayado con tanto ahínco es que en esos veinte años solamente se han generado ingresos en dos ocasiones. Que los otros dieciocho ejercicios económicos se han cerrado con pérdidas. Y tampoco se ha recalcado que, durante esas dos décadas, los ingresos de la industria musical se han reducido en un 50%. O dicho de otro modo: si en lugar de afirmar que ha crecido un 6% en 2016 y un 3% en 2015, decimos que ha caído un 41% desde 1997, no estaríamos mintiendo.

Como la mentira de las pensiones

La tendencia, no obstante, es positiva. Resulta innegable. Al final, también el paro se terminó reduciendo. Sin embargo, en este caso es peligroso arrojar luz sobre el optimismo. De igual forma que uno de los motivos por los que aumentó el empleo fue, además de por la creación de puestos de trabajo, por la reducción de la población activa debido a causas como el envejecimiento o la emigración —sólo en 2014, el año en el que el mercado laboral “se dio la vuelta”, la población activa se redujo en 424.500 personas—, en el caso de la industria musical se debe tener en cuenta que, desde 1997, cuando sus ingresos empezaron a caer a plomo, la población mundial ha aumentado en mil setecientos millones de personas.

De aproximadamente 5.800.000.000, hemos pasado a ser 7.500.812.000, lo que supone un incremento poblacional del 30%. Que el crecimiento correlativo de la industria haya sido de un 9% debería considerarse casi un fracaso.

Se parece a eso de que las pensiones suben un 0.25% cuando el aumento del IPC es de un 1.5%. Es decir, en realidad, el poder adquisitivo de los pensionistas no sube: baja un 1,25%

Se parece a eso de que las pensiones suben un 0.25% cuando el aumento del IPC es de un 1.5%. Es decir, en realidad, el poder adquisitivo de los pensionistas no sube: baja un 1,25%. Pero en el caso del sector musical, aunque la tendencia al alza se confirmase en 2018 y los ingresos continuasen aumentando, el detalle de los datos aportados por la IFPI no hace pensar en un futuro muy alentador para la industria.

En primer lugar, porque el desplome de las ventas de discos ha sido mortal de necesidad. De todos los álbumes publicados en 1997, los más vendidos fueron los de Shania Twain, Céline Dion, Backstreet Boys, Andrea Bocelli y las Spice Girls. De su Come on Over, Shania Twain ha llegado a vender cuarenta millones de copias.

Spice Girls.

Spice Girls.

Céline Dion ha vendido treinta y un millones de Let’s Talk About Love. Los Backstreet Boys sacaron dos discos ese año; en total, suman cincuenta y cinco millones. Y en los veinte millones de copias se quedan Andrea Bocelli y las Spice Girls, respectivamente. En 2016, el disco más vendido —tanto en formato físico como digital— ha sido el Lemonade de Beyoncé, con solo dos millones y medio de copias. Una cifra que no parece que vaya a multiplicarse con el paso de los años.

El mágico 'streaming'

¿Cómo es posible que la industria haya aumentado sus ingresos el año pasado si el álbum con más éxito comercial del mundo en 2016 ha vendido tanto como lo que vendía hace dieciocho años un disco de Estopa? Debido a los servicios de música online. El conocido como “streaming”.

La música en internet ya supone la mitad de los ingresos globales de la industria musical. El año pasado, la venta de discos físicos cayó un 7,6%, en un hundimiento permanente que se viene repitiendo todos los años dese hace dos décadas. Pero también han caído los ingresos por descargas, que descienden un 20,5%. Lo que no desciende, sin embargo, es la piratería, que en el caso de la música en España y según el Observatorio de la piratería y hábitos de consumo de contenidos digitales, ha aumentado hasta situarse en un 26% del consumo total de contenidos musicales.

Lo que no desciende, sin embargo, es la piratería, que en el caso de la música en España y según el Observatorio de la piratería y hábitos de consumo de contenidos digitales, ha aumentado hasta situarse en un 26%

Pero el streaming —básicamente, las plataformas YouTube y Spotify— ha experimentado en 2016 un aumento de sus ingresos en un 60,4%, lo que no sólo ha servido para paliar el desmoronamiento de las ventas de discos físicos y digitales, sino que además ha logrado invertir la tendencia del sector y cerrar el año con beneficios. Sin embargo, esto no es ni mucho menos un síntoma de la buena salud de la industria. Más bien, todo lo contrario.

Los ingresos por streaming, salvo diminutas excepciones, están en manos de muy pocos, y muy difícilmente se traducen en ganancias para las compañías y muchísimo menos para los músicos. Ya me dirán cómo puede estar atravesando una buena racha un sector en el que hay un par de vendedores haciendo mucho dinero y muy pocos productores logrando sobrevivir —el informe de la IFPI habla de “brecha de valor”—. Pan para hoy.

Precariedad

Echando un vistazo general a las cifras, a la industria musical parece haberle ido bien en 2016. Ha crecido un 5,9%. Pero la realidad es que no le va bien en absoluto. En los últimos veinte años, sus ingresos han caído a la mitad. Han repuntado en 2015 y 2016, pero no porque se vendan más discos, ya que la situación es exactamente la contraria, sino porque se han generado enormes ganancias en un par de plataformas de streaming que no se traducirán en una mayor inversión en grupos o solistas, ni en sesiones de grabación en estudios profesionales, ni en giras bien planificadas y bien desarrolladas. Al revés: la situación de los profesionales de la música es cada vez más precaria.

A diferencia de las buenas sensaciones que tiene mi buen amigo el músico, más vale ser prudente con el optimismo que ha provocado ese 5,9% de crecimiento, porque ni se venden más discos, ni se descargan más canciones en plataformas de pago, ni se está obteniendo rentabilidad a partir del streaming, salvo las dos o tres empresas grandes que lo ofrecen. Y aún en ese caso, habiendo más de siete mil millones y medio de personas en el mundo y siendo la época histórica en la que más música se consume con diferencia, poco mérito me parece ese 5,9%, qué quieren que les diga.

La industria musical no crece. No ha crecido en veinte años; todo lo contrario. Ni tampoco ha crecido cuando sí lo ha hecho, porque el aumento se debe a los dividendos de un par de sitios web mientras el sector sigue agonizando

La industria musical no crece. No ha crecido en veinte años; todo lo contrario. Ni tampoco ha crecido cuando sí lo ha hecho, porque el aumento se debe a los dividendos de un par de sitios web mientras el sector sigue agonizando. Cuando yo era un chaval, ahorrabas unos duros, te comprabas cuatro o cinco discos al año, y las cosas iban bien. Ahora puedes escuchar todos los álbumes que te dé la gana en tu móvil y el mercado, a excepción de un par de casos, no es capaz de rentabilizarlo. Al final, tenía razón E.E. Cummings: “Nada retrocede tanto como el progreso”. Y nosotros aquí echando las campanas al vuelo. Esta burbuja no durará mucho.