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El sexo hace la Transición

Algo está cambiando: de la carne al intelecto, la transexualidad pierde morbo en los filmes españoles y extranjeros.

16 enero, 2016 02:49

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En el acrónimo LGBT, el colectivo transexual ocupa el mismo puesto que en la sociedad, y, en la sociedad, el mismo que en el cine: el último. Las grandes producciones audiovisuales han recortado en reivindicación sexual por el lado del cambio de género y, mientras la figura homosexual -e incluso la familia homoparental- se va acomodando a la pantalla, la normalización trans continúa dejándose para luego. Todos somos juez y parte de esta simbiosis entre la vida y el arte: el cine bebe de la sociedad y la sociedad aprende del cine.

Este viernes se estrenó La chica danesa -dirigida por Tom Hooper y protagonizada por Eddie Redmayne-, un filme homenaje a la primera mujer transexual, Lili Elbe, y las reacciones han sido diversas: desde su prohibición en Qatar a sus cuatro nominaciones a los Oscar. “El problema es que es una película tan diseñada para un circuito de prestigio que cae en la falta de compromiso”, expone el crítico Carlos Reviriego. “No pone el foco en el transgénero, sino en la historia de amor de la pareja. Gustará a todo el mundo, tenga la ideología que tenga”.

La figura ha quedado en el imaginario colectivo del espectador español como la de una mujer excesiva y farandulera

Reviriego observa que el cine transexual está desviando su atención “del sexo a la psicología, de la carne a la introspección”. Eso, claro, hace más fácil su digestión a espectadores fáciles de escandalizar. A nivel internacional, este milagro de la evolución pasa de películas como Glen or Glenda (Edward Wood, 1953) -donde transexual era caricatura- a historias más sensibles, menos forzadas, como Boys don't cry (Kimberley Pierce, 1999) o Transamérica (Duncan Tucker, 2005). Pero España aún tiene cuentas pendientes que el cine extranjero -sobre todo, el estadounidense- ha saldado: desde 1972 hasta hoy, no se han hecho más de seis películas en las que se aborde el transgénero como tal, sin ser reducido -como es habitual- a mero travestismo.

“¡Y cómo se aborda!”, Mané Fernández, portavoz transexual de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales, levanta las cejas. “Nunca nos hemos sentido representados porque nuestras películas son puro estereotipo”. Fernández explica que la figura ha quedado en el imaginario colectivo del espectador español como “la de una mujer excesiva y farandulera que se dedica al trabajo sexual y que vive en una exclusión social muy marcada”.

Fotograma mítico de La ley del deseo, película de Pedro Almodóvar.

Fotograma mítico de La ley del deseo, película de Pedro Almodóvar.

El portavoz se siente molesto: “Se sigue explotando el morbo de la realidad transexual, se comercializa con él. A la otra cara se la invisibiliza”. El agradecimiento a Pedro Almodóvar, soberano del juego de géneros, es relativo. “A Almodóvar hay que reconocerle que en España se empezase a hablar de transexualidad, pero algunos de sus personajes han dejado un mensaje irreal y poco educativo”.

Avanzadilla Almodóvar

El propio director no parece ser consciente de ello, ya que en la clase magistral ofrecida este martes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, se erigió como el portavoz cinematográfico "de la libertad y la autonomía moral" y subrayó que "desde antes que Katheleen Jenner se cambiara de sexo, en mis películas aparecían transexuales y mi corazón estaba con ellos".

Carla Antonelli -diputada socialista y activista LGBT- está de acuerdo en parte. Para ella, la mujer trans por excelencia del cine almodovariano es Carmen Maura en La ley del deseo (1987): “Es energía, heroicidad”, celebra. Menos le gusta el poso que deja la encantadora Agrado, Antonia San Juan en Todo sobre mi madre (1999): “El papel de Antonia es sublime, inigualable, pero hablemos del mensaje: es un personaje sumiso, asumido en su desgracia, una mujer postergada y obligada a la mamada”. Antonelli expone que las personas transexuales no son más que el “fiel reflejo del resto de la sociedad”, por lo que “cualquier gama de color le es posible”, pero “es cierto que el colectivo, por el trato que recibe, necesita más referentes positivos que no ha tenido”.

Es lógico que la figura transexual se haya asociado en su cine con la vanguardia, la subversión, lo sucio, lo irreverente

La activista cree que lo crucial no es que se trate el tema como eje central, sino que se normalice, que se incruste en la sociedad de forma natural. Ella misma interpretó a Carla (El síndrome de Ulises, 2007), el primer personaje transexual con papel fijo en una serie española. “No había burlas ni exageraciones. Era la dueña de un bar, tenía adoptada a una niña ciega y era aceptada en el barrio. No se habló de su transexualidad en tres temporadas, excepto una vez que fue al médico”.

Bibiana Fernández en Cambio de sexo.

Bibiana Fernández en Cambio de sexo.

“Naturalidad es lo de Almodóvar”, repone Reviriego, a la defensa del cineasta. “Fíjate que en La ley del deseo, Carmen Maura, una mujer hetero, es la transexual, y Bibi Andersen hace de madre. Él se mueve cómodo en los opuestos: hombre-mujer, amor-sexo, represión-deseo”. El crítico recuerda que Almodóvar ignora las fronteras. Por ejemplo, en toda su obra, “que es una reacción a los años del oscurantismo”, no hay ninguna mención a Franco. Igual hace con el sexo. El director extrae con una cuchara la cultura del subterfugio y la visibiliza: “Es lógico que la figura transexual se haya asociado en su cine con la vanguardia, la subversión, lo sucio, lo irreverente. Él giró la noción de la marginalidad”.

Reviriego, sin embargo, nota un cambio sustancial. No sabe si Almodóvar se ha “ablandado o sofisticado”, pero le achaca moderación: “En La piel que habito (2011) abandonó de una vez por todas el exceso de la carne para centrarse en los demonios interiores”.

Solterona y provinciana

Vale que el icono transexual de Almodóvar arrojase luz a algunos conceptos y viva en la retina moderna, pero la irrupción del lumpen en tierra firme, su escalada de estrato social en España, llegó mucho antes. Fue Jaime de Armiñán quien introdujo en el cine la idea trans con Mi querida señorita (1972), protagonizada por José Luis López Vázquez y nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa. 

López Vázquez fue Adela -un caso, se entiende al final, de intersexualidad-, la madurita, solterona y provinciana mujer que se afeitaba todos los días y deseaba en secreto a Isabelita, la chica de servicio. Aquí una ruptura inteligente en el tardofranquismo: Armiñán esquivó la censura por sutil, por brillante, por trufar el drama de comedia. Es Vicente Aranda quien remata abordando el tema sin tapujos por primera vez en Cambio de sexo (1977), con Victoria Abril y Bibiana Fernández.

Queremos hacer visible al hombre transexual, salir del icono de la mujer

El productor Pau G. Guillén, director de Zinegoak -uno de los principales festivales LGBT en España que se celebra a finales del mes que viene- opina que “en cuanto el cine transexual se trata con cariño, acaba dirigiéndose a un mercado específico”. Aunque su ciclo llene Bilbao con 3.000 anuncios e incluya actividades infantiles, sabe que “la gente que oye hablar de cine LGBT cree que vamos a hacer sexo”. Este año, su cartel lo viste un hombre transexual con cicatrices en unos antiguos senos que son ya pectorales: “Nuestra intención es contar cosas que habitualmente no están. Queremos hacer visible también al hombre transexual, salir del icono de la mujer" 

Daniel Sánchez-Arévalo -director de AzulOscuroCasiNegro (2006) y Primos (2011), entre otras- prefiere no mojarse: “Claro que apoyo cualquier película que ayude a la tolerancia, pero no creo que haya que abordar los temas porque sí”. Dice que no quiere entrar en el debate y se muestra incómodo. Será que al final, como explica Ana Gómez, psicóloga experta en diversidad sexual y de género, no es el cine quien contagia a la sociedad, es la sociedad quien contagia al cine.

La asociación a la que pertenece -el Colegio de Psicólogos de Madrid- emitió en septiembre de 2015 un comunicado pionero en nuestro país: en él mantenían que la transexualidad no es una patología, que el tratamiento psicológico en estos casos sólo responde a la transfobia. Eso sí, aún no han sido secundados a nivel estatal. “Llevamos 20 años de desventaja respecto a los países anglosajones”, suspira. “Nosotros hemos creado el primer grupo de trabajo en psicología LGBT, y el segundo y último está en Barcelona”.

Gael García Bernal en La mala educación (2004).

Gael García Bernal en La mala educación (2004).

Gómez tiene esperanzas de que en un período de 10-15 años, la transexualidad siga el proceso de aceptación de la homosexualidad. A pesar de la Ley Integral que no acaba de aterrizar. A pesar del suicidio de Alan. A pesar de que 2016 se haya inaugurado con una agresión transfóbica al grito de “Tú eres un maricón” en Lavapiés. “Las conquistas son lentas pero seguras”. Y sonríe Gómez dos veces. La segunda, desde su foto de perfil de whatsapp con su mujer y su hijo.