Yo no me aclaro. Pierde uno, no ya la vergüenza, sino hasta la perspectiva caballera cuando se pasa ocho horas al día sentado frente al televisor. A verrrrrrrr. Que alguien me lo aclare, por favor: ¿acaso han reconvertido esta edición de ‘Supervivientes’ en el nuevo programa de Jesús Vázquez, ‘Proyecto Bullying’, el del acoso escolar a cascoporro? ¿Lo llamarán, a partir de ahora, a causa de la furibundez de Mila Ximénez, ‘Superbullyingentes’?

Porque me temo lo peor. Mucha mierda me ha tocado ver, y padecer, a lo largo y ancho de estos tres largos lustros que llevo escribiendo sobre televisión. Ahora bien, pocas veces he llegado a sentir tanta vergüenza ajena ante una vejatoria bronca como el día en que Mila se la liaba parda a Yola a pie de playa.

Mila actúa como el poli malo de una comisaría hondureña en la que no contratan polis buenos. Se comporta como la ancianiña malcriada de ‘El exorcista’. Un cabreo constante embutido en un bañador naranja fosforito. Habla, incluso, lenguas remotas y exóticas durante sus calentones. Vive en modo Enfado Perpetuo. Telebasurera come telebasureros. Es la Abuelita Paz de las posguerras austrohúngaras. O sea, la Abuelita Guerra Termonuclear Global (Sin Muelas). Y sus pugnaces modos barriobajeros han convertido a Yola en la recauchutada niña acosada por todo el mundo en los interminables recreos ‘realitiviseros’.

Como dijo el otro día el gran Kiko Matamoros: “Mila [Ximénez] se tira los pedos por la boca”. Y como ha comentado sobre ella ‘Juasjuasjuás’ Vázquez, su presentador y amiguito del alma: “Yo soy amigo de Mila, pero prefiero que no gane. Primero, por amistad. Yo creo que no le convendría ganar el concurso para enfrentarse luego a lo que le tocaría. La audiencia de ‘Supervivientes’ no necesita que gane Mila”. Con amigos así, ¿quién coño necesita rodearse de un montón de robinsones contrincantes? ¡Qué aburrimiento! ¡Qué desazón!

Suso, anoche, gritando a Yola “¡’cagá’ y lameculos!”, a medio palmo de su cara, en plan maltratador desaforado. ¿Se han vuelto locos estos romanos o qué? ¿Tan contagiosa resulta ser esta violencia de chichinabo? Llaman “tonta” y “retrasada” a la pobre víctima, cuyo único deseo existencial es montar un desfile para cocos sandungueros bajo una palmera. Yola, hija mía, ¿por qué te quieren tan mal esta pandilla de majaras descerebrados? ¿Te ven virtual ganadora y eso es algo que no pueden soportar? ¿Habrá pasarelas top en el paraíso celestial?

Dulce, Suso, Mari Carmen, Steisy y, ahora, Yola. Larga y sinuosa es la lista de víctimas tocadas y hundidas en el reality ‘chof’ más cafre del panorama catódico. Cinco son las cándidas almas damnificadas por la mala leche perpetua de esa verduga implacable conocida como Mila Ximénez. “Te prometo que yo hoy no he comido ni coco ni arroz porque me estoy reservando para cenar esta noche en el hotel”, le decía anoche a ‘Juasjuasjuás’, a sabiendas de que estaba a punto de pirarse. Mila está triste y se quiere marchar del concurso, sabedora de que sus chunguísimas movidas han dejado al descubierto, frente a las cámaras telecinqueñas, su verdadera personalidad. Conoce Mila su realidad. No habrá tongo para ella.

No. No puede haber tongo para Mila. Esta vez no nos la pueden colar.

Dejemos de aplaudir, por una vez, cada espumarajeante ladrido del poli malo.

Del acosador.