¡Ay, desdichada España...! Tenemos un país de traca. Mientras hay gente que rebusca en sus contenedores de basura de cada Día, cada vez son más los que se apuntan a esto de la alta cocina para epatar a sus semejantes y ‘cuñaos’. Das una patada a una Thermomix y aparecen comerciales, santos, locos, reyes, bufones, ferroviarios, bisabuelas, neurólogos, mimos, líderes sindicales, políticos, escultores, mariachis, dramaturgos, espías, sepultureros, físicos, botánicos poetisas muertas, nobles, espiritistas, arciprestes, toreros, duques y mariscales.

Todo dios pretende, por estos lares, convertirse en ‘masterchef’ del año. Amenazan ahora los de La 1 con una edición del ‘MasterChof’ especial ‘celebrities’. ¡Uf, qué miedo! ¿Qué concepto tiene esta gente de lo que son, realmente, ‘celebrities’? Porque la lista es para echarse a temblar. ¿Loles León? ¿María del Monte? ¿Cayetana Guillén Cuervo? ¿Fernando Tejero? ¡Juás! Pues muy bien. Un festival. Pero el que tendría que estar ahí, obligado por decreto, es el mítico Bertín, ¿no?

Karlos Arguiñano.

Karlos Arguiñano.

Por eso hay que reivindicar aquí hoy, por la vía de urgencia, al ‘telechefisivo’ genuino y verdadero más grande que ha dado este país hasta el día de hoy: Karlos Arguiñano Urkiola, el amo y señor de Desembarco del Perejil. Por más que profesores de informática, gánsteres, banqueros (que es una especie meliflua, ñoña e intrascendente), exploradores, salteadores de caminos, diplomáticos, líderes de los musulmanes negros, historiadores, criminales de entreguerras, xilógrafos, héroes, condes, magos, fundadores de cadenas hoteleras, pedagogos, sibaritas y caballeros españoles que, con sus capas totalmente desplegadas, abarrotan el intransitable Barrio Chino televisivo empeñados en facturar un risotto de setas con extra de socarrat.

Aquí todo dios cocina como si fuera Dios, sí. Pero el primero de todos fue ArguiñaSí. Conviene no olvidar de dónde venimos para saber a qué puñetera meta nos dirigimos.
Desde que mandó a freír espárragos el chef vasco a Vasile y compañía, esa recua de listillos empanados para quienes la telebasura es algo más que un modus vivendi, lo cierto es que le ha ocurrido de todo. Comenzó militando en la tarde/noche antenatresera, dando estopa al telebasureo de la competencia. Sin embargo, las cosas parecen habérsele complicado este año al ‘lehendakari’ del perejil. Ha regresado al mediodía, aunque, curiosamente, cada vez se aleje más de la hora de la zampa. Un poco más, y calzan su programa a las seis de la mañana, franja en la que lo único que le apetece a uno ver cocinar son churros, o porras, o tostadas francesas.

El chef vasco.

El chef vasco.

¿Será que el rey del ‘chachachef’, nuestro saludable Cassius Marcellus Clay ‘emperejilado’ está empezando a perder pegada? Es decir, ¿le sienta mal repartir el pastel del ‘share’ con los ‘Gemeliers’ Torres, Alberto Chicote, los ‘MasterChof’ y el resto de advenedizos en los telefogones patrios? O dicho en otras palabras: ¿cuánto se tarda en cocer los tres huevos duros que da a sus dragones Pablo Khaleesias?

Seamos razonables por una vez. No nos volvamos tan locos, que luego estas cosas siempre nos pasan factura. Lleva Karlos Arguiñano casi 25 años ahí, día tras día, chiste tras chiste, hervor tras hervor, enseñándonos a comer mejor. Un cuarto de siglo. Que se dice pronto. Y el tío sigue tan fresco como esas ramitas de perejil que tanto ama. Él nunca lo haría, de modo que no lo abandonemos. Nuestras digestiones estomacales lo agradecerán algún día de estos. Porque no todo puede ser fritanga. O sea.