Un hombre jugando a Pokemon Go en su móvil.

Un hombre jugando a Pokemon Go en su móvil. REUTERS/Kham

Tecnología BMJ especial Navidad

El efecto efímero de Pokemon Go sobre el ejercicio: dura mes y medio

La conocida aplicación saca a la calle a los más sedentarios, pero el efecto dura poco. 

14 diciembre, 2016 11:02

Noticias relacionadas

Katherine Howe es una investigadora predoctoral en la Universidad de Harvard, donde da clases de una asignatura tan seria como Enfermedad cardiovascular y política sanitaria. A pesar de ello, Howe no ha dudado en posar sentada al lado de Pikachu, uno de los pokemon más conocidos, en un video elaborado para difundir su última investigación, que versa precisamente sobre Pokémon Go y su impacto sobre la salud pública.

Pokémon Go y actividad física

El tema escogido parece alejado de los que protagonizan habitualmente las sesudas publicaciones científicas a las que, teóricamente, debe aspirar un buen investigador. A pesar de eso, el trabajo se ha publicado en el último número de una muy buena revista, The BMJ, pero no en su edición normal. Es uno de los escogidos para protagonizar el número especial de Navidad de la revista inglesa, lleno de buena ciencia sobre temas imposibles.

Se trata de estudios hechos con el máximo rigor científico, pero cuya temática se sale de la línea habitual de la revista. Es una tradición que empezó en 1982 -sin avisar a los atónitos lectores- y en la que ahora quiere figurar todo investigador que, además de su buen hacer científico, quiera atesorar su buen humor.

Un fenómeno global

En la edición de este año, el trabajo de Howe es uno de los escogidos. La investigadora decidió llevar a cabo su estudio tras salir a pasear con un amigo suyo, alguien "alérgico" al running o a caminar. Corría el mes de julio en la ciudad de Boston y, por primera vez en su vida, su amiga le vio desplazarse voluntariamente a una velocidad mayor de lo normal. No, su amigo no se había pasado de repente a la vida sana ni había descubierto una afición oculta durante años: lo que su compañero estaba haciendo era perseguir a un pokemon, una de las criaturas que aparecen como por arte de magia en los teléfonos móviles que tienen instalada la aplicación Pokémon Go.

Puesto que el videojuego se estaba convirtiendo ya desde el principio en un éxito sin precedentes -se ha descargado al menos 500 millones de veces desde su lanzamiento-, la investigadora supuso que el caso de su amigo podría no ser el único y se hizo la siguiente pregunta: "¿ayudaría el juego a algo tan necesario como fomentar la práctica de ejercicio físico?".

Para responder a esta pregunta ella y sus colaboradores diseñaron una encuesta online para 1.182 participantes de entre 18 y 35 años. El requisito era que usaran un iPhone 6s, porque este teléfono móvil registra automáticamente el número de pasos de sus usuarios. Y así es como habían decidido medir el impacto del juego: comparando los pasos semanas antes de descargarse la aplicación y los de las posteriores a hacerlo. 

Howe explica a EL ESPAÑOL que el estudio no se diseñó específicamente para el número de Navidad de The BMJ pero que creyeron que encajaba en el espíritu de esta edición. "No haber publicado en el número de Navidad es una de las seis cosas que lamenta un científico en su lecho de muerte", bromea.

Como buena fan de J.K. Rowling y J.R.R. Tolkien, los estudios favoritos de Howe publicados históricamente en este número son dos, uno que demostraba que el lanzamiento de un nuevo libro de Harry Potter disminuía las lesiones en niños y otro que ponía en evidencia que Smeagol (uno de los protagonistas de El señor de los anillos) tenía una personalidad esquizoide.

Efecto intenso pero poco duradero

Volviendo al trabajo de este año, los investigadores dirigidos por Howe vieron que, de todos los participantes, un 47,4% había utilizado Pokémon Go de forma habitual. El análisis de los datos de su móvil desveló que el videojuego había tenido un efecto importante sobre su actividad física: en la primera semana, había supuesto 11 minutos adicionales de paseo a una velocidad de al menos cuatro kilómetros por hora.

Sin embargo, el número de pasos fue decayendo paulatinamente en las siguientes cinco semanas. Mes y medio después de la emoción de cazar el primer pokemon, los vagos volvían a serlo y los niveles de actividad física estaban igual que antes de la instalación.

Aunque los resultados suponen un jarro de agua fría para quien tuviera esperanzas de implantar el uso de Pokémon Go como estrategia contra la enfermedad cardiovascular, los autores se muestran optimistas. "Durante seis semanas se puede hacer mucho para incrementar la actividad física; ahora sólo tenemos que ser más creativos para encontrar maneras que hagan que la gente mantenga esta actitud", explica uno de los autores, Eric Rimm.