Hace cinco años, el 15M supuso un cambio participativo. La tecnología tuvo mucho que ver.

Hace cinco años, el 15M supuso un cambio participativo. La tecnología tuvo mucho que ver. EFE

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Ciudades inteligentes: ¿democracia o control?

Madrid se convierte estos días en punto de encuentro de expertos en el uso de la tecnología para hacer de las ciudades lugares de democracia y participación. ¿Pero es esto realmente así? ¿Cuál es la receta?

24 mayo, 2016 01:19

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Conocer los sueldos públicos, el establecimiento de rutas eficientes de movilidad o ser capaz de decidir cómo debería ser la reforma de una plaza mediante una votación a través de una simple aplicación, son algunas de las características más visibles de las llamadas ciudades inteligentes.

"Ser una ciudad inteligente es a lo que aspiraban hasta ahora todas las ciudades, ¿quién no querría serlo?", comenta el concejal de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Madrid, Pablo Soto. "Pero ahora el nuevo reto es ser ciudades democráticas: no sólo llenarlas de sensores para medir todo en tiempo real cómo se riega un parque, sino que la gente pueda decidir precisamente si quiere ese parque, o más carriles bici...", comenta.

Durante toda esta semana, una serie de conferencias, seminarios y talleres convierten a Madrid en la referencia mundial de las ciudades democráticas gracias al uso de la tecnología. Por un lado, en el MediaLab-Prado se han programado talleres y sesiones para pensar y diseñar herramientas, procesos y estrategias para impulsar la participación democrática. Por otro, un ciclo internacional de conferencias llenará el Museo Reina Sofía de expertos y activistas que reivindicarán el derecho a más democracia y participación en las ciudades gracias, precisamente, a la tecnología.

Esta semana de eventos, denominada "Democracy Lab", ha sido organizada por el Laboratorio de Inteligencia Colectiva para la Democracia, una iniciativa creada por el área de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Madrid. 

"Buscamos incentivar la participación ciudadana a partir de tecnología libre y procesos colaborativos", comenta a EL ESPAÑOL Bernardo Gutiérrez, miembro del mencionado Laboratorio. "Queremos que organizaciones e instituciones como las ciudades compartan código con otro tipo de actores sociales". Para ello, no sólo cuentan con el apoyo de los ayuntamientos de Madrid y Barcelona, sino que participa también en D-CENT, un proyecto que trata de impulsar la democracia directa con financiación europea.

La idea es poner en común experiencias y tácticas entre los participantes. Hackers, activistas, técnicos de los ayuntamientos, académicos... Un auténtico crisol de personas van a compartir experiencia y herramientas, que luego se van a poner a disposición de instituciones como el Ayuntamiento de Madrid y de movimientos sociales.

Democracia y control

Cuando la tecnología entra en la ecuación de la participación democrática, enseguida surgen las dudas acerca de los datos. ¿Quién los controla? ¿Para qué? ¿Qué garantías de seguridad y privacidad existen? Precisamente, existen una cierta suspicacia hacia el modelo de ciudad inteligente que tantas veces promocionan empresas y políticos. 

Francesca Bria, coordinadora de proyectos del D-CENT y participante en estas jornadas en Madrid, alertaba hace justo un año en Barcelona de que "toda esta tecnología aplicada a las ciudades no ha dado ninguna solución a la crisis ni ha construido mejores ciudades ni sociedades". "Vamos hacia un gran mercado basado en la venta de los datos personales", aseguraba.

Por su parte, desde el Ayuntamiento de Madrid, Soto recuerda que los datos manejados por el consistorio tienen los máximos niveles de protección y la privacidad queda salvaguardada, igual que los datos que generan las multas o el padrón.

Frente a la gestión de datos "centralizada y privada", comenta Gutiérrez, en Democracy Lab se está apostando por las redes distribuidas y la cultura del software libre. "Justo uno de los ejes de este encuentro es generar otro modelo, que sea más smart citizen (ciudadano inteligente) que smart city (ciudad inteligente)". 

En España el movimiento 15M marcó un antes y un después en participación ciudadana, pero falta confianza en las instituciones

Bajo esta óptica, se intenta buscar y promover al ciudadano productor de datos, más proactivo y autogestor. El problema es que la gente no es tan proactiva. ¿Realmente queremos participar? "Creo que esa participación hay que trabajarla", afirma Gutiérrez, "en lugares en donde ha habido una participación democrática muy alta obviamente es más fácil".

"Creo que en España el movimiento 15M marcó un antes y un después, pero institucionalmente es necesario un poco más de recorrido para impulsar la participación ciudadana, aquí falta un poco de tradición y de confianza en las instituciones", apunta. 

En estos tiempos de datos débilmente protegidos y fácilmente filtrables, los organizadores quieren subrayar que el principal debate encima de la mesa es el de la privacidad. "Hace tres o cuatro años ese miedo no existía, y ahora todo el mundo se apunta al cifrado", recuerda Gutiérrez, que afirma que lo que este evento quiere impulsar es "más democracia, menos control, más privacidad". Es decir, que cada uno pueda tener control absoluto sobre qué grado de privacidad han de tener sus propios datos. "Esto es clave", afirma, y resume: "Más privacidad para las personas, más transparencia para los datos públicos". 

En este sentido, Pablo Soto es rotundo: "No, la democracia directa de la ciudad no genera más control de la administración sobre el individuo, sino todo lo contrario: se produce más transparencia, un gobierno que necesita hacer cosas que convenzan a la ciudadanía". "De hecho", añade, "los gobiernos tienden a tener ramalazos autoritarios cuando la ciudadanía es incapaz de articular sus reivindicaciones".

Los casos "ejemplares"

Los organizadores destacan como ciudad ejemplar a Helsinki, que tiene ya una larga tradición en participación ciudadana a través de la tecnología. También subrayan el ejemplo de Ámsterdam y, en general, Islandia, no sólo por su plataforma de participación ciudadana Better Reykjavik, sino por la forma en la que invita a todos sus ciudadanos a sentirse parte de las decisiones. 

Estonia también es un estado muy avanzado en democracia digital y participación, recuerdan los organizadores. "También ha venido gente de Porto Alegre (Brasil), a compartir todo el legado del Foro Social Mundial de 2012, sus sitios participativos y su gabinete digital", comenta Gutiérrez, que subraya cómo Madrid y Barcelona "han dado un salto cuantitativo notable" en participación ciudadana y se encuentran casi en la vanguardia de este movimiento. 

Soto explica a EL ESPAÑOL que existen diferentes procesos de participación directa en Madrid: uno de ellos, el de las propuestas ciudadanas, "se parece mucho al clásico de iniciativa legislativa popular", comenta, y se requiere el apoyo del 2% de la población para que pueda votarse directamente y de forma telemática. En estos momentos, en la plataforma de voto hay registradas unas 152.000 personas.

Otro mecanismo es el de los presupuestos participativos, un proceso anual por el que la gente decide en qué se gasta aproximadamente el 1% del presupuesto del municipio, 60 millones de euros. Hay unas 650 propuestas en estos momentos.

Durante las jornadas en la capital participarán personajes como Julian Assange -por videoconferencia-, que hablará con Pablo Soto sobre la vigilancia digital del capitalismo y planteará posibles alternativas democráticas. Y la islandesa Birgitta Jónsdóttir, del Partido Pirata, que participará en un panel internacional sobre la libertad y autonomía tecnológica en la era de la vigilancia digital.