Un estropajo dentro de un fregadero lleno de cacharros.

Un estropajo dentro de un fregadero lleno de cacharros. Will de Freitas Flickr

Ciencia

Tu estropajo tiene tantas bacterias como las heces (y limpiarlo sólo lo empeora)

Un sólo centímetro cúbico de estas esponjas puede albergar hasta 50.000 millones de patógenos, más de los que se encuentran en la taza del váter. 

31 julio, 2017 17:08

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Durante décadas, la sabiduría popular ha elaborado todo un catálogo de expresiones y dichos populares tales como "tiene más mierda que el palo de un gallinero" para referirse a lugares sucios e insalubres. Ahora, uno puede aplicar este dicho sin ningún tipo de rubor al que debiera de ser uno de los utensilios de cocina más impolutos y, sin embargo, es el más mugriento: el estropajo.

Científicos de la Universidad de Furtwangen (Alemania) han conseguido secuenciar el ADN de las bacterias de 14 estropajos de cocina usados. Los resultados de esta investigación que acaba de ser publicada en Scientific Reports confirman que estas esponjas contienen cantidades ingentes de bacterias. De hecho, un sólo centímetro cúbico puede albergar una población de 50 mil millones de bacterias, una cifra que equivaldría equivaldría a siete veces la población de la Tierra.

Este trabajo confirma que el estropajo es el objeto doméstico que más densidad bacteriana alberga, por encima incluso del número de patógenos que podemos encontrar en la taza del váter y en una cifra similar a las que se hallan en las heces fecales, que pueden llegar a superar esta número.

La sabiduría popular, que siempre ha sospechado de que el utensilio con el que fregamos los cacharros podría ser un foco importante de infecciones, ha ideado distintos remedios para combatirlas: desde meterlo al microondas o al lavavajillas hasta someterlo a baños periódicos de lejía o hervirlo. Los biólogos de la universidad alemana han confirmado que no sólo se trata de un remedio inútil, sino que provoca que las bacterias proliferen con mayor virulencia que en las esponjas que nunca fueron limpiadas.

"Los resultados demuestran que las esponjas desinfectadas regularmente contienen más bacterias que las limpias", subrayan los expertos. "Esto podría deberse a que las bacterias relacionadas con patógenos son más resistentes a la limpieza y rápidamente vuelven a colonizar nichos liberados, algo similar a lo que sucede en nuestro intestino después de un tratamiento con antibióticos", afirman los científicos.

De la neumonía a la endocarditis 

Pero, ¿cuáles son las bacterias más perjudiciales que se pueden encontrar entre la fauna microbiana de estas esponjas? Distintas investigaciones han apuntado que nuestros estropajos tienen grandes cantidades de Escherichia Coli, una de las bacterias anaerobias presentes en las heces y uno de los patógenos más relevantes en el hombre, responsable de la gastroenteritis y de distintas infecciones. En nuestras esponjas de cocina también podemos encontrar Klebsiella, el patógeno responsable de causar infecciones del tracto urinario, de la neumonía o de la sepsis; y Campylobacter, un género de bacterias que son responsables de muchas intoxicaciones alimentarias.

Los científicos también han hallado evidencias de Proteus, unos bichitos que causan infecciones urinarias, enteritis (inflamación del intestino delgado), o dolencias como la meningitis o la otitis; Salmonella, la bacteria responsable de la enfermedad del mismo nombre y Staphylococcus, unos microorganismos que suelen provocar diarreas y vómitos pero que también pueden generar endocarditis bacteriana. Así, el mal olor de los estropajos tiene que ver con la presencia de Moraxella osloensis, que se encuentra en distintos tejidos y provoca también el mal olor de la ropa.

Ante semejante panorama, ¿qué remedio proponen los científicos? Tirar todas las semanas el estropajo a la basura y reemplazarlo por uno nuevo. Tal cual. Aunque resulta prácticamente imposible evitar la presencia de bacterias en él, siempre será mucho más seguro que utilizar uno viejo hervido, pasado por el microondas o sometido a un baño de lejía. Los remedios de la abuela, como demuestra la ciencia, a veces fallan.