Querido Pedro:
Espero que tras el percalazo del otro día hayas comprendido por fin que esta legislatura pasará por mi besamanos o no sobrevivirá mucho tiempo más. Que si mis justas e indefectibles reclamaciones no se hacen realidad, lo digo en serio, puedes ir olvidándote de aprobar los próximos PGE, menos aún leyes que no sean la mía.
Yo no soy Oriol, empecemos por ahí. ¿Sí?
Lo he perdido (casi) todo, lo sabes, por un proceso que me salió mal, y es que tampoco soy precisamente el mejor tahúr ni un excelso ajedrecista. Pero no he escapado de tu país en un maletero y vivido años aquí, en Waterloo, para conformarme ahora con falsas promesas embotelladas, epifanías de tu Consejo de Ministros, la orilla irredenta que me ofreces… con la nada.
Te lo resumo: lo quiero todo y lo quiero ya. Por eso no me sirve esa amnistía de quincallería deshilachada que me ha intentado colar Félix. Por Dios. Tan sólo de pensar que esos jueces mefíticos están ahora con no sé qué del terrorismo, la alta traición, mi amistad con Vladímir… ¿y si al final me detienen? ¡No! No puedo siquiera imaginarme la frialdad de la celda solitaria, las comidas nada pantagruélicas… Yo soy muy pacato y para jugar a la ruleta rusa prefiero hacerlo con la belga, que es quedarme aquí.
Es por eso que el otro día te tumbamos la ley. Espero que lo entiendas. Y si no, sinceramente me importa poco. De lo contrario puedes decirle a Irene que vaya preparando Tierra inestable para completar tu trilogía autobiográfica, o contarle tus penurias a María Jesús y a Óscar. Pero a mí la amnistía me la entregas prístina, eso sí.
He visto tus declaraciones perjurando que esto va a funcionar. Que nosotros, los independentistas, no somos terroristas ni nada de eso que dice García-Castellón y que por eso precisamente se nos va a amnistiar. Francamente enternecedor. Bravo. Tienes mi aprobación.
Pero no vendas, Pedro, la piel del oso antes de cazarlo. Encuentra primero el modo de ampliar el alcance de la amnistía sin despertar aún la alarma en Bruselas.
Toda vez que esté de vuelta nos pondremos manos a la obra con el referéndum de autodeterminación que también me prometiste. ¿Lo recuerdas? No bromeaba cuando le dije a Santos que no iba de farol. Yo nunca bromeo y la amnesia no va conmigo.
A ver si al final vas a ser tan indolente en esto de ser socios como imaginaba. No quiero ni pensarlo. Nuestra relación es, al fin y al cabo, recuérdalo, simbiótica. Se ha ungido solamente en la necesidad.
Te lo vuelvo a enumerar por si se te ha olvidado ya: condonación de la deuda, competencias integrales sobre inmigración, amnistía sin rescoldos, derecho de autodeterminación y referéndum. ¿O acaso quieres volver a ver a Míriam votando junto a Alberto y Santiago pero esta vez en una moción de censura? No será porque eso tampoco te lo advertí.
Siempre tuyo,
Carles.