Es impresionante la debacle en que se haya sumida Cataluña, la impotencia de las gentes de bien en algo que va a afectar a tantos. Sería pertinente un análisis serio:
Tenemos unos gobernantes corruptos amén de incompetentes. Y la historia se remonta a otros gobernantes venerables, aunque no tanto, pero, ¿quién los puso ahí? Los votantes.
Y cabe la posibilidad de que los votantes no sepan discernir, en cuyo caso no son sujeto de derechos o que hayan sido vilmente engañados, en cuyo caso tampoco deberían serlo. Se cuestiona así el sufragio universal como instrumento moderadamente útil de elección de las clases políticas.
Si unos pringaos pueden ser inducidos a votar a unos idiotas, no me sirve el procedimiento. El resultado de destrucción masiva del tejido social no justifica el recurso a un procedimiento desteñido de buenismo.
El voto debe ser aristocrático y la nobleza y la rectitud deben ser probadas de cuatro lados, antes de recibir atribuciones.
La debacle catalana, es una prueba fehaciente de que la clase política debe ser probada en cuanto a competencia y honestidad antes de recibir encomiendas de responsabilidad sobre el bienestar social.
Solo delegaré mi autoridad y mi libertad en personas probadamente inteligentes, generosas, nobles, movidas por ideales, y si no quedan quiero libertad, pero no depender de mindundis psíquicamente y moralmente desarreglaos.