Opinión

Somalia

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A veces el mundo calla. Se silencian ciertos aconteceres sangrientos, tan repulsivos como cualesquiera otros; pero por diferentes motivos, tal vez geográficos, políticos o insidiosa lejanía, como digo, los muertos y heridos cobran poca o nula notoriedad.

En Somalia son ya 276 el número de muertos y más de 300 los heridos en el salvaje atentado terrorista del pasado día 14. Mogadiscio, la capital de Somalia ha sido escenario de una doble explosión masiva, una frente al Hotel Safari y otra en un concurrido mercado de la ciudad con sendos camiones bomba que explosionaron a discreción. Civiles como ustedes o como yo, con la misma decencia en calidad de víctimas, han sufrido el rigor del terrorismo a una escala de superior salvajismo. Uno se pregunta si lo de la globalización es algo que estrecha conductas o tal vez sea uno de esos cuentos que se escriben para regocijo en horas de soñar.

Somalia está lejos de muchas conciencias. Un país desbordado por sus propias crisis políticas, en estado de guerra y caos desde 1991, pero queda distante del sentir ajeno cuando morir a manos de la barbarie es cosa del más allá. No parece ni justo ni equilibrado el relieve de las emociones cuando la distancia nos convierte en seres de difuso sentir. No voy a extrapolar con ello otros recientes actos terroristas que venimos sufriendo en Occidente y con mayor proximidad el de Cataluña. No, ese no es el boceto del oprobio para cuantos nos debemos al desafío de la memoria.

La llamada de la injusticia es algo que camina junto a nosotros al igual que el destino en manos de la barbarie. Las víctimas no están ni lejos ni cerca, cualquiera de nosotros en este o aquél lugar de encuentro, paseando bajo el almagre de los aromas que la vida nos concede puede sobrevenir la estulticia de quienes juegan a matar sin reparo y sin condición. Mujeres, hombres, niños, en este o aquél país, blancos o negros, todo es igual y a idéntico precio como es la muerte arrebatada al por mayor.

La vida continúa para todos en un miserable trato de indiferencia porque a decir verdad el tiempo lo cura todo, pero no es así, los seres humanos traicionamos a nuestro propio estado emocional envolviendo nuestra compasión en papel de aluminio para conservación de los olvidos. El mundo se desune una y otra vez en aras de la desconfianza haciendo valer que todo semejante es igual a la raíz cuadrada de lo diferente. Por eso nunca seremos globales más allá de las propias imágenes en directo, porque mientras no indultemos a la semejanza que llevamos dentro nada ni nadie vendrán a traernos la indulgencia que tarde o temprano todos necesitaremos.

Somalia tiene tanto derecho a la solidaridad en los medios como puede tenerlo el incierto futuro de sus gentes. El terrorismo y la barbarie seguirán conviviendo entre nosotros muy a nuestro pesar, porque la memoria tiene olvidos imperdonables tanto para los vivos como para los muertos víctimas de cualquier atentado. Por eso, yo también soy Somalia.