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Amistades peligrosas

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La percepción de la amistad, cada una tan diferente… Amistades intensas, que comenzaron con un “no te soporto” o al contrario, largas y cortas o muy cortas. Esa intensidad de una nueva amistad, tener una nueva persona a la que contarle tu día a día, tus preocupaciones y tus alegrías, esa nueva amistad con la que cuentas para hacer planes, para incluirla en tu vida social, para sentirte escuchada y agusto. ¿Qué ocurre? Como siempre oímos y cada año que pasa lo comprobamos cada vez más cerca, las verdaderas amistades se pueden contar con los dedos de una mano y en muchos casos, sobran dedos.

Cuando te desengañas con personas que les has dado de alguna manera parte de tu vida, y esto no quiere decir el tiempo, la duración, hay amistades muy pero que muy cortas, pero mientras duró le diste en palabras, en corazón, el relato de tu vida. Tampoco eso, de una parte de un cuarto de tu vida. No neguemos que mientras te sientes a gusto, en confianza, algo cuentas sobre ti, y aunque no hables en pasado, desde ese momento te conocerá, aunque sea un poco, porque el tiempo de esa corta amistad, da a mucho, las horas y la diversión, enfados, cotilleos, viajes, preocupaciones… Algo sabrá de ti, de cómo eres.

Y eso da un miedo espantoso, las amistades que un día lo fueron y ya no lo son, que no seamos más que conocidos en un determinado contexto, y sabemos ambos muchas cosas del otro. No tiene que ser del pasado, me refiero a que sabe cómo eres tú, y algunos pensarán: “¿Y qué más da?”, no da igual. Los conocidos y antiguas amistades tienden a llamar, volver a ser simpáticos o preguntar: “¿Qué tal estás?”. Cuando algo necesitan, algo quieren sacar. El interés es la estatuilla de Hollywood, la que reina, y siempre saldrá a relucir en algún momento. ¿Alguien cree que otra persona que no ha sido capaz de preguntar durante meses o años por nosotros, le va a interesar de repente qué tal estamos? No.

Lo cierto es que la gente de nuestro alrededor es una especie de ojo gigante tipo Gran hermano, aunque no lo creas siempre hay alguien mirando, aunque te sorprenda siempre hay alguien que te tiene envidia, aunque lo niegues siempre habrá gente que te utilice para conseguir lo que quiere, lo que te pase a ti le da igual y aunque no lo quieras ni oír siempre hay alguien dispuesto a hacerte daño gratuitamente.

Afortunadamente muchas de estas personas que nos encontramos en el camino, en el trabajo, en una clase, tomando algo… No son sólo las que nos topamos, y menos mal, a veces juzgar a primera vista nos hace perder sensación de conocer a una buena persona, que sí sabe lo que es la amistad, que no nos fallará, podrás contar y desahogarte tanto como quieras, ese amigo será la tumba más silenciosa que nunca se haya visto en el antiguo Egipto.

Decir las cosas como se las diría a su hermano, como son. Sin mentiras ni falsedades, ni tampoco adorar la oreja, cosa que es cierta, alguien pelota no es nada de fiar, alguien que siempre te dirá lo mismo hagas lo que hagas… es hasta aburrido. La realidad se compone de todo lo que hacemos bien y mal, si quieres a alguien tendrás que hacerle ver, o al menos intentarlo, que está dirigiéndose a una calle prohibida, no hay sentido a la izquierda, no, es prohibida, aunque se enfade, es prohibida, no hay más posibilidades, sigue siendo prohibida. A veces las realidades que los otros te hacen ver cuando tienes en los ojos una venda atada a conciencia para que jamás se caiga, son las que en determinados momentos “nos salvan la vida”.

Hay algunas pocas veces que encontrar personas y por sí solo amistades, que hace que valga la pena las 1002 puñaladas que hasta ahora llevas en tu espalda, y sí, aún hay mucho sitio para más. Son esas personas las que te ayudan a quitarte uno a uno cada puñal y que caigan en el olvido, creo, personalmente, que caer en la indiferencia u olvido de otra personas es la mejor forma de mantenerla lejos, el mayor dolor que puedes aplicar, sin otra venganza.

Por muchas más personas que sean puras, naturales, auténticas y que charlando de cualquier cosa siempre nos sintamos bien, sin juicios, sólo ser quien somos: las amistades peligrosas deben permanecer lejos.