Opinión

Última línea de defensa

Momento en el que los radicales destrozaban los coches de la Guardia Civil.

Momento en el que los radicales destrozaban los coches de la Guardia Civil.

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Muy alejados de las consideraciones políticas, ideológicas o morales del desafío independentista catalán se hallan aquellos que, obligados por las responsabilidades de sus cargos, han de ir a zona hostil y aguantar las faltas de respeto, las presiones y hasta las agresiones que se suceden amparadas en las manifestaciones de políticos desalmados. Estos representantes públicos usan a la masa como escudo y lanza para crear un enfrentamiento que ha ido cociéndose a fuego lento mientras el Estado avivaba las llamas con políticas exclusivistas otorgadas a un territorio que se creyó diferente sin serlo.

Miles de policías nacionales y guardias civiles son ahora destinados a Cataluña para parar un tren que anda descarrilado desde hace meses. Es un trabajo muy jodido, y lo es no sólo por las situaciones a las que se enfrentan, lo es también y especialmente por las condiciones en las que han de hacer su trabajo. Hacinados en hoteles cochambrosos escrachados o incluso en grandes cruceros a los que ni los estibadores quieren atender. A diario nos llegan informaciones de persecuciones, tomas de cuarteles, agresiones y cientos de provocaciones cuyo único objetivo es lograr conseguir el mártir que necesitan para que estalle la violencia definitivamente. Lo peor de esto es que si no me equivoco estas agresiones morirán en la mayor de las impunidades.

Mientras tanto, en las Cortes los políticos morados pretenden aprovechar el caos para intentar pescar en río revuelto, los rufianes buscan titulares para erigirse como los Malcom X catalanes, el Gobierno junto a Ciudadanos lucha por restablecer el Estado de derecho en una comunidad donde ya no existe y los socialistas siguen sin criterio firme definido.

Esta es la cancha donde los últimos garantes de la Constitución han de mostrar sus habilidades y reprimir cualquier acto de insurrección violenta, y es necesario decir que ningún Policía tiene más de dos mejillas para aguantar bofetadas.