Opinión

¿Qué es España?

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Para quienes ofertamos sentido patrio en clara sintonía con el deber y el compromiso de lealtad, sin duda España es un país rico en matices. Para otros, un simple juego de rol.

La España pretérita carecía de dudas para cualquiera de nosotros: "España limita al Norte con el Mar Cantábrico y los montes Pirineos que la separan de Francia; al Este con el Mar Mediterráneo, al Sur con este mismo mar; y al Oeste con Portugal y el Océano Atlántico". A esto se sumaron los afluentes por la derecha y por la izquierda de todos nuestros importantes ríos con sus nombres, recorridos y no menos relevantes desembocaduras. Sí, eran letanías de cultura general de obligado cumplimiento y así, junto a tratados de historia concitando a celtas, godos, vándalos, suevos e íberos, la Reconquista, y todo lo demás, teníamos a un país de enciclopedia que nos acompañaba como el misal a las fieles devotas.

De tal manera que la historia de España era sabida por asignatura de saludable docencia, porque una nación, estado, patria o país siempre estará ligada a las raíces de sus fundadores, de sus héroes y de la cultura que de ellos heredamos. Y dicho esto debo creer que en mi país existen razones más que sobradas para sentirme en la obligación de aportar mi peculio para el bien general. Habrá quienes piensen que esta fórmula no resulta del todo compensatoria, pero la instrucción que desprende el conocimiento de nuestra propia historia, hace que la dignidad individual sea suficiente motivo para seguir creyendo en nuestro país. Me niego, por tanto, a ser un manso ciudadano de los muchos que gozan cohabitando con su desprecio hacia todo lo que España representa.

No confundan a España con su Gobierno, con este Gobierno o con cualquier Gobierno. El juego de las urnas es solo eso, un recreo para las fantasías de cada cual. De manera que los gobiernos pasan y seguirán pasando mientras el empeño de cuantos formamos el sostén de nuestro legado será la única manera en mantener la identidad de este país. Compromiso y amor a España es lo único que nos diferencia respecto de otros que dedican su cargo a crear zozobra, ya saben, son los vividores al margen del imperio de la ley actuando en nombre de un futuro utópico.

Sabido es que hoy triunfa más el practicar la necrofilia con lo nuestro que ensalzar la identidad de los valores que atesoramos; de ahí la tibieza de muchos a la hora de abanderar la condición de ser español. No, este país no debe caer en el disimulo ni en guardar el orgullo de ser español frente a quienes practican la equidistancia con la historia y fomentan la ruptura a base de golpear al Estado. Ser un ciudadano libre representa ser leal con los principios de igualdad, y esto va intrínseco en la idéntica paridad de derechos y de las obligaciones. Unidad de respeto, dentro de la más estricta legalidad, esa sería la mejor bandera que podría representarnos a todos en estos momentos de difícil e incomprensible convivencia por culpa de la disociación patrocinada y alimentada por unos cuantos iluminados. No es de ley convertir a este país en un instrumento de políticas partidistas, que a buen seguro convienen para solapar otras cuestiones de mayor calado histórico. España y los españoles de buen talante y mejor aguante no lo merecen.

A España lo único que puede librarla de la mediocridad es la recuperación de un estímulo perdido a modo de sentimiento patrio. Ahora bien, nunca confundir el patriotismo con extremos ideológicos. Aquí no se trata de recuperar movimientos intransigentes enemigos de las libertades bien acuñadas. Nada de fanatismos ni aquelarres de viejas doctrinas y tiranías opresoras. Nada de dictaduras cuya memoria guarde el estigma de millones de víctimas en su haber. Nada que no sea otra que la de mantener un Estado Español de ciudadanos libres e iguales. Por lo tanto, ¿Qué es España? Yo diría que unidad frente a lo adverso, grandeza de nuestra historia y riqueza de culturas. Se lo debemos a tantas mujeres y hombres valerosos y valedores. Solo por eso es de justicia saber que España nunca debe estar en manos de unos pocos, ni siquiera aceptar que estas minorías sean portavoces de la ruptura en un país de enorme riqueza en recursos humanos. En fin, esta España en dudas, esta España cierta, que describía con sus poéticas letras la cantautora Cecilia.