Nos guste o no desde hace décadas el mundo se divide en dos bandos. Mientras los países capitalistas dirigidos por EE.UU. siguen a su conquista de los mercados, los países comunistanizados, con China y Rusia a la cabeza, se occidentalizan y entran a pelear en el espacio económico capitalista con sus propios medios.
Cuando uno de los países, normalmente afín al eje “colorao”, rebasa los límites y se constituye como una autocracia agresiva, surge de nuevo el enfrentamiento dialéctico que caracterizó a la Guerra Fría. Hoy Venezuela y sobre todo Corea del Norte y su peculiar líder amenazan la seguridad de los estados de su entorno, entrando en un delirio difícilmente entendible desde fuera de sus fronteras.
Como ciudadano parcialmente desinformado es costoso llegar a admitir que internacionalmente se permita que un líder con sus facultades mentales en seria duda pueda jugar con las vidas de millones de personas mientras la comunidad internacional permanece en una tensa espera. No se trata de borrar a ese país del mapa, se trata de que aquellos que sustentan la existencia de esa autocracia, (especialmente China), muestren una condena firme a las actuaciones de un dirigente que se ha instalado firmemente en la locura.
Como contrapunto a la enajenación del norcoreano se sitúa el histriónico presidente estadounidense que, gracias al cielo, no decide en solitario las acciones de su democracia. El tablero de la tercera guerra mundial está con todas las fichas colocadas, esperemos que nadie decida por su cuenta y riesgo adelantar el primer peón.