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El último ciudadano libre

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“La lealtad es la promesa de la verdad a uno mismo y a los demás”, Ada Vélez Boardley.

“La lealtad tiene un corazón tranquilo”, William Shakespeare.

En los albores del siglo XXI nació un movimiento individualista que decía rebelarse en nombre del Romanticismo del siglo XIX y que reivindicaba la identidad del individuo frente al mercadeo de la individualidad en pro de la industrialización y el mercantilismo.

En aquel momento, la Globalización propició la escalada al poder de una serie de partidos políticos cuyos gobiernos se dedicaron a aplastar el pensamiento individual, acabando con cualquier corriente que pudiera considerarse crítica.

Estos fragmentos fueron rescatados durante el asalto a la Biblioteca Central del VI Gobierno Carismático de la que fuera nación española. Son una pequeña muestra de aquel movimiento que fuera aplastado por las distintas corrientes de pensamiento que instauraron los distintos regímenes que han marcado la casi totalidad del siglo XXI que se acerca a su fin.

No se conoce al autor de estos pequeños párrafos descubiertos en una pequeña libreta y que resultan apenas inteligibles. Solo sabemos que son obra de alguien que vivió entre los siglos XX y XXI, al que hemos querido denominar como El último ciudadano libre.

“Hoy, julio del año 2017, a los 40 años, quiero encabezar el movimiento más egoísta de la historia. Traiciono a todo aquello que ha sido impuesto en nuestra civilización y me declaro en rebeldía ante cualquier ideología. Sólo puedo ser leal que a mí mismo. Si no fuera así, traicionaría a quienes más me quieren. Porque dentro de mis principios está la lealtad hacia aquellos que respetan mi libertad e individualidad. Si alguien pretende inmiscuirse en mis principios; manipularlos, domarlos, dirigirlos… que aguarde mi lucha y el más profundo de mis desdenes hacia lo que represente; sea religión, ideología o colectivo más o menos organizado.

Si esto me lleva al ostracismo es que esta sociedad no está preparada para mí. Porque espero, en pleno siglo XXI, que la historia haya hecho ya su trabajo y los ciudadanos seamos por fin libres y responsables de nuestra libertad. Ninguna persona o colectivo puede incurrir en la libertad individual ni en la manipulación de los principios morales que en un individuo libre son personales e intransferibles. La integridad de una persona depende de la calidad de esos principios morales, los valores e ideales que ha interiorizado y la defensa que de ellos hace.

Cualquier carta magna; constitución de un Estado, convención de derechos humanos… debe garantizar esa libertad individual no afectando a los principios morales que proporcionan una identidad única y libre. Alguien puede considerarse más libre en el momento que es fiel a sí mismo, leal a los principios morales que han dado forma a su individualidad a lo largo de su vida. Dejaría de ser libre cuando cede esa lealtad a alguien que traiciona sus principios e ideales. El valor no debe transferirse a ningún colectivo que niegue esa lealtad a uno mismo”.