Opinión

Una realidad del maltrato desde la cárcel

MMJ

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Tanto oímos sobre el maltrato en la televisión, en la radio, en los discursos políticos... Ahora que todos lo castigan, que resaltan el número de teléfono de ayuda a las víctimas, ahora que todos dan consejos -buenos y menos buenos-, ahora que todos opinan, ahora falta responsabilidad. Hablar sin pensar tiene consecuencias. Tras el sufrimiento de las víctimas se esconde una luz gris que se va apagando, es el sentido común de los otros, aquellos que no se ponen en la piel de quien sufre maltrato.

Este es el relato de una mujer condenada que se encuentra en la cárcel, que parece no arrepentirse de nada, que afirma que lo volvería a hacer... Su historia nos da mucho que pensar, comprendemos que el sistema no funciona. Nos conformamos con matarnos verbalmente, aunque años atrás no tan verbalmente -fachas y rojos-, eso aún nos dura, es una tontería para entreternos y manejarnos para que no prestar atención a las cosas importantes.

¿Qué harían ante este relato? ¿Sirve de algo la cárcel? ¿Es autodefensa? Nadie explicada nada que no sea una traducción en votos, nadie cambia nada que no sea para su beneficio. Cada día pienso en las muchas cosas que tenemos que cambiar.

"Experto arrasador en los asedios del flirteo, ese hombre que ocuparía mi hueco, para llenarlo siempre, se convertiría en el marido perfecto. Una se lo imaginaba jineteando cual caballero medieval, yo le admiraba por haberse fijado en mí, ¿qué mujer no se habría rendido ante él? Aquellas miradas lánguidas, su conversación chispeante, te marcaba sólo con su sonrisa poderosa y perfecta, sin apenas hacer alarde de ello una se sentía como embriagada.

El hecho de que una sombra femenina pudiera tapar el efecto de sus ojos color miel sobre los tuyos era una posibilidad odiosa que convertía la velada en una carrera por ponerse en evidencia ante él, en esos momentos la inteligencia emigra a otras partes del cuerpo y ahí acampa largo rato hasta que los instintos más básicos e irracionales se apoderan de tu cuerpo y de tu voluntad.

Era endiabladamente divertido, y no me avergüenza decirlo, yo estaba locamente enamorada de él y él había elegido pasar su vida conmigo, me había elegido a mí, prometiendo que nunca más sería aquel hombre embrujado por hechizos de manipulador con un atractivo impresionante para aparecer en la vida del resto de mujeres que había en el mundo, yo era la única.

Fue mi audacia lo que le conquistó. Pero llegó un momento que lo habíamos perdido todo, aquel feliz comienzo se convirtió en presencia frágil, en una ignorancia día tras día, no se fijaba en mí, era todo forzado, aquello que ardía con una mirada se convirtió en el más putrefacto de los cadáveres encontrados en esa fosa que alguien llamó convivencia, sólo había debilidad humana, estaba convencida de que le había perdido del todo… a él o al espejismo que me había inventado, del que me había enamorado.

Sin embargo, algo me detenía ahí, a su lado, sin que por mi parte nada dijera, vete o quédate, así de absurdo. Pura inercia de los convencionalismos supongo, quise aborrecerte, te maldije mil veces, esperaba que te acercaras algún día y me dijeras, perdona, no sé que me ha pasado, te sigo queriendo, quiero seguir contigo porque te elegí hace tiempo… con eso sólo bastaba. No había comunicación ni contacto, hasta que yo también empecé a sentirme bloqueada, me sentía sola e inexistente, no podía ser de otra manera.

No sé lo que se ocultaba tras la apariencia, el ropaje y las palabras, sé las consecuencias de ello… Me acostumbré, incluso aprendí a descifrar algunos gestos, miradas esquivas, y a veces conseguía ser premiada con monosílabos, a pesar de ellos yo seguía sonriendo, pero cómo me dolía la sonrisa…

Vano intento, cuando te oía hablar con alguna de tus conquistas te veía como un hombrecillo patético, comencé a sentir un desprecio que se asentaba en mí, aquello te cortó de cuajo el momento romántico, me oíste desde el pasillo y colgaste el teléfono.

Ya no transijo más, me dije, cuando fui a aquella inauguración suya de trabajo en la que se encontraba en actitud más que cariñosa con una abogada, le cambió la cara, al llegar a casa su despecho se tornó en brutalidad, algo que nunca hubiera sospechado, jamás podría haber imaginado lo que ocurriría a continuación, una violencia de tal calibre que en el hospital se asustaron con los desgarros, con los hematomas en el cuello, en el pecho y con las dos costillas que tenía rotas por haberme forzado contra aquel mueble de madera de ébano, un regalo de boda que nos hicieron, y contra el que me violaste con saña implacable durante un tiempo que pareció no terminar nunca…

El juez, el fiscal y el jurado se preguntaban cómo había conseguido aguantar hasta el día siguiente sin cura, para descargar dos tiros de escopeta de caza en su pecho. No sé quién de los dos cometió uno de los peores pecados, yo pagué mi cobardía. Sentenciaron premeditación y alevosía, con enajenación mental temporal como atenuante, yo me sentía indefensa a pesar del arma y atónita ante lo inhumano, está visto y probado".