Opinión

El nuevo compromiso político intermitente

Atril de prensa vacío en la sede del Partido Socialista francés en París

Atril de prensa vacío en la sede del Partido Socialista francés en París Reuters

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Los partidos políticos tradicionales pierden peso en varios países europeos, en favor de nuevas formaciones que se presentan como alternativa al sistema corrupto o esclerotizado. Según un análisis de Frédéric Joignot para Le Monde, difundido por Aceprensa, estos movimientos reflejan no sólo el desencanto por la vieja política, sino también un escenario nuevo, en el que el compromiso ciudadano es flexible e intermitente.

En Francia, el declive de los grandes partidos es evidente. El socialista pasó en diez años (2006-2016) de 280.000 a 86.000 afiliados; Los Republicanos (antes UMP) bajaron de 370.000 a 238.000. Encuestas como el Barómetro 2017 reflejan una desafección general. El 89% de los franceses dicen que los políticos no se preocupan de la gente; solo la mitad siguen considerando que los partidos son necesarios, y en su mayoría los ven estancados, incapaces de innovar.

Y, como los partidos son necesarios para la competición democrática pero pierden cuotas de militantes, para que no caigan cautivos de donantes interesados, en distintos países de Europa occidental (Alemania, Dinamarca, España, Francia, Bélgica…) se financian con fondos públicos en función de su participación y su éxito en las elecciones.

Esto lleva, según la teoría de Richard Katz y Peter Mair, a la “cartelización de los partidos”. Las formaciones políticas dominantes se convierten en “gestores del poder ejecutivo”, y de hecho se lo reparten como si fueran un cártel. Conclusión de estos autores: “La democracia ya no se ve como un medio de control o de limitación del Estado por parte de la sociedad civil, y se ha convertido en una especie de servicio público a la sociedad civil, financiado por el Estado”. “Ahora hay compromisos esporádicos, flexibles, distanciados, en comunidades más abiertas, para defender causas de un momento”.

Tales son los casos de los indignados en España, de los que nació Podemos, o de Syriza en Grecia. En Francia, los mejores ejemplos son las marchas callejeras masivas de La Manif pour Tous, y en este año de elecciones, la plataforma electoral de Emmanuel Macron, En marche!, y la de Jean-Luc Mélenchon, La France Insoumise. Los números son impresionantes, superiores a los de afiliados a los grandes partidos: 240.000 adhesiones para el nuevo presidente, 430.000 para el candidato de la izquierda, y en unos pocos meses.

Según Katz y Mair, este fenómeno explica en buena parte la desconfianza de la gente hacia los partidos de gobierno, y también la aparición de formaciones políticas contestatarias -populistas y otras- que dicen “romper con el consenso” y se definen “antisistema”. Quieren renovar la política superando las viejas divisiones de la alternancia entre izquierda y derecha, y explotando las posibilidades de expresarse y suscitar adhesiones al margen de los cauces establecidos, por medio de las redes sociales. Un ejemplo de esta superación lo tenemos en el gobierno del francés Macron: seis ministros de derecha, tres de centro, tres socialistas y cuatro de la sociedad civil.

Pero, ¿qué significa ser militante de uno de esos nuevos movimientos? Otro estudioso consultado por Joignot, Yves Sintomer, observa: “En la época del PCF y de la izquierda unida, la vida en el partido, la actividad en un sindicato constituían para muchos una segunda familia. Hoy, un ciudadano ya no edifica su identidad moral y política por medio de una organización dominante. Hay compromisos esporádicos, flexibles, distanciados, en comunidades más abiertas, para defender causas de un momento”. No se trata tanto de un rechazo individualista a comprometerse, cuanto de una mutación de la militancia, que se hace más ocasional, menos total.

La incógnita es si los nuevos partidos -En Marche!, Podemos, Ciudadanos…- lograrán, en este escenario, unos compromisos y unos apoyos suficientes para lograr algo más que una movilización electoral y traer una política verdaderamente nueva. Otra posibilidad es que se institucionalicen y acaben siendo parte del sistema. O como actúa Podemos: en la calle o en las instituciones, según convenga.