Opinión

Jugar a ser pueblo

Nega, rapero de Los Chikos del Maíz.

Nega, rapero de Los Chikos del Maíz.

  1. Opinión

La apropiación de determinados conceptos como estandartes morales en un sentido excluyente, de manera que su reivindicación supusiese la delimitación de una frontera para la exclusión de un determinado grupo es, y siempre lo ha sido, una de las mayores armas de las que ha hecho gala el ser humano a lo largo de la historia. Así, bajo el nombre de deidades, coronas e ideas, los que ostentaban el poder lograron ejercer el derecho a la segregación para la descalificación del otro, del enemigo. Una forma sutil de embadurnar con integridad y pureza los actos más aciagos. Sin embargo, parece que algunos todavía no se han enterado de las nefastas consecuencias de jugar a ser pueblo, es decir, de decidir quién sí y quién no forma parte del pueblo.

Han pasado ya unos meses desde que Ricardo Romero -más conocido como el Nega, uno de los integrantes de Los Chikos del Maíz- escribiese estas palabras sobre Podemos: “Somos el Podemos menos estilizado, quizá el Podemos más vulgar, más de barrio y más visceral. Se nos nota en la ropa, en la mirada y hasta en los dientes (hay otro Podemos con los dientes perfectamente alineados tras muchos años de ortodoncia -privada en nuestro país-). Es evidente que existen dos almas en Podemos. Una que habla siempre en nombre del pueblo; otra que es pueblo”. La polémica no se hizo esperar y surgieron voces que clamaron contra el cantante valenciano, como cabía suponer. De nuevo, el tradicional fantasma de la izquierda sobre la mayor o menor autenticidad se abría paso, con fuerza, al más puro estilo de un T-34 en algún punto de Kursk, allá en el 43. Tan paradójico como triste resultaba que la crítica a la jerarquización social existente en un sentido marginal que denuncian muchos militantes de izquierdas –acertadamente, todo hay que decirlo- tuviese su mayor ejemplo en la jerarquización de identidades populares a la que juegan gustosamente esos mismos militantes de izquierdas. Porque, al final, lo de ponerse los ropajes de inquisidor para sucumbir al señalamiento del considerado heterodoxo es una lacra que no distingue de posicionamientos ideológicos. Un mismo patrón de comportamiento que no parece tener fin porque, en realidad, siempre ha sido muy tentador jugar al purismo para exaltar pasiones en beneficio propio -sea este religioso o ideológico-.

Y es en este último punto, el del beneficio propio, donde tiene lugar la madre de todas las paradojas. El Nega, muy predispuesto siempre a atizar a compañeros de filas por su falta de autenticidad y a enarbolar la bandera del pueblo en nombre de sus santos principios, ha sido víctima de su propia insolencia como un día le ocurrió a Robespierre. Su inclusión en la candidatura de Pilar Lima, afín a Pablo Iglesias, no ha logrado dar sus frutos y finalmente se quedará sin ser uno de los miembros del Consejo Ciudadano Valenciano de Podem-CV, y ello teniendo en cuenta que se trataba de listas abiertas donde se votaba directamente a las personas. Ante esta situación cabría preguntarse si el hecho de no ser elegido por tus propios compañeros de partido –no digamos ya la sociedad en su conjunto- puede ser interpretado como invalidez a la hora de presentarse como sujeto popular –entendiendo popular como elemento integrante del concepto de pueblo, no su concepción de fama-. Incluso cabría preguntarse si el Nega, en realidad, carece del suficiente ADN morado necesario para conseguir la legitimidad de su entorno político.

Quizás, el Nega no es de Podemos. Quizás no sea ni del pueblo. ¿Me siguen ustedes? Este tipo de interrogantes, absurdos sin duda, son los que se desprenden en una perfecta pero peligrosa relación causal cuando alguien tiene el atrevimiento de juzgar y señalar a los demás –y lo que es peor, a sus propios compañeros- por detalles mundanos como tener los dientes alienados gracias a la ortodoncia. A excepción de aquellos que tiranizan y oprimen, ya sea mediante la coerción o la hegemonía, pueblo somos todos. Los hombres y mujeres altos y altas y los hombres y mujeres bajos y bajas; los que visten con camisa y los que visten con camiseta; los del Madrid y los del Barça; los de izquierdas y los de derechas. Todos. Sí, Nega, y tú también.