Opinión

La Virgen de Fátima y el gallo de Morón

Manel Navarro en Eurovisión.

Manel Navarro en Eurovisión.

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Parece como si el pasado sábado día trece dos leyendas ibéricas hubiesen confluido en Kiev transportadas en los equipajes de los representantes Eurovisivos de nuestra península.

Leo en este periódico que un párroco luso metido a periodista, un tal Mario de Oliveira, ha tachado de montaje y timo la historia o leyenda de los pastorcitos de Fátima. Pero me parece mucha casualidad que justo el día en que la ciudad portuguesa celebraba el centenario de las apariciones de la Virgen, con visita del Papa incluida, Portugal ganase su primera Eurovisión y además con un estilo de canción poco habitual en el famoso certamen musical: una balada.

Si a ello le unimos que los protagonistas de este hito eurovisivo son hermana y hermano, como dos de los tres niños de Fátima, y que según reza la biografía del pastorcillo Francisco Marto: “Era un muchacho muy tranquilo, le gustaba la música, y era muy independiente en las opiniones”, el tema comienza a tomar tintes místicos o sobrenaturales, ya que da la casualidad que el ganador del concurso, Salvador Sobral, además de gustarle la música es muy firme en sus decisiones como ha demostrado manteniendo la canción compuesta por su hermana Luisa en su estado original y sin adaptaciones a la línea del festival como, parece ser, le habían sugerido. Con influencia divina o sin ella, el ganador estaba entre los favoritos y la actuación fue más que digna con lo que no me extraña que los portugueses se hayan sentido orgullosos y hayan recibido a Salvador Sobral como un auténtico héroe.

En el caso del representante español, Manel Navarro, a mí me ha evocado la versión más extendida de la leyenda del gallo de Morón; aquel funcionario, muy gallito él, que fue enviado a poner orden y recaudar tributos en Morón de la Frontera y que al final fue apaleado por el pueblo, harto de sus abusos, dejándolo sin ropa y dedicándole aquel verso de:

Anda, que te vas quedando
como el Gallo de Morón
sin plumas y cacareando
en la mejor ocasión.

Si Salvador Sobral era digno representante del país vecino con ese aire bohemio y defendiendo una balada con tintes de fado, aquí hemos enviado a un producto, -que diría Mejide-, que bien mirado también es un fiel reflejo de la personalidad actual de nuestros país, es decir ninguna.

Respaldado por el poder fáctico de su discográfica, y supongo que alguno más, “al producto” de Sabadell nos lo metieron con calzador en aquel tongo-concurso televisivo a pesar de haber obtenido la mitad de votos populares que obtuvo otra de las concursantes, según ha podido saberse después.

Algo cegado y crecido por aquel montaje y tras despedirse con un corte de mangas, el gallito Manel se fue a hacer las Ucranias con su melena setentera, su guitarra en bandolera y una ilusión sobre-dimensionada de recaudar, cual funcionario de Morón, un buen número de votos, cuando lo cierto es que esta vez la mayoría de españolitos ya intuíamos, resignados, el lugar en el que íbamos a quedar, porque la cosa cantaba mucho. Bastante más que el propio Manel.

Como ha declarado Ángel Llácer “los tongos se pagan” y nuestro representante volvió como el gallo de Morón, sin votos pero cacareando todavía, defendiendo su trabajo y permitiéndose bromear vía twitter con algo tan serio como es la imagen de un país, sea en una cumbre mundial o en una partida de canicas. Finalmente ha mostrado algo de cordura pidiendo perdón por la decepción, lo cual le honra ya que no hay nada como reconocer las propias limitaciones.

Al final, la figura del gallo ha sido la protagonista de la edición de Eurovisión de este año. El colorido gallo portugués ha liderado la clasificación final y el gallo de Manel la ha cerrado. Principio y fin. Alfa y omega. Una circunstancia que une más aún a dos países limítrofes y cuasi aislados del resto del mundo por mares y montañas.

Ahora leo también, en este mismo medio, que Portugal valora renunciar a organizar la próxima edición del festival, como le corresponde por haber ganado, debido al alto coste económico que ello supone. Si tenemos en cuenta que a mediados del año pasado una encuesta revelaba que un 78% de portugueses estaba dispuesto a unirse políticamente a España creo que la solución se manifiesta ella solita, cual aparición Mariana.

Portugal y España podrían organizar conjuntamente la próxima edición de Eurovisión con lo que la experiencia podría servir de prueba para ver que tal congeniamos y de paso se compartirían gastos. A la hora de elegir la sede, debería ser una que estuviese equidistante de las dos capitales, Lisboa y Madrid y yo creo que la tengo. Tirando mano de una famosa guía he encontrado una localidad sevillana que está a quinientos y pocos kilómetros de cada una de las capitales. Tiene una estatua de un gallo y se llama Morón de la Frontera. En serio.