Opinión

El por qué de la indiferencia de las personas

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Indiferencia, hoy, es sinónimo de desilusión, de hartazgo, de impotencia.

Indiferencia hoy, es la impotencia de no recibir respuestas de los que gobiernan bajo un juramento de respeto a la Constitución y a las Leyes y las Normas en vigor, pero que luego, en el día a día, NO CUMPLEN y sin embargo, religiosamente, todos los meses pasan por la caja de esa Constitución DEFENESTRADA para exigir los pingues honorarios, también establecidos.

Indiferencia, hoy, es no poder hacer nada cuando se ve cómo se utiliza dinero público para ofrecer y preparar salones a personas que vienen a Madrid a predicar su ideología separatista.

Indiferencia, hoy, es no poder, por Ley, proceder a una reducción equitativa y justa de los salarios disparatados, en muchos casos, de políticos, asesores, consejeros con la que se podría crear fondos sociales para mejoría de muchos servicios públicos.

Indiferencia, hoy, es no poder hablar con claridad y serenidad ante los parlamentarios, representantes de todos, porque los “poderes fácticos” te lo impiden sibilinamente: Diga su nombre, su dirección, su profesión, su padre, su madre... (casi mejor, déjelo...).

Indiferencia, hoy y siempre, es el hartazgo por tanto abuso económico de algunos políticos, por tanta lucha ideológica con trasfondo de intereses personales y, sobre todo, por tanta hipocresía político gremial que tiene muy claro que “la verdad hará personas libres”, SÍ, pero no ricas.

Indiferencia, hoy, es ver cómo se va consintiendo que, por intereses partidistas, el CAMINO, que entre todos hicimos, se vaya destrozando y los arcenes, compañeros equidistantes del mismo, acaben uniéndose en un totalitarismo ideológico suicida.