Opinión

Blanqueo de dinero

Imagen juzgados.

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De un tiempo a esta parte lo de Soto del Real se ha puesto tan de moda que a decir verdad se ha convertido en el nuevo destino chic. Es lo que tiene la jet de los presuntos, que allá donde se aposentan crean tendencia. Hoy lo de blanquear dinero suena a hacer la colada a la antigua, ya saben, cuando las mujeres iban al río a lavar la ropa a base de restriegue a la piedra. Algo muy natural. Por eso no se entiende como siendo una pareja de dos –lo normal, salvo excepciones- haya uno que haga continuamente sufragios de riqueza al bienestar doméstico y la otra parte no caiga en la cuenta de haber cambiado la tabla de lavar por una lavadora-centrifugadora de gama alta. Y es que hay familias que no se comunican lo suficiente, sobre todo en lo referido a los incrementos de patrimonio en beneficio del matrimonio (perdón por este recitado).

Lavar más blanco fue siempre una constante, lo que sucede es que para algunos casos lo de superar envidias ajenas no es suficiente y siempre hay quienes persiguen blanquear más que otros, o sea, se empeñan en conseguir la blancura total, la cual, según los expertos en la materia, se alcanza una vez se cruza la línea de la legalidad y se toma el primer desvío, da igual a derecha que a izquierda, hasta llegar a la altura de Panamá con apeadero en Andorra. Lo peor de esta afición es que pueda resultar atentatoria al quehacer de la justicia.

Otra cosa bien distinta es la interpretación de la ley, pues para según qué caso, se va antes, después o nunca a la cárcel. Sin embargo hay procesos abiertos cuyos presuntos continúan haciendo su vida cotidiana a pesar de las irrefutables pruebas en su contra. Y así llevan años siendo investigados, que digo yo por poner ejemplos tomados al oído, los famosos ERES y Cursos de Formación, en Andalucía; y qué decir de la familia Pujol que siguen viviendo de las rentas a pesar de los agravios comparativos, o sea, una especie de extraña calma justiciera a la hora del despacho de sumarios. De ahí, como digo, que unos vayan de inmediato a la cárcel; otros algo más tarde y algunas familias ni una cosa ni la otra a pesar del presunto e incalculable blanqueo de dinero.

Resulta curioso como en la mayoría de estos casos un componente del matrimonio o de la pareja tiene la fea costumbre de pasar por alto en su propia casa el cambio de las empanadillas por las cigalas, o el coche de siempre por un Porsche. No digamos el cambiar las vacaciones de Oropesa del Mar por las Maldivas o pasar a vestir de Pedro del Hierro o Carolina Herrera renunciando a Zara, que por cierto tiene cosas monísimas y muy elegantes. El blanqueo es lo que trae, que vuelve selectivo a cualquiera en nada que bajes al río a lavar y regreses radiante a por más colada.

Otra cosa que ha sentado jurisprudencia en este país y parece sustentarse a la hora de declarar ante el juez de turno, dicho sea gracias a los anteriores casos de enamoramientos en gananciales, es que no siempre el hombre propone y la mujer dispone. Una de tantas leyendas urbanas que no se ajustan a la realidad. Que conste que no soy machista, pero a las pruebas me remito cuando el esposo ha delinquido y la esposa ha firmado allá donde Manolete dejó a Islero como presunto de su muerte y luego resultó que no porque la enamorada no sabía ni lo de las cigalas, ni lo del Porsche ni lo de las Maldivas ni las compras de firma y alta costura. Ese es el amor ciego, que está bien pero que no es suficiente cuando hay falta de comunicación en la pareja. Insisto mucho en este apartado porque el vínculo ha de ser consumado no solo en el tálamo sino también en los incrementos patrimoniales de súbito exponente, más que nada porque no es lo mismo estar dormido que estar durmiendo o estar ciego que estar viendo.

Para este tipo de delincuentes la cárcel no guarda relación con la apropiación indebida, es decir, se les priva de libertad en lo que refiere a ciertos privilegios, pero no así a la restitución de los fondos malversados que aguardan la puesta en libertad de los susodichos para el agasajo de estos y también de los suyos en un idílico retiro más que dorado. Así pues, a la cárcel, pero devolviendo hasta el último céntimo y para eso urge de inmediato una Ley de Recuperación de Activos. Solo faltaría.