Opinión

Amancio Ortega

Amancio Ortega donó 320 millones para renovar equipos oncológicos en España.

Amancio Ortega donó 320 millones para renovar equipos oncológicos en España.

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Confieso que don Amancio y un servidor aún no hemos coincidido en físicamente. Nuestras agendas personales siempre traen causa de escasez de tiempo. A buen seguro que habrá ocasión, porque nunca se sabe. Mientras tanto confieso que siento por este hombre un enorme respeto. Nunca mejor ejemplo de gratitud: “A través de sus obras los conoceréis” (Mateo 7: 15-20).

Cuando una persona se hace así misma y de un simple retal es capaz de levantar el imperio que él tiene, no cabe otra que guardarse en adjetivos y compartir la sana admiración. Intuyo, por ello, que habrá quienes eleven la vocinglería y le señalen como si fuera el anticristo del capitalismo, en particular contextos que cierta casta política se gasta con sus propios remedios, tan dados a excomulgar marcas y/o personas y luego practicar lo contrario. Pero como digo, me vengo a recrear en la causa justiciera de ser agradecido con quien dona de su bolsillo la nada despreciable cantidad de 320 millones de euros para la adquisición de equipos oncológicos de última generación que ya se vienen instalando en hospitales de todas las comunidades autónomas. Así, como suena.

Desconozco si los señores de Podemos han oído hablar del cáncer. Una enfermedad instalada en el ser humano y que precisa de un antídoto en forma de investigación continua, sin olvidarnos de cuantos medios materiales y humanos se hacen indispensables para la constante lucha. Esta terrible enfermedad no es selectiva absolutamente con nadie, o sea, carece de complejos y no sabe distinguir entre ricos y pobres. Vamos, que no hay diferencia de clases por darle un sentido con mayor definición sociopolítica.

Los ideólogos de salón no son nadie para enfrentarse al azar, y como terrenales que se visten como todo hijo de vecino para cubrir las imperfecciones de rigor, pues resulta que bajo esa condición desafían a la gratitud; y claro, en cuestión del cáncer, ya sean tratamientos, recursos o medios asistenciales, a la hora de la verdad, que curioso, viene dado en gran parte por la filantrópica conducta de personas como es el caso de Amancio Ortega.

Los señores de Podemos no han tardado en renegar de tan generosa donación y como viene siendo costumbre en esta formación, todo lo que provenga de lo asociado al capital, aunque éste sea un medio de bien privado capaz de favorecer a lo más sustancial del ser humano, como es la lucha contra el cáncer y dar esperanza de vida a quienes más lo necesitan en particular, y a todos y a todas en general, pues ponen cara de asco y declinan este proceder calificándolo de filantropía barata. A ellos no les gusta la vida en manos de terceros, es decir, no quieren aceptar unos donativos porque no vienen a ser más que la otra cara de unas políticas económicas injustas y poco redistributivas.

Cuestionan que el dinero del donante provenga de una persona cuyos ingresos son obtenidos de forma cuestionable, y en esas estamos. Yo no comprendo que se le coja manía a alguien que ha sido capaz de crear un imperio por haber comenzado a trabajar como dependiente a los 14 años, o sea, que para tener contento al personal discordante, lo correcto es que don Amancio se hubiera jubilado a los 65 como encargado de almacén y nada de Inditex ni tampoco los miles de puestos de trabajo que ha creado y sigue creándose por esa fea costumbre de querer ser emprendedor y alcanzar un éxito incuestionable. Lo peor de todo es que el cáncer no repara en gastos y tampoco sabe de fachendosas demagogias, ni siquiera de réditos ideológicos.

Ya sé que las urnas juegan un papel muy importante en el proceso, pero es que pasan las legislaturas y la vida pierde el tren de los logros en lo sustancial. Por eso esta terrible y temible enfermedad es siempre la misma, invariable, persistente, y de ahí que todo avance en vanguardia para no quedarse atrás en hacerla frente sea más que una simple teoría de principios filosóficos tal como se gastan los que se enfrentan al sistema por la suerte de una venturosa salud, que dicho sea, celebro y les deseo ahora y por muchos años; que lo cortés no quita lo valiente. En fin, mis saludos a don Amancio Ortega y mi gratitud como persona que vive en este péndulo de la vida. Faltaría más.