Opinión

Obligados a vivir

Eutanasia.

Eutanasia.

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En política, y sobre todo en la política que la población española demanda, existen determinados asuntos que es mejor obviar o pasar sin posicionarse. ¿Y por qué es mejor? Pregúntenle al Dios electoral.

Esos asuntos se dibujan en la masa social con una división de opiniones casi perfecta. En esta ocasión hablo de la eutanasia y/o el derecho a morir dignamente. Y tengo la inmensa y desgraciada suerte de hablar asiduamente con una persona que se halla en esa terrible diatriba. Me dice:

-“En unos años veremos escandalizados el hecho de que no se haya regulado un derecho que ya se reconoce en una gran cantidad de países europeos”, incluso compara esa situación con las vetustas imágenes de médicos fumando en un hospital subrayando que hoy nos resultan ridículas, pero hace pocos años nadie se atrevía a legislar esa prohibición por temor a los irreparables daños electorales.

-“Incluso puede ser considerado inmoral que permitan abandonar este mundo a un animal de compañía para ahorrarle un sufrimiento innecesario y lo prohíban a personas que pasan por sufrimientos indescriptibles”.

Dice este inteligente pensador: “Soy yo quien decide la cantidad y calidad del dolor que puedo soportar, incluso he tenido que discutir violentamente con mi médico para renunciar a un parche de morfina que eliminaría cualquier atisbo de lo que soy”. “O soy yo, o cumplo la ley”.

Si la vida se convierte en una tortura constante, regular una forma digna y no dolorosa de desaparecer es una obligación social, jurídica y moral de cualquier Gobierno. El contrato social por el que renunciamos personalmente a ciertos derechos a cambio de un modelo de convivencia sostenible jamás puede amparar la renuncia a poder disponer de tu cuerpo cuando este sufra padecimientos que te desnaturalicen como persona.

Desgraciadamente, mirar a un lado ha venido siendo la costumbre ante los temas que más división de opiniones generan, como la legalización terapéutica de la marihuana, la regulación de la prostitución y el que nos ocupa.

Vivir no debe ser en mi opinión una obligación, máxime cuando la muerte se convierte en el objetivo de aquellos a los que aquella obligación atípica tortura.