Opinión

Un mundo muy revuelto

Al menos 100 personas han muerto en un bombardeo con armas químicas en el norte de Siria

Al menos 100 personas han muerto en un bombardeo con armas químicas en el norte de Siria

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No, no estoy tranquilo. El reciente ataque de EE.UU. a una base militar siria, puede tener motivos más que justificados, pero no se castiga a quien realmente dio la orden de un ataque, Bashar al Asad, con armas químicas a población civil, sino a soldados y civiles sirios, que muy probablemente no tengan alternativa alguna para mejorar la situación.

Tampoco es un ataque que inutilice el depósito de armamento químico, solo es una advertencia de que a una acción seguirá una reacción. Y aquí el peligro.
Bashar al Asad, presidente de Siria, lleva años con una guerra civil en su territorio, que lejos de ver el final, cada día lo hace más peligroso para la seguridad mundial.
En Siria conviven hoy miles de terroristas yihadistas, que han encontrado el lugar idóneo para sus acciones criminales fuera y dentro del país. Es ahora mismo junto a Iraq y Libia, uno de los focos de inestabilidad mundial. Sus diferencias con Turquía aún lo acentúan más.

No es algo nuevo, ya ocurrió en 2013. Entonces EE.UU. anunció un ataque inminente, apoyada por el Reino Unido. Pero el Parlamento británico votó en contra de dicha intervención.

La situación geoestratégica de Siria, en pleno centro de gravedad de Oriente medio, junto a Iraq, Turquía, Egipto, Líbano, Irán e Israel, la convierten en un auténtico polvorín. Algo que unido a la crisis económica, política y social, no es nada baladí.

La solución debería pasar por la incorporación de una fuerza de interposición de la ONU, “los cascos azules”, que pongan fin a esa masacre sin poner en peligro la estabilidad mundial. Esta fuerza debería de contar con el beneplácito de todas las naciones interesadas y en su caso con la fuerza militar internacional como recurso final de apoyo a la labor de “los cascos azules”. Algo que sin el apoyo de la otra gran potencia, Rusia, y también China, cualquier intervención podría ser el detonante de algo mucho más trágico y destructor.

El presidente Donald Trump, debería de tener en cuenta que empezar una guerra es fácil, pero acabarla es más complejo. Hay otros caminos.