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Mis queridos hijos de puta

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Cuando algún periodista invoca a la "prensa libre" los restos mortales de Chaves Nogales se remueven en su tumba de Londres como el cuello de Marhuenda en la entrepierna de Rajoy. Y el fantasma de Camba se descojona en la habitación del Palace, de donde salió con los pies por delante. Desde que Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles la libertad de expresión pertenece al dueño de la misma. En el Día Internacional de la Radio, José María García, cuya estatura es inversamente proporcional a su ego, dijo en la Cope que los programas de radio actuales no contienen investigación ni denuncia. El mismo tipo que confesó a Jesús Quintero en TVE que aceptó la propuesta de Aznar de montar una estructura mediática favorable a la derecha. En ese mismo programa, Luis del Olmo, contó que a los estudiantes de Periodismo les recomienda escribir comentarios de las noticias cada día, porque los llamarán algún día tarde o temprano. Intentaré conseguir su número de teléfono para enviarle los 101 programas de Ondapueblo y así, empezar a emitirlos desde OndaCero o la Cadena SER.

Javier Marías suele mencionar la supuesta imbecilidad que fomentan las redes sociales en su tribuna dominical. Como si en Twitter o Facebook sólo hubiera morralla: vídeos de gatos, selfies, sus propios artículos…. Desde su torre de marfil no se ha percatado que no todo el mundo tiene el privilegio de compartir sus trabajos e ideas desde las páginas del periódico más influyente en lengua española hasta que Cebrián empezó a cargárselo para aumentar su cuenta de resultados. Cuando Rajoy, en una nuevo alarde de incompetencia, eludió responder en inglés a un periodista de la BBC, Salvador Sostres, publicó en ABC que “saber idiomas es de secretarias… de los que obedecen”. Esta sesuda disertación la escribió en castellano, un idioma de “horteras, pobres y analfabetos” según el propio Sostres en una columna publicada el 7 de Abril de 2005 en el diario catalán Avui. En una de sus columnas, el director de El Mundo, Pedro García Cuartango, se quejaba amargamente de que la crisis y la revolución tecnológica hubieran fulminado las carreras de compañeros suyos, periodistas veteranos que no encuentran cabida en los medios actuales, donde prima el posicionamiento en red y la instantaneidad. No hacía ninguna alusión a los miles de estudiantes de periodismo y jóvenes egresados que no tienen más alternativa que alargar sus prácticas curriculares (no remuneradas en muchos casos) si quieren ejercer su vocación.

Jorge Bustos concluía una de sus columnas advirtiendo a los padres que si sus hijos no se esfuerzan lo suficiente no podrán quejarse en el futuro si terminan trabajando de camareros en un chiringuito. Como si la disciplina y el sacrificio fueran los únicos factores en juego en el devenir de cualquier carrera profesional; obviando el entorno familiar, los profesores del colegio, los contactos de tu círculo social o algo tan caprichoso como la suerte. Entran ganas de secuestrar el autobús de Hazte Oír y atropellar a tanto hijo de puta.