Contemplar desde casa los tristemente divertidos rifirrafes diarios en el Congreso de los Diputados, consigue lo que muchos años de dura historia no han conseguido:
¡Que esté comenzando a tener asco de la política institucionalizada!
¡Que esté comenzando a despreciar las normativas, formalmente educadas que asumen como natural la degradación del Congreso!
¡Que esté comenzando a comprender que estamos cosechando los frutos de una deteriorada educación universitaria, de una permisividad irresponsable con los derechos generales!
¡Que esté entendiendo que inteligente es aquel que es capaz de cambiar, sibilinamente, un honesto sueldo de profesor universitario por el sustancioso sueldo de un congresista, acompañado de las dadivosas dietas sin justificar!
Caro nos está saliendo el mantenimiento de un estatus social beligerante dialécticamente pero comprensivo con la amoralidad política y social.
Se me van acabando los días.
Deseo sonreír la ironía de la vida... despreciar la chulería burlesca bien pagada... y lamentar mi voto a laissez faire, ¡dejen hacer, dejen pasar!