Opinión

Tontos de temporada

Fallas 2017.

Fallas 2017.

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Se han acabado las Fallas y me cuentan que Pere Fuset, el concejal de Cultura Festiva de Valencia y presidente de Junta Central Fallera ha afirmado que quien tira petardos a las dos de la mañana, seguramente no es fallero.

Lo haya dicho o no, hago mía esa afirmación y me da pie para escribir sobre los tontos de temporada, una expresión acuñada por mí mismo y que sirve para definir a aquellas personas que ejecutan un determinado ritual en diferentes circunstancias de la vida, principalmente celebraciones, porque sí, porque ellos lo valen y porque hay que hacerlo aunque realmente no estén involucrados, ni de lejos, en el evento en cuestión.

Suelen ser los mejor equipados, de pies a cabeza, y se conocen todos latiguillos, cancioncillas y acciones típicas y tópicas adecuadas para cada ocasión. Desde el “que se besen, que se besen" en una boda en la que apenas conocen a los novios, hasta el equipamiento completo, bufanda y banderita incluida, en un acontecimiento deportivo al que acuden, porque les han regalado una entrada o porque es una final importante, pero del que no son aficionados habituales ni son capaces de citar a uno solo de los deportistas que participan.

En Valencia hay muchos falleros, y no falleros, que aman y conocen la fiesta y disfrutan de un buen espectáculo pirotécnico controlado, pero que no han tirado un petardo hace años, o en su vida.

Hay falleros, y no falleros -pocos de estos últimos me temo-, que disfrutan con la pólvora pero de forma cívica porque saben lo que tienen entre manos, el peligro que conlleva o cuando menos, la molestia que puede ocasionar en horas inadecuadas.
Pero claro en Valencia también tenemos nuestros propios tontos de temporada que sin saber nada de fallas, ni de pólvora y menos aún de civismo, ponen el postureo Josefino en modo on el día uno de marzo, equipándose con su blusón, su pañuelo, su mecha y su reglamentaria caja de petardos, y se lanzan a las calles, acompañados a veces de su hiperactiva prole, disparando indiscriminadamente y arrasando lo que se ponga por delante, salud cardíaca de los pacíficos transeúntes incluida. Llegado el día veinte se desactivan, afortunadamente, parafernalia al cajón y hasta la próxima Mari Puri que ya he cumplido con mi super-hiper vocación falleril. Ahora toca sacar el capirote, lo cual les va que ni pintado, y a celebrar la Pascua aunque no se tenga ni idea de la Pasión y muerte de Cristo. Lástima que no cojan el cilicio.

Pero hablando de postureo y de prole (descendencia o conjunto de personas que tienen relación entre sí), este año hemos visto a al señor Fuset junto con algunos compañeros de partido y de gobierno, ataviados con casco, guantes, blusón y pañuelo, tirando de la cuerda a fin de plantar la falla del Ayuntamiento, (ellos la llamaban así), con el antiguo y tradicional sistema al tombe. Un sistema que, explicado rápidamente, consiste en elevar a pulso la figura central de una falla que previamente se ha ensamblado tumbada en el suelo. Sistema que ha ido cayendo en desuso por el constante aumento del volumen y peso de las fallas y que el equipo de gobierno Valenciano ha querido recuperar, -plantando una extraña estructura (me cuesta llamarle falla) de, nada más y nada menos, 41m de altura y casi dos toneladas de peso-, porque es un sistema artesanal, antiguo, tradicional, popular y divino de la muerte.

Sin embargo no se apreció mucho esfuerzo en sus felices caras de fotografía porque la realidad es que tenían las espaldas bien cubiertas ya que el peso de verdad lo estaban aguantando un par de enormes grúas fabricadas, por otra parte, por el odioso sistema capitalista y gobernadas por unos operarios entre los que, curiosamente, se podían ver algunos sin sistemas de protección.

Mejor simbología no la hay para reflejar ideologías populistas. Que larga se me antoja esta temporada. Perdón legislatura.