Opinión

Doña Clara

Fotograma de la película Doña Clara.

Fotograma de la película Doña Clara.

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Creo que estamos ante el riesgo de dejar pasar una auténtica joya de la actual cartelera española. El escaso eco que ha tenido el estreno de Doña Clara en nuestro país, posiblemente evidencia por un lado lo escorado y segmentado de unos gustos muy plegados a unas estéticas y tramas determinadas, y por otro la dejación de funciones de la mayoría de los medios -entre los que en este caso debo incluir a nuestro querido periódico que ha obviado su estreno- que no han alertado al espectador medio de la extraordinaria calidad e interés de una cinta, que sólo puede asomar la cabeza entre los gigantes hollywoodienses con una línea editorial de las empresas periodísticas que prime la calidad sobre la publicidad, el marketing, o lo que simplemente creemos que el público quiere ver, obviando como en este caso, pistas tan significativas como la unanimidad valorativa de la crítica internacional más especializada, la presencia del film en la sección oficial del Festival de Cannes, y otros múltiples reconocimientos.

Doña Clara es un film a contracorriente en todo. La protagonista es una persona mayor, el paisaje es el de un Brasil muy alejado de las postales habituales, el apartamento en el que vive la protagonista está plagado de discos de vinilo y libros, sin presencia alguna de lo digital, y su día a día es de una rutina que de tan normal y veraz acaba por transmitir su mejor cualidad que es mostrarnos la cotidianidad pura de las personas, sus relaciones, sus enfermedades, sus deseos, etc tal y como son, sin que el tamiz del cine lo matice o adorne, te muestra la rutina con tal verismo y desapasionamiento, que hace que te mimetices y te apasiones con esta historia mínima, pero grande a la vez.

Doña Clara es Sonia Braga, uno de los dos grandes pilares de la película, el otro es Aquarius, título original de la película que da nombre al edificio donde vive la protagonista. El enfoque de la historia a través de estos dos personajes principales, tiene un motor argumental que es la presión que sufre doña Clara, por parte de una constructora, para abandonar el piso en el que vive, ya que el resto les pertenece y solo les queda este para llevar a cabo sus planes de reforma integral del edificio. Esta excusa argumental es todo un acierto, porque sin ser esta trama lo fundamental de la película, la misma nos sirve de correa transmisora para acompañar a la protagonista por un periplo de recuerdos, evocaciones, soledades, amistades y mucha, mucha añoranza de una época pasada llena de realidades ahora repleta de fantasmas.

Pero Doña Clara es sobre todo la particular visión de su director Kleber Mendoza Filho, que aporta una mirada única, especial y subyugante de los elementos más cercanos y corrientes, como son los amigos, la familia, la ciudad y el barrio. Ya en el título de su muy interesante primer largometraje, Sonidos del barrio -muy similar a Doña Clara pero algo inferior al prescindir de una trama central más definida-, el director hace una declaración de intenciones de lo que pretende captar con la cámara, que es la cotidianidad sin adornos pero a la vez apasionante, a través de una mirada particular y algo retro en un entorno muy concreto, centro de su universo artístico y donde todos acabamos sintiéndonos cómodos, como es la ciudad de Recife, escenario, actor principal y casi obsesión del autor.

No voy a contar mucho más de la historia, quienes vayáis a verla quedareis atrapados por la rutina de la protagonista y asistiréis a las portentosas interpretaciones de unos actores cuya mejor virtud es no interpretar sino ser y hacernos empatizar e identificarnos con situaciones que de una u otra manera hemos visto, pero nunca el cine nos había enseñado con tanto talento y brillantez, sin trucos y solo con la verdad, ya que todo en esta cinta es tan real como la propia vida, ejemplificando a la perfección la máxima de Godard que decía que el cine es la verdad 24 veces por segundo.

Un film extraordinario, interesante, que mantiene el interés a pesar de sus 140 minutos de duración, con una portentosa y omnipresente Sonia Braga en la mejor interpretación de su carrera, y con el único pero de que la historia flojea y no queda bien rematada en una parte final quizás algo atropellada y no del todo bien resuelta.

Sed originales, id contracorriente, y acercaos a ver Doña Clara, seguro que en algún momento os veréis reflejados en alguna situación o con algún personaje, como si la pantalla fuera un espejo de vidas que todos conocemos... y futuros que todos tememos.