Opinión

El pucherazo que justificaría el levantamiento militar de 1936

Celebraciones por la victoria del Frente Popular en 1936.

Celebraciones por la victoria del Frente Popular en 1936.

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El fraude electoral en la elecciones de febrero de 1936, el gran pucherazo que dio la victoria al Frente Popular y que ahora se nos descubre en toda su magnitud, revela la ilegitimidad de aquel gobierno de Azaña al que la izquierda española aún sueña con emular proponiendo hoy una coalición PSOE-UNIDOS-PODEMOS con la que saciar rencores históricos.

Se nos cae hoy un mito, el de Azaña, y se descubre un fraude que justificaría el levantamiento militar del 17 de Julio de 1936, aquel que derivó en la guerra civil española (1936-1939) . Hoy sabemos con absoluta certeza que la coalición PSOE-ERC-PC-POUM, Izquierda Republicana y otros, ganaron aquellas elecciones amañando vilmente el resultado. Las actas de aquel amaño lo demuestran. Solo en Jaén hubo más votos al Frente Popular que habitantes. La derecha se habría impuesto en aquellos comicios históricos por 700.000 votos en el conjunto de España. Le robaron 50 Diputados, ¿se imaginan? Probablemente la guerra civil y los 40 años de dictadura franquista no habrían llegado nunca a existir de haberse respetado el resultado electoral, pero por encima de todo, me gusta creer que con ello se habrían evitado los últimos 40 años de Memoria Histórica, de ensalzamiento por parte de esta izquierda -deliberadamente amnésica- de una podrida II República que entre todos asesinaron. Como a César. A cuchilladas. De levantarse hoy de sus tumbas mis abuelos republicanos, probablemente renegarían de quienes les utilizaron. Estoy convencido de ello.

¿Justificaría el fraude electoral el levantamiento de los militares encabezado por el general Mola, Sanjurjo y entre otros un reticente general Franco que hasta el último momento jugó a dos bandos? Sí, y mil veces sí, si consideramos que el levantamiento militar no solo la fue la consecuencia de aquel fraude electoral que Alcalá Zamora intuyó, sino del deterioro político y social que se vivía en España durante el bienio 34-36. A los amnésicos, a los amantes confesos de Lenin y Chávez con y sin coleta, les recuerdo las interminables huelgas, el empobrecimiento económico que sufría la nación, la politización extrema de la justicia y la flagrante impunidad que gozaban los simpatizantes del Frente Popular en sus delitos. Entre Febrero y Junio de 1936 fueron asesinadas 269 personas, y 1.287 heridas en actos de violencia política que en muchos casos era alentada desde la bancada azul del Parlamento. 160 Iglesias fueron completamente destruidas y causado graves daños en 251 edificios históricos.

En España los conflictos siempre se resolvieron matando curas y quemando iglesias. Si aún hoy nos alarmamos con los mil asesinatos cometidos por la banda ETA en 32 años de ejercicio profesional, la izquierda revolucionaria asesinó a 2.000 personas en solo dos años, los previos al levantamiento militar. El drama de la actual derecha española es un secular complejo producto de su connivencia con la dictadura franquista. De otra manera no se entiende el silencio de los últimos cuarenta años en los que la izquierda ha pretendido reescribir a su favor la historia de España.

En Febrero de 1936 la propiedad privada estaba amenazada justificándose desde el gobierno la incautación de fincas por los jornaleros, especialmente en Andalucía y Extremadura. Las carreteras españolas sufrían constantes asaltos del llamado "Auxilio Rojo" y simpatizantes. El presidente de la República don Niceto Alcalá Zamora sufrió dos de ellos. A ello se sumó la censura y la falta de libertades, el cierre de colegios católicos y el empeoramiento de la educación. Miles se quedaron sin clases y sin escuelas por la incautación por organizaciones políticas de izquierda de colegios y propiedades de la Iglesia que, en el caso de Madrid, sirvieron como centros de tortura. Las famosas Checas. Se calcula que entre Julio y Octubre de 1936 existieron 345 Tribunales Populares a los que el gobierno del Frente Popular entregó el control de la represión y la documentación necesaria para localizar a los votantes de la derecha. Si a todo esto sumamos la disolución oficial de grupos derechistas como Falange, sindicatos católicos y miles de detenciones arbitrarias que culminaron con el asesinato en Julio de 1936 del diputado de la derecha José Calvo Sotelo , podríamos llegar a considerar más que apropiado que el ejercito decidiese intervenir. Aún hoy la Constitución Española del 78 otorga al Ejército en el Art.8 esa función: "Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional".

Conviene hoy recordar la carta que el general Franco redactó el 17 de Julio de 1936 para justificar el levantamiento de las tropas en Marruecos, en ella que se pone de manifiesto el deterioro de las instituciones, la impunidad y la evidencia de fraude electoral.

Escribía Franco: "Pactos electorales, hechos a costa de la integridad de la propia patria, unidos a los asaltos a gobiernos civiles y cajas fuertes para falsear las actas...".

BANDO DE DECLARACIÓN DEL ESTADO DE GUERRA EN MARRUECOS

17 de Julio de 1.936

Don Francisco Franco Bahamonde, General de División, jefe Superior de las Fuerzas Militares de Marruecos y Alto Comisario.

“La situación de España es cada día más crítica: la anarquía reina en la mayoría de los campos y pueblos; autoridades de nombramiento gubernativo, presiden, cuando no fomentan las revueltas. A tiros de pistola ametralladoras se dirimen las diferencias entre los ciudadanos que alevosa y traidoramente se asesinan sin que los poderes públicos impongan la paz y la justicia.

Huelgas de todo orden paralizan la vida de la nación, arruinando y destruyendo sus fuentes de riqueza y creando una situación de hambre que lanzará a la desesperación a los hombres trabajadores.

Los monumentos y tesoros artísticos son objeto de los más enconados ataques de las hordas revolucionarias, obedeciendo a las consignan que reciben de las directivas extranjeras, con la complicidad y negligencia de los gobernadores y monterillas.
Los más graves delitos se comenten en las ciudades y en los campos, mientras las fuerzas de orden público permanecen acuarteladas, corroídas por la desesperación que provoca una obediencia ciega a gobernantes que intentan deshonrarlas. El ejército, la marina y demás institutos armados son blanco de los mas soeces y calumniosos ataques , precisamente por parte de aquellos que debían velar por su prestigio, y, entre tanto, los estados de excepción de alarma sólo sirven para amordazar al pueblo y que España ignore lo que sucede fuera de las puertas de sus villas y ciudades, así como para encarcelar a los pretendidos adversarios políticos.

La Constitución por todos suspendida y vulnerada sufre un eclipse total, ni igualdad ante la ley, ni libertad, aherrojada por la tiranía, ni fraternidad, cuando el odio y el crimen han sustituido al mutuo respeto, ni unidad de la patria, amenazada por el desgarramiento territorial más que por regionalismo, que los poderes fomentan, ni integridad ni defensa de nuestras propias fronteras, cuando en el corazón de España se escuchan las emisoras extranjeras, anuncian la destrucción y reparto de nuestro suelo. La magistratura, cuya independencia garantiza la Constitución, sufre igualmente persecuciones y los más duros ataques a su independencia.

Pactos electorales, hechos a costa de la integridad de la propia patria, unidos a los asaltos a gobiernos civiles y cajas fuertes para falsear las actas, formaron la máscara de la legalidad que nos presidía. Nada contuvo la apetencia del poder: destitución ilegal del moderador, glorificación de las revoluciones de Asturias y Cataluña, una y otra quebrantadoras de las Constitución, que en nombre del pueblo era el código fundamental de nuestras instituciones.

Al espíritu revolucionario e inconsciente de las masas, engañadas y explotadas por los agentes soviéticos que ocultan las sangrientas realidades de que el régimen que sacrificó para su existencia veinticinco millones de personas, se unen la malicia y negligencia de autoridades de todas clases que, amparadas, en un poder claudicante, carecen de autoridad y prestigio para imponer el orden en el imperio de la libertad y de la justicia. ¿Es que se puede consentir un día más el vergonzoso espectáculo que estamos dando al mundo? ¿Es que podemos abandonar a España a los enemigos de la patria, con proceder cobarde y traidor, entregándola sin lucha y sin resistencia? ¡Eso no! Que lo hagan los traidores, pero no lo haremos quienes juramos defenderla.

Justicia, igualdad ante la ley ofrecemos. Paz y amor entre los españoles. Libertad y fraternidad exenta de libertinajes y tiranía. Trabajo para todos. Justicia social, llevada a cabo sin encono ni violencia, y una equitativa y progresiva distribución de la riqueza, sin destruir ni poner en peligro la economía española.

Pero, frente a esto, una guerra sin cuartel a los explotadores de la política, a los engañadores del obrero honrado, a los extranjeros y extranjerizantes que directa y solapadamente intentan destruir España.

En estos momentos es España entera la que se levanta pidiendo paz, fraternidad y justicia en todas las regiones, el ejército, la marina y fuerzas de Orden público se lanzan a defender la patria. La energía en el mantenimiento del orden está en proporción a la magnitud de la resistencia que se ofrezca.

Nuestro impulso no se determina por la defensa de unos intereses bastardos ni por el deseo de retroceder en el camino de la historia, porque las instituciones, sea cuales fuesen, deben garantizar un mínimo de convivencia entre los ciudadanos que, no obstante las ilusiones puestas por tantos españoles, se han visto defraudadas, pese a la transigencia y comprensión de todos los organismos nacionales, con una respuesta anárquica, cuya realidad es imponderable.

Como la pureza de nuestras intenciones nos impide el yugular aquellas conquistas que nos representan un avance en el mejoramiento político social, y el espíritu de odio y venganza no tiene albergue en nuestro pecho; del forzoso naufragio que sufrirán algunos ensayos legislativos, sabremos salvar cuanto sea compatible con la paz interior de España y su anhelada grandeza, haciendo reales en nuestra patria, por primera vez y por este orden a la trilogía fraternidad, libertad e igualdad.

Españoles, ¡Viva España! ¡Viva el honrado pueblo español!