Opinión

Hombre, ¿eres capaz de ser justo?

El número de mujeres trabajadoras con estudios sobrepasa a los hombres

El número de mujeres trabajadoras con estudios sobrepasa a los hombres EUROPA PRESS

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Decía Nietzche que a lomos de todas las paradojas se cabalga hacia todas las verdades. Este término que proviene del latín paradoxum se refiere a aquello que nos resulta increíble o difícil de entender.

Grosso modo, el ser humano es una paradoja andante, toda vez que somos la única especie con capacidad de razonamiento aunque nuestra conducta demuestra lo contrario con más frecuencia de lo deseado. Una de las que más poderosamente llama la atención, es el reparto desigual de poder entre hombres y mujeres, mediante el que, habitualmente aún siendo iguales, salimos ganando los primeros.

Podemos encontrar ejemplos de ello, en la prohibición al derecho al sufragio, en España las mujeres tuvieron que esperar hasta el 19 de noviembre de 1933, pudiendo ejercitarlo tan sólo tres años, volviendo a serle restringido hasta 1977. El delito de violación fue considerado hasta 1989 un delito contra el honor, se protegía a la familia ante el riesgo de un posible embarazo. El Código Penal de 1944 castigaba a la mujer viuda que se casara antes de trascurrir 301 días desde la muerte de su marido, el delito de uxoricidio, la muerte de la mujer por parte del marido era penado con el destierro del homicida, pero si sólo la lesionaba no tenía reproche penal alguno, circunstancias que no fueron modificas hasta 1961. Las mujeres solteras fueron equiparadas a los menores, no pudiendo abandonar el domicilio familiar sin el consentimiento paterno, el adulterio femenino era causa legítima de separación para el hombre, en cualquier caso, pero el adulterio masculino sólo lo era si se producía escándalo público, todo ello vigente hasta 1981.

También lo encontramos en la división sexual del trabajo, las mujeres siguen cargando con la mayor parte de trabajo no remunerado, el doméstico, así como del cuidado de las personas, y cuando acceden al mercado laboral, se ven expuestas a las barreras invisibles que les impedirán alcanzar ciertos niveles jerárquicos, independientemente de sus méritos, el llamado techo de cristal, así como una menor remuneración económica aún desarrollando el mismo cometido.

Se podría seguir enumerando ad libitum la lista de situaciones que permiten que sigan siendo despojadas de sus derechos para convertirlas en objetos de dominación y violencia por parte de los hombres, las más de las veces mediante los estereotipos de género y la socialización de género, mediante el aprendizaje social. Aunque podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que, en nuestra bendita tierra, aunque en el plano legal se haya conseguido la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, la igualdad de trato todavía está lejos de conseguirse plenamente y la única manera eficaz es a través de la educación, tratando de erradicar los comportamientos de violencia sutil que aunque pasan desapercibidos continúan perpetuando los comportamientos machistas y fomentando la desigualdad, definido magistralmente por Luís Bonino con el término de micromachismos.

Para quienes creemos plenamente en la igualdad, resuenan en nuestros oídos la pregunta que en 1791 formulara Olympe de Gouges: "Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta". Sería maravilloso comenzar a responderla coincidiendo con el Día Internacional de las Mujeres, llevamos mucho tiempo haciéndonos los sordos.