Opinión

Lo que debemos aprender del cáncer y la conspiración del 11M

El pasajero del 11M.

El pasajero del 11M.

  1. Opinión

Faltan unos días para el aniversario del 11M y me parece importante incidir en la idea de conspiración. Hace poco más de un año escribía en este mismo Blog, después de los atentados de París, sobre el paralelismo del cáncer y el terrorismo, y de cómo luchar contra éste conociendo la metodología utilizada contra el cáncer.

De lo que no hablé fue de la gran diferencia: las células cancerosas carecen de voluntad, ética e inteligencia y, por tanto, a diferencia de los terroristas, su actividad no está organizada, no tiene ningún propósito y, evidentemente, carecen de la posibilidad de ser guiadas por una conspiración. Y este punto, el de la conspiración, es fundamental a mi modo de ver, porque se ha denigrado a los periodistas que así lo han valorado y se ha cerrado la puerta a cualquier investigación que oriente sobre ese punto de partida.

¿Pero me puede explicar alguien cómo se puede decidir organizar un atentado como el de Madrid, orientado a cambiar un gobierno, destruir económicamente un país que iba viento en popa y dividir una nación que creía tener sus cicatrices completamente cerradas, si no es con una conspiración?

Hay grupos de Al-Qaeda capaces de permitir a sus seguidores cambiar los preceptos del islam para mimetizarse con el enemigo -que somos todos los que no queremos un estado islámico dueño de nuestras vidas y haciendas por si alguien no se había enterado- para, de ese modo, poder combatirnos mejor. A ese grupo pertenece Abu-Dahdah (sirio afincado y casado en España), según el fiscal por el que instruyó su caso tras el 11S "conspirador necesario en el 11S" y condenado por ello a 27 años de prisión, pero... milagrosamente absuelto, parece ser que ya no se veía "conspirador necesario del 11S", después de sus paseos por Madrid, entre cárcel y cárcel, poco tiempo después del 11M.

Hay confidentes de policía a tiempo parcial como Berraj compartidos con Marruecos y que nadie dice, sabe o quiere saber por dónde paran o andan sus huesos, hay métodos de actuación ya utilizados por ETA y brindis de sus presos, hay trenes que se destruyen sin estudiar los restos, hay estudios que contradicen las pruebas, testigos que se contradicen solitos.

Por favor, puede ser Fulanito con menganito o perico de los palotes con la señorita Pepis pero que fue una conspiración y que, además, precisamente por su carácter de conspiración con multitud de actores, se ha silenciado, no me cabe ninguna duda. Eran muchos los que en ese momento querían bajar el testuz a esta España que campaba brava, feliz y despreocupada. Poniendo pruebas falsas, bombas o callando, mataron a 193 personas, hirieron a 1500 físicamente y, en mayor o menor medida, rasgaron el alma de cada uno de nosotros, provocando que durante muchos días un silencio sólido en el metro y las calles de Madrid bloqueara nuestros movimientos como si hubieran extendido gas sarín.

El 11M me desplacé al Centro de Transfusiones de Cruz Roja, atendimos tantos donantes de sangre que a las 13h tuvimos que cerrar porque no se podían procesar más donaciones y ya se preveía que tampoco serían necesarias en tal cantidad. Era la conspiración de las víctimas la que quería curar el daño irreparable del atentado, pero la conspiración de los asesinos nos ganó la batalla y aún vivimos los rescoldos del desastre, lo cual no es poco, unos rescoldos avivados por un mal viento destruyeron hace tiempo el negocio de mi padre, son la enfermedad mínima residual contra la que luchamos cada día en el cáncer que se cree superado.

Fue una conspiración por supuesto, no sé si fue de falsa bandera o quizá de muchas banderas, pero clara y rotundamente una conspiración, esa gran diferencia entre nuestras células malignas y los mucho más malignos terroristas y sus mentes perversas, capaces de vestirse con piel de cordero para engañarnos, inteligentes cautivados por sectas o sectarismos, abducidos por una religión venerando a un dios, al dinero o al poder, pero todos ellos dispuestos a aliarse para destruir el bienestar de los seres humanos que no se mueven con sus mismos criterios.