Opinión

Bajo el sol de Corea del Norte

Kim Jong-Un.

Kim Jong-Un.

  1. Opinión

Esta tarde he visto Under the Sun, un documental ruso sobre Corea del Norte. La historia gira en torno a Zi-Min, una niña que ha sido elegida para ingresar en las filas de la Unión nacional de niños. Los créditos iniciales indican que el material ha sido revisado y aprobado por el gobierno norcoreano.

En una de las primeras escenas aparece Zi-Min en clase, perfectamente uniformada, rodeada de sus compañeras, obedientes, atentas, clónicas. La profesora les cuenta que Kim Il-Sun defendió a Corea de los invasores y acusó a los terratenientes de traidores. Les formula unas preguntas sencillas y les hace repetir las respuestas varias veces. Los pasillos de la escuela están desiertos y tranquilos, aunque las vocecitas de las niñas resuenan de fondo al unísono.

A continuación, vemos a Zi-Min acompañada de sus padres en el salón de casa, en mitad de la cena. La puesta en escena es sospechosa: la vivienda está ordenada y reluciente, la comida parece apetitosa y los diálogos han sido sacados de un guión. Literalmente. Uno de los comisarios políticos entra en acción. Obliga a la familia a repetir la conversación y le pide a los padres que rían más fuerte la última frase de su hija. Repasan el guión, vuelven a sus posiciones y repiten la toma. Los planos exteriores muestran unas avenidas tristes y frías, con norcoreanos paseando en silencio, abstraídos.

El documental también muestra la jornada de unas trabajadoras de una central lechera. El mismo funcionario de antes alecciona a las mujeres sin miramientos. Agarra a una de los hombros y la arrastra junto al resto en fila india, delante de las máquinas. "Intentas no mirar a la cámara" les grita antes de reanudar la grabación, como si su sola presencia en la fábrica no respondiera a la realización del documental. En el pabellón de otro colegio, los niños ensayan un desfile para celebrar el cumpleaños del Amado Líder.

En ningún momento se emiten entrevistas a los presentes. Todos deben reproducir las consignas del estado bajo la atenta mirada del funcionario que vigila a los cámaras. En el teatro de la escuela un veterano de guerra narra las hazañas militares de Corea del Norte ante un público infantil. Es un hombre mayor, con la cara surcada de arrugas y la piel aceitunada. La chaqueta de su uniforme está cubierta de medallas que tintinean con cada movimiento. El funcionario aparece tras las cortinas y le pide que ensalce la figura del Amado Líder cuando termine su intervención. Me pregunto si los norcoreanos, en sus momentos de intimidad, sentados en el váter o tumbados en la cama, se sienten orgullosos del régimen que controla sus vidas, o aprietan los dientes y se cagan en los muertos de Kim Jong-Un.