Opinión

PSC-PSOE: una relación necesaria

Fernández e Iceta en su última reunión.

Fernández e Iceta en su última reunión. Efe

  1. Opinión

Por César Sampedro (doctor en Historia)

Durante los últimos días y semanas estoy oyendo tantas cosas sobre la necesidad de revisar de manera drástica la relación entre PSOE y PSC que he considerado necesario salir a defender una posición desde una óptica que no es ni mucho menos la nacionalista, pero que contempla el mantenimiento de una buena relación histórica entre dos partidos hermanos, como necesaria ya no sólo para la estabilidad de un partido nuclear en la política española, sino para el encaje territorial de Cataluña en el resto de España.

Durante muchos años, el PSC ha sido una fuerza hegemónica en Cataluña, representando con firmeza a la clase trabajadora, con mucho arraigo entre los emigrantes de otros territorios de España -muchos ya de varias generaciones- extremeños, manchegos o andaluces, asentados allí. Si queremos hacer una reflexión seria sobre la situación política del PSC, debemos observar su evolución desde la citada hegemonía a mantenerse por debajo del 20%, aunque últimamente con unos resultados que salvaban los muebles, y en esto ha tenido algo que ver el primer secretario Iceta. Es necesario hacerlo con rigor, y fuera del debate orgánico.

Fue en mi opinión, primero la formación del gobierno tripartito con Maragall y Montilla, con ERC y IC, y por tanto la confluencia de tres partidos con intereses muy distintos, lo que empezó a dar alas al independentismo, hasta ahora muy reducido de ERC, en detrimento del PSC. Pero sin duda fue el planteamiento en 2005 de un nuevo Estatut y sobre todo la frase de Zapatero: “Aprobaré el Estatuto que llegue desde el Parlamento catalán”, tan criticada por algunos sectores del socialismo como es el caso de Alfonso Guerra, por entonces miembro de la Comisión Constitucional del Congreso, lo que empezó a minar la relación del socialismo catalán con el del resto de España.

Zapatero, ya presidente, tuvo que desdecirse de sus promesas y exigir modificaciones de un texto que sobrepasaba el ordenamiento constitucional. Finalmente fue aprobado por las Cortes españolas en marzo de 2006. Tras cuatro años y distintos trámites, la norma fue parcialmente invalidada por el Tribunal Constitucional. Aquella maniobra provocó entonces una de las primeras manifestaciones organizadas por movimientos culturales cercanos al independentismo. Las relaciones entre PSOE y PSC se recompusieron durante la etapa de Rubalcaba, cuando el PSC decidió apearse de lo que hubiera sido un nuevo error de incluir en su programa el “derecho a decidir” y se llegó al entendimiento de un planteamiento federal para España -el único con futuro en mi opinión- plasmado en la declaración de Granada. La reforma federal, está claro, conllevará la necesaria reforma de la Constitución. Esta es la reflexión intelectualmente más honesta que puedo hacer. Y creo que es la línea que debe tratarse y no el debate sobre si el PSC debe permanecer en los órganos de gobierno del PSOE, con vistas a tomar un ventajismo orgánico de cara a futuros congresos.

Claro que el PSC tiene el derecho a manifestar su 'no' a Rajoy de manera autónoma. El PSC comparte grupo con el PSOE en el Congreso, pero los que tengan memoria recordaran que el PSC en la transición mantuvo durante años grupo parlamentario propio. Tender puentes y no minarlos, en un momento tan delicado para la unidad de España, en el que la sociedad catalana ya se haya dividido por la aventura independentista, sería lo más lógico, lo más sensato y lo más beneficioso para todos. En este sentido tiene un gran valor las declaraciones de Pere Navarro en una entrevista realizada en La Vanguardia: “Un divorcio entre PSOE y PSC rompería el último puente entre Catalunya y el resto de España”. No se puede construir España, desde Andalucía o Extremadura, ni tampoco desde Cataluña -argumenta Navarro- tenemos que hacer algo que sea común.