Por Ignacio Brime Yusta
Confundir deseo y realidad suele nublar el juicio. Nos ha ocurrido a los europeos ante las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Estamos empeñados en sentar cátedra desde un eurocentrismo al que lo único que suelo criticar es dar por sentadas como ciertas algunas cosas que no son sino deseos propios muy alejados de la realidad y, en ocasiones, basados en estereotipos (cuando no caricaturas) no contrastados.
Visto el resultado, lo fácil ahora sería reforzar nuestros prejuicios antiamericanos. Mucho está tardando en tirar de esta ramplonería intelectual cierto sector de nuestra izquierda para volver a poner al imperio yanqui el origen de todos nuestros males.
Frente a esto, yo confío en los votantes americanos. En los mismos votantes a los que vitoreamos aquí cuando eligieron a Obama. A esos votantes que no dejaron tirada a Europa en dos ocasiones. A esos que pidieron en la calle la destitución de Nixon después de haberlo elegido. Si frente a los exabruptos de Trump Clinton ha sido incapaz de ganar, es que no era la candidata adecuada. El tiempo dirá si los votantes americanos han tomado la decisión correcta. De lo que sí estoy convencido es de que si el presidente electo actúa tal y como se ha auto caricaturizado, serán sus propios votantes quienes pidan su cabeza.
Y es que la realidad de Estados Unidos es mucho más compleja de lo que nos empeñamos en ver y no todo es Nueva York, o Malibú.