Opinión

Los riesgos de la sanidad pública en España

Sala de espera de un hospital catalán.

Sala de espera de un hospital catalán.

  1. Opinión

Por Maria Luz Simon Gonzalez

La semana pasada publicaba este periódico un artículo sobre las advertencias de Bruselas en el ámbito de la sanidad pública. Muchos se sorprendieron, otros se molestaron e incluso insultaron a Bruselas como el que insulta a quien se mete con un familiar. ¿Cómo pueden decir tal cosa si tenemos la mejor sanidad del mundo?

No sé si hay un tópico en este país más incuestionable que este. Después de oír la última sesión del Congreso creo que hemos escuchado críticas a todos, a todas y a todo. Pero, a la joya de La Corona nadie le ha visto perder los rubíes por el camino.

Gastamos menos porcentaje de PIB en sanidad que nuestros vecinos y como además es menor nuestro PIB la cantidad per capita es más o menos la mitad. Para colmo, lo hacemos con un sistema parcelizado por comunidades autónomas, atomizado en hospitales y cuartizado en servicios médicos. Y para tener de todo, dato que también se señala desde Bruselas, con todos los males y pecados de la funcionarización del personal que se dirime entre la fijeza inmovilizada y la eventualidad sumisa.

Decía Oscar Wilde que a los ricos les sale todo más barato, y a nuestra pobre sanidad pública como es mala pagadora la cobran, por si acaso, mucho más que a la sanidad privada que paga antes y, sobre todo, con menos papeleos y burocracias que solo sirven para justificar a los corruptos que no serán acusados por rellenar adecuadamente los papeles.

En la sociedad actual, la informática sanitaria se ha demostrado tan valiosa como cualquier fármaco pero nosotros tenemos algún sistema informático que inventaron los dinosaurios, o que no se entiende con otras aplicaciones, y que provocan repetir innecesariamente gran cantidad de pruebas.

Eso sí, pagamos una fortuna para que podamos presumir del mejor sistema de trasplantes del mundo y de pautar el último fármaco pero sufrimos las urgencias colapsadas y los centros de Salud dando citas para pasado mañana.

En definitiva, un sistema sanitario que con tanta asincrónica madurativa nadie puede entender cómo nos permite orgullecernos de tantas grandes cosas que consigue, porque ciertamente las consigue. Quizá sea una nítida expresión de lo que somos.

Pero es necesario que tomemos conciencia del problema y nos sentemos detenidamente a dirigir nuestros esfuerzos hacia la salud de los ciudadanos. El nuevo ministerio debiera asumir que al menos algunos objetivos son ineludibles:

-La equidad entre españoles.

-La informatización eficiente.

-La desatomización de la actividad sanitaria.

-La promoción transversal en todos los ámbitos de la sociedad de los grandes problemas sanitarios del nuestra época: hipertensión, diabetes, obesidad y problemas cardiovasculares.

-La estabilidad laboral asociada a flexibilidad.

-Otorgar un papel coordinador de la actividad sanitaria al Ministerio de Sanidad que nunca debió perder.

En definitiva, señores políticos del arco iris parlamentario que no abandonen la sanidad a sus colegas autonómicos, que los españoles queremos ser iguales ante la ley y también ante la enfermedad y que nos toca una nueva revolución sanitaria, que no es tiempo de conformarse sino de poner manos a la obra, construir nuevos andamios y con la bella fachada que tenemos entregar a las nuevas generaciones una Sanidad de nuevo en la vanguardia.