Opinión

Cela: fútbol y otros cambios

El premio Nobel Camilo José Cela. EFE

El premio Nobel Camilo José Cela. EFE

  1. Opinión

Por Sigfrido Samet

En su ensayo La llamada de la tierra (1957) Camilo José Cela escribió: “El deporte sirve para embrutecer al hombre. Socialmente me parece como una droga, como una cosa falsa. ¡Hay que ver lo idiotas que son los grandes jugadores de fútbol!”.

Si un grupo de amigos o vecinos organiza partidos de fútbol entre ellos, esa práctica constituye un deporte. Pero el fútbol profesional es, para los jugadores, una actividad laboral, y para los espectadores, un espectáculo. Nada de deporte.

Los buenos jugadores tienen retribuciones astronómicas y suele discutirse si eso es justo. ¿Quién se las paga? ¡Los espectadores, los aficionados! Ellos eligen un nombre (como Boca o River en Argentina, o Barsa o Real Madrid en España); lo hacen de manera arbitraria, sin ningún fundamento. Pero una vez elegido se vuelven fanáticos de su equipo y le exigen magníficos resultados. Cuanto mejor se desempeña un equipo, tendrá más espectadores (que a veces pagan importantes precios por las entradas), más presencia en televisión -que implica más publicidad paga- y más presencia y elogio en los periódicos. Por eso, justa o injusta, la inversión en buenos jugadores, suele ser un buen negocio.

La sociedad se divide entre los nuestros y los de los demás equipos. Esa división alberga las barras bravas y a veces se llega a un alto nivel de violencia, que hasta puede llegar a incluir muertes.

Eso no sucede sólo con el fútbol, sino con toda actividad carente de pensamiento y percibida como binaria. La política, por ejemplo, no es binaria: se supone que cada partido tiene un programa que a veces difieren mucho entre sí, y otras veces muy poco.

Sin embargo, la realidad es que el único objetivo de los partidos políticos es conseguir el Poder para sus cúpulas. Si para obtener votos necesitan favorecer a un sector o al país, alguna vez, rara vez, lo hacen. Más frecuente es la compra de votos que efectúan los gobiernos populistas y que desemboca en la destrucción de la economía. Pero periódicamente hay que votar para mantener la ilusión de que estamos en una democracia (inexistente si no hay una nítida separación de poderes, listas abiertas, responsabilidad de los diputados ante sus electores, estricto control presupuestario y reducción al mínimo del aparato estatal).

El ciudadano elige una sigla, tal como el hincha elige un club de fútbol. Pero le atribuye características diferenciales absolutas: PP y PSOE son partidos idénticos. Pero dicen que uno es de derecha y el otro de izquierda, aunque nadie pueda explicar el significado de estas palabrejas, si es que tienen alguno (en política, NO).

Una vez futbolizada la política, percibida como binaria, el otro, aunque sea idéntico, se transforma en el enemigo mortal, al que hay que destruir (no es no). El populismo destruye las economías, pero cuando se desliza hacia el nacionalismo, puede también destruir vidas humanas (y muchas). El nacionalismo se queda, frecuentemente, a mitad de camino. Pero cuando se desarrolla completamente, se llama nazismo.