Opinión

No mueren de muerte natural pues se suicidan

Misa de Campaña. Cuadro de Augusto Ferrer Dalmau.

Misa de Campaña. Cuadro de Augusto Ferrer Dalmau.

  1. Opinión

Por Manuel Asur

El titular pertenece a José Enrique Rodó (1871-1917), un escritor uruguayo. Y es de tanta actualidad que parece fácil de comprender, pero al mismo tiempo difícil de explicar. ¿Por qué no mueren de muerte natural los partidos políticos? Unos dirán que es por falta de financiación. Otros, por deficiencias de programa, organización, etc. Apenas se nombra la causa más importante: la ideología. ¿Cómo definirla?

Hay varias definiciones. A nosotros nos basta una connotación. Es marxista: la ideología como falsa conciencia, como encubrimiento. ¿Qué trata de esconder?

Hay un problema político muy general que esconde el más individual: la libertad. Cuando ella nos falta, parece invisible para los demás porque protestamos y apenas nos escuchan. Sin embargo en el partido político aparece más vistosa, sobre todo cuando los líderes se eternizan en sus cúpulas de poder. Abruma esta situación. Abruma en sus dos sentidos más liberales: el tradicional que significa generosidad. Y en el defendido por los liberales de las Cortes de Cádiz. Abundemos en este.

Sólo existen tres liberalismos relacionados entre si, pero distintos. El liberalismo económico, de origen inglés (Locke, Smith), el liberalismo formal, de origen francés (Montesquieu, Rousseau) y el liberalismo comunal o español (Jovellanos, la Constitución de 1812). Consideraré sólo el caso español. El liberalismo comunal lo fundamento en la advertencia que las Cortes de Valladolid hicieron a Carlos I: "Habéis de saber, Señor, que el rey no es más que un servidor pagado por la nación". Este fue el espíritu rebelde de los Comuneros que pervivió desde el siglo XVI hasta que fraguó en las Cortes de Cádiz. El pueblo, no los literatos, desde entonces lo clasificó así: a los seguidores del rey absolutista los llamó serviles. Y liberales, a quienes defendieron que "la Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona."

Las familias y las personas de la España de hoy son propiedad de los partidos dominantes. Atrapadas por los medios de comunicación que las dominan y sometidas a una falsa educación que llaman "educación para la ciudadanía", los políticos campean por sus foros con la serenidad de quienes se sienten amos de micrófonos y tribunales de justicia serviles. Este es el gran encubrimiento.

El diseño dualista, izquierda-derecha, al desaparecer el muro de Berlín, en 1989, también se hizo polvo, pero se encubre. Porque si la cosa muere, el nombre de la cosa sobrevive. Sobrevive mediante una "falsa conciencia" que imposibilita la acción liberal, la acción comunal ("recuerda que eres un servidor pagado por la Nación").

¿Porqué Podemos no abandona el centralismo democrático para evitar convertirse en un partido marxista totalitario? Decía Marx que la revolución liberal española: "Es uno de los capítulos más emocionantes e instructivos de toda la historia moderna (..), y no carente de valor ni de provecho para bien de él mismo [el pueblo español] y del mundo". ¿Por qué Podemos prefiere la falsa conciencia de Chávez más que la liberal de Riego?

En la Andalucía del norte, es decir, en Asturias, el partido socialista es un vivero encubridor de serviles advenedizos. Su máxima generosidad estriba en el cansino ritual de promover escenarios que encubran la vaciedad de una falsa conciencia que lleva el rótulo de cultura. Si fueran generosos me agradecerían tanta brevedad.

¿Qué decir de Ciudadanos? Este partido concibe el centro como un punto geométrico que ha de desplazarse en virtud de la longitud de su radio. Sometido a un continuo bamboleo corre el riesgo de descentrarse y aparecer como un centro versátil imposible de equilibrar. ¿Quién podría explicar con mano maestra su vertiginosa dinámica? A mi juicio, un hombre que Ciudadanos ha encubierto o enterrado en el moho de esa gran tumba llamada Bruselas: Javier Nart.

¡Ay, el PP! El PP sería visible sin Rajoy, pero no Rajoy sin un sombrío PP encubridor. La falsa conciencia del Presidente se manifiesta como morriña. Una morriña es la función de la disfunción. Nadie entiende por qué los problemas con el separatismo los confía al Tribunal Constitucional y no al revés. Que sean ellos quienes denuncien la morriña gallega.

Todos los partidos políticos deberían mostrar un libro donde no sólo exhiban un programa, también una teoría del Estado. Superar esa especie de analfabetismo que los atenaza. Recuperar la tradición y centrar sus debates sobre cuestiones de raigambre liberal, por ejemplo: ¿por dónde ha de pasar la línea divisoria que marque cuánto Estado o bien público se necesita y cuánta propiedad privada para que la Nación prospere? Mientras tanto, perdurará el casposo dualismo y la falsa conciencia encubridora de líderes totalitarios. De líderes que en las direcciones de las organizaciones políticas son cuellos de botella cuyo destino natural debería ser la horca. Y no la causa del suicidio del partido y del malestar de la Nación.