Ante el fenómeno de la posverdad

Por Pedro Peral

El tapete de la política española está que arde. La corrupción quema por los cuatro costados. La investidura del presidente de gobierno se ha convertido en una especie de foto-finish, a plazo fijo de una semana en la que el PSOE tiene que elegir entre lo malo y lo peor.

Como diría Felipe González cuando hablaba de los GAL: España es el único país del mundo que no deja sus vergüenzas para los historiadores sino que las emite en directo. Ya saben: a los españoles nos gusta flagelarnos. En este escenario de multitud de mensajes entrecruzados, la verdad aparece lesionada, primera víctima de cualquier guerra.

La directora de The Guardian, Katharine Viner, ha rescatado el concepto de post-truth politics. Viner disecciona las diferentes capas del fenómeno de la posverdad. Por un lado, los políticos están abocados al discurso emocional. La campaña que presentaba hechos sencillamente no funciona. Hay que conectar con la gente emocionalmente.

El poder creciente de las redes sociales ha tenido un impacto fuerte en la relación de los ciudadanos con la información, pero también en los mismos medios.

Según Viner, la revolución digital ha debilitado a los medios pero también ha introducido a los periodistas en una conversación más amplia donde pueden interactuar con su audiencia y conocerla de una forma directa.

No obstante, sería injusto pensar que todos los problemas han llegado con internet. Desde hace años, en los medios tradicionales hay prácticas que han contribuido a debilitar la credibilidad de los periodistas, políticos y expertos transmitir una idea de cobertura neutral. “Cuando las mentiras hacen el sistema político disfuncional, sus pobres resultados pueden alimentar la alienación y la falta de confianza en las instituciones que hicieron posible el juego de la posverdad en un primer momento”.

El debate mediático alrededor de la posverdad ha ofrecido algunas vías de solución. Por ejemplo, el profesor de derecho de Harvard y actual consejero jurídico de la Casa Blanca Cass R. Sunstein aboga por una autorregulación de las grandes plataformas digitales que, en una especie de prolongación del principio de neutralidad de la Red, deberían reprogramar sus algoritmos para preservar una información pluralista y el diálogo ciudadano.

Respecto a las actitudes de los políticos, el profesor Brendan, recomienda: “Necesitamos aumentar las consecuencias en la reputación y cambiar los incentivos de hacer afirmaciones falsas. Ahora mismo, indignar sale a cuenta, pero no ser honrado”. En otro lugar pedía a los políticos que asumieran un nuevo lenguaje “proverdad” y que fueran humildes reconociendo su arrogancia en el pasado.

Cuando se manipula la verdad, la libertad está en peligro. Vivir libre más que en elegir consiste en ser lo que es. La historia de la humanidad ha sido, es, una lucha apasionada de la razón por alcanzar la verdad.